lunes, abril 1

"Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso, y tratar a estos dos impostores de la misma manera"- If, Rudyard Kipling. 



Hay momentos que abren la puerta a algo nuevo. Posiblemente, habrá triunfos y títulos que vayan cayendo en el olvido con el paso de las décadas. Sin embargo, lo ocurrido entre los Portland Trail Blazers y Los Ángeles Lakers durante siete tensos partidos en las Finales de la Conferencia Oeste siempre será recordado. La NBA se encontraba en vísperas de presentarse ante un nuevo milenio más globalizado, precisada de forjar una nueva constelación de estrellas que enganchase al público tras confirmarse la segunda retirada de Michael Jordan, el mítico dorsal 23 que había llevado la antorcha del basket para toda una generación. 



Hace un par de meses hablamos en este mismo blog del curioso fenómeno de los Jail Blazers, cuyo nombre surgió del malicioso juego de palabras que la prensa en Oregón utilizó para hacer mención de aquella escuadra que era el mejor equipo que el dinero podía comprar pero era incapaz de gobernarse a sí misma (Usual Suspects). Se podría debatir largo y tendido de lo que significaron, aunque la más elocuente metáfora fue aquel séptimo duelo donde mostraron todos sus ángeles y demonios sin pudor, en una montaña rusa impredecible. 



Sentados en mesa redonda (donde estaba asimismo Stephen Jackson) para la ESPN, Scottie Pippen y Rasheed Wallace fueron preguntados por Rachel Nichols acerca de su percepción sobre la que, probablemente, bien pudo ser la peor derrota de sus carreras. Lugarteniente de primer orden en la época más dorada de Jordan, de haber conseguido preservar la cómoda ventaja en aquel último cuarto en el Staples Center frente a los californianos, Pippen habría logrado un séptimo anillo que confirmase que no dependía del 23 para obtener la gloria. Por su lado, Sheed estuvo a un par de tiros libres acertados de confirmar las expectativas que le señalaban como lo mejor que había salido de Filadelfia desde los días de Wilt Chamberlain.  


"No me arrepiento. Aquel partido me hizo mejor jugador y mejor persona"- Rasheed Wallace. 



Y es que en aquella temporada 1999/2000, los Blazers eran conscientes de que solamente podrían llevarse el preciado anillo si eran capaces de tumbar a Los Ángeles Lakers. La franquicia de Hollywood llevaba muchos años de sequía y hasta se rumoreaba que la pareja Kobe-Shaq (la que más potencial atesoraba por juventud, talento y fuerza) iba a ser desmantelada si aquel año en LA no acababa con champán en el vestuario para festejar. Para ello desembarcó el Maestro Zen, Phil Jackson, el laureado técnico que había guiado a Jordan-Pippen (a quien no pudo fichar pese a insistir aquel verano por su adquisición) a sus seis títulos. 



El choque de estrategias no podía prestarse más al contraste. Pippen y Wallace recordaron que el estilo comandado desde la banca por Mike Dunleavy acentuaba lo coral. Portland tenía un banquillo sólido donde cada reserva era mejor que el anterior. De hecho, tantearon ante Nichols si precisamente eso les penalizó aquella jornada, puesto que no seguían el star-system tan típico de la etapa como Comisionado de David Stern. No existía un hombre-orquesta en el que delegar la responsabilidad. En buenas jugadas y varios tiros cómodos, los Blazers no lograron sentenciar el encuentro. 



¿Puede resumirse una serie homérica en apenas un par de minutos? En los seis partidos precedentes se vivió de todo. A Sheed le expulsaron de un duelo por mirar a un colegiado sin decir nada, justo para volver al siguiente y firmar una de las mejores actuaciones de su carrera. Jackson y Pippen, aliados naturales, vivieron un pulso psicológico duro donde intentaron mermarse en la confianza, incluyendo las molestias que arrastró el ex Bull en la muñeca. Cada disputa que se daba parecía mejor que la anterior, incluyendo el inesperado hecho de que los de Dunleavy fuesen capaces de remontar el estar 3-1 en la eliminatoria para llevar el pleito por el billete a Indiana a la muerte súbita. 


La partida de ajedrez que se disputó en la pista tuvo ajustes minuciosos que poco tenían que envidiar al duelo Montgomery-Rommel. Pippen estuvo todo el periplo de Jackson en Chicago y conocía el sistema del triángulo diseñado por el staff técnico angelino (con Tex Winter a la cabeza) de una forma casi perfecta. Los Blazers arrojaban interiores (Arvydas Sabonis, Brian Grant, el joven Jermaine O´Neal, etc.) contra Shaq, una fuerza de la naturaleza que aquel curso fue el merecido MVP de la temporada regular. Lo único que afea esas revisiones fue la frecuente táctica de mandar de forma constante al gigantesco pívot angelino a la línea de tiro libre por sus malos porcentajes en esa instancia.



Un día habría que hablar largo y tendido de cada uno de los momentos de aquel duelo del Far West porque fue algo realmente impresionante. En la hoja de scouting del Maestro Zen, Sheed Wallace tenía un capítulo aparte. El laureado técnico consideraba que aquel ala-pívot era capaz de anotar desde cualquier punto de la cancha. Incluso veteranos consagrados como AC Green, edecán de Magic Johnson, lo pasaba muy mal ante él. Robert Horry, ya con dos anillos en sus dedos en aquellos momentos, reconocía que era casi imposible taponarle.



Como los propios Pippen y Rasheed reconocieron entre risas, el gran talón de Aquiles de segundo era una emotividad desbocada en la pista que le hacía ganar una falta técnica tras otras. Misteriosamente, nadie menciona que aquel séptimo choque no pasó nada de eso. Ni siquiera en las faltas más dudosas sobre Kobe o el extraño criterio para medir la defensa de Sabonis sobre O´Neal (cuando el pívot lituano fue frenado de forma más que abierta al debate cuando expiraba el tercer partido) le provocaron ninguna reacción desmedida. Incluso pese a sus tiros fallados (que él mismo admitió en ESPN), fue el mejor Blazer en pista incluso en esos doce minutos de pesadilla, logrando un triple desde casi medio campo que heló por un momento el estruendo de un Staples más caldeado que nunca.


"Me encantó estar en ese vestuario, pienso que esos chicos fueron grandes compañeros. Lo único que lamento es no haber podido ganar a los Lakers"- Scottie Pippen.



Lenguaraz y ganador, O´Neal no se caracterizó por repartir caramelos entre sus adversarios. En sus fanfarronadas, incluso mitos vivientes como Patrick Ewing o David Robinson eran acusados de "llorones" por aquel que osó pretender ser llamado "El Gran Artistóteles". Por ello tiene bastante mérito que el dorsal 34 a quien todos respetaban en la pintura admitiese que hubo dos escuadras que le quitaron el sueño durante el reinado de tres años que vivió con Kobe y Jackson: "Portland y Sacramento. Esos dos equipos tenían todas las piezas. Debíamos alcanzar la perfección para ganarles. Por suerte lo hicimos".



¿O no fue solo buena fortuna? El transcurrir del tiempo ha denunciado la forma de regular algunos de esos encuentros que podrían haber tendido a favorecer a los grandes mercados y mega-estrellas frente a equipos sólidos pero que no garantizasen tanto share televisivo. Polémicas como el affaire de Tim Donaghy o las propias declaraciones de Steve Smith (flamante escolta titular de los Blazers en aquellos días) sobre la evidente falta que no le señalaron en ese último cuarto al ser arrollado por Shaq, revelan que hubo muchos más factores que un simple colapso de Portland por miedo a ganar.



Deberían añadirse de la misma forma las enseñanzas del maestro Woody Allen en Match Point (2005), ni el mejor arbitraje casero ejercería efectividad si en aquel séptimo el tiro de Brian Shaw para cambiar el momentum del partido hubiera salido escupido por el aro: lanzó muy fuerte, chocó en el tablero y entró con cierto aroma a destino. Aquella noche fallaron tipos tan infalibles como Horry y Kobe en los tiros libres, Sheed en su mejor actuación hasta la fecha y, por supuesto, incluso Shaq y Pippen tuvieron compases donde no se encontraron cómodos. En sus libros, Jackson incluso considera que era una simple cuestión física tras haberse llevado uno y otro bando a la extenuación.


Scottie susurró algo a su antiguo compañero Ron Harper, quien sí acudió a la llamada de Jackson a la tierra prometida de LA. Ex estrella en los Cavaliers, sus problemas de lesiones estuvieron a punto de retirarlo, pero con gran inteligencia se re-adaptó a un rol de efectivo defensa y reserva veterano de garantías. Fue un tipo decisivo en el tercer juego de Oregón, anotando una suspensión clave cuando todos los ojos estaban sobre Bryant. En una discusión de la disputada serie, Wallace se burló ante los micrófonos con mal gusto del tartamudeo de Haper, quien no dudó en devolverle la bola cuando, título en mano, le dedicó aquello de: Espero que esté disfrutando de sus vacaciones allá donde esté, puesto que en junio fueron ellos quienes sí se midieron a los Pacers de Reggie Miller.



Ironías de la vida, Haper terminaría de asistente técnico en los Detroit Pistons en los que Rasheed Wallace dio tan buen rendimiento. Limadas asperezas, no fue infrecuente verlos bromear y echando buenos ratos. De igual forma, tras piques verbales y con la incómoda rivalidad que tuvo con Kobe, Phil Jackson y Pippen enterraron el hacha de guerra, destacando las emotivas palabras que El Maestro Zen le dedicó a su aventajado discípulo en la ceremonia de la retirada de su camiseta en Chicago. Incluso en los peores momentos del matrimonio a la italiana formado por Shaq y Bryant, Sheed pudo presumir de llevarse muy bien con ambos (especialmente en el caso de su ilustre paisano de la Ciudad del Amor Fraternal, cuyas familias se conocían).



Acostumbrados a que en el mundo actual del marketing nos venda que solamente vale el triunfo, la imposición y conducir el modelo de coche más caro, se agradeció ver una agradable entrevista bien llevada donde el bando derrotado se analizó sin histrionismos ni excusas baratas, en una buena reflexión de que, a veces, se intenta y no se consigue. Lo cual no implica que integrantes de aquel vestuario sigan siendo buenos amigos pese a ese sinsabor. Hay proyectos ganadores en muchas disciplinas que no pueden decir lo mismos.  



Kipling habría estado orgulloso. Pippen y Sheed, vencedores y vencidos en muchos partidos de la NBA, lograron mirar a esos dos impostores sin alterar el pulso.



BIBLIOGRAFÍA:



- EGGERS, K., Jail Blazers, Sports Publishin, New York, 2018.



ENLACES DE INTERÉS:



Kobe VS. Sheed (7 juego WCF 2000)



La defensa de Scottie Pippen sobre Kobe Bryant



Mesa redonda Shaquille O´Neal, Steve Smith y Chris Webber



Rasheed Wallace y Scottie Pippen recuerdan el séptimo juego ante Lakers



Pippen-Wallace VS. Shaq (5 juego WCF 2000)



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.youtube.com/watch?v=g9S1tfbxMlM



https://www.reviewjournal.com/sports/basketball/ex-unlv-aide-tim-grgurich-undergoes-heart-surgery/



https://www.youtube.com/watch?v=g9S1tfbxMlM



https://twitter.com/timelesssports_/status/1041862123616395266