domingo, marzo 29

Depende de quién lo haga. La Copa del Rey puede ser celebrada como un triunfo de las fuerzas del bien contra el mal o ser un simple entretenimiento, un torneo casi accidental. Si, las deidades no lo permitan, algún club que no pertenezca al binomio Madrid-Barcelona osa alzarse con ella, sus héroes habrán de afrontar cierto cuestionamiento. Hablar más de los deméritos del adversario y tratar de olvidar cuanto antes esa nota a margen en el palmarés oficial. Por suerte, hay aficiones como la del Estudiantes que recuerdan, por muchos altavoces que se tengan en otros lares, que allí siguen siendo un equipo de patio de colegio. 



La gesta ocurría dos décadas atrás. Eran los días donde Nacho Azofra era el jugador con más pellizco de la ACB. Un caso raro, tanto por su forma de jugar como por su vinculación casi irracional a los colegiales. Baskonia y Barcelona llamaron a su puerta, una historia que conocemos. Felipe Reyes terminó luciendo los colores del Real Madrid, Fernando Martín también. Azofra, no. Su currículum no recibió tantas distinciones por ello, aunque a cambio se llevó algo que no tiene precio: un cariño incondicional, convertirse en uno di noi para siempre en la fanática Demencia, artistas de la sorna con el oponente que iba al Magariños. 



El escenario fue Vitoria. Por el formato de aquella edición, campaña 1999/00, el Estudiantes habría de jugar tres días seguidos. Quique Peinado, incondicional de los azulones que aquella vez fueron de rojo, parte una lanza en el documental de Movistar Plus Estudiantes: 20 años de una Copa por la figura de Pepu Hernández y su staff técnico. No fue casualidad que aquel hombre de barba blanca y mirar sereno, esforzado estudiante de latín en el Ramiro de Maeztu, consiguiera posteriormente un Mundial con la selección en 2006. Peinado rememora que Pepu era uno de los pocos técnicos que en aquella época tenía un nivel de inglés tan fluido como para estar en contacto directamente con sus norteamericanos. 


Azofra, mirando hacia atrás, se percata del esfuerzo de sus técnicos, puesto que fueron ellos quienes robaron horas de sueño para hacer el scouting. Lejos de abrumar a sus pupilos con datos, condensaron toda la información suficiente para plantear planes simples y efectivos. Pepu era consciente, igual que Filipo II, que podía hacer un martillo y yunque la mar de apañado con dos guerreros bajo tableros de inteligencia táctica sobresaliente: Alfonso y Felipe Reyes, infatigables trabajadores. 



Además, pese a ser muy jóvenes, ya contaban con gente como Carlos Jiménez, capaces de silenciar un vestuario sin alzar la voz. La máquina reboteadora tenía muy presente el recuerdo de una reciente Korac donde el Barça de Aíto y Djordjevic fue capaz de remontar 16 puntos para dejarles sin un título que casi tenían agarrado. No importaba que Barcelona y Madrid no estuvieran en el cuadro, disparándose en el pie. Subestimar a quienes les tocaba a ellos era la peor receta posible. Desviar la concentración lo más mínimo era la antesala de la decepción. 



La Araba Arena fue testigo de la seriedad de la plantilla que visitaba el norte. Pese al proceso gripal de Jiménez, uno de los imprescindibles para Pepu, no hubo excusa. Mientras, Julio Lamas, entrenador de un Tau muy potente y dirigido por el magnífico base Elmer Bennett, empezaba a preocuparse por el exceso de euforia que rodeaba su condición de anfitrión. Logrando frenar a titanes como Fabricio Oberto, el Estudiantes venció la batalla del rebote y el joven Felipe Reyes firmó una actuación estelar, llegando incluso los visitantes a tener un desenlace de encuentro plácido. 


"Somos un equipo de patio de colegio". Las aficiones juegan también los torneos. No es lo mismo que estén distraídos o reclamando otra cosa que volcados con los suyos. Con Jiménez abrigado y superando la enfermedad, el Estudiantes recordó por qué echaron tanto de menos a Chandler Thompson en la anterior Korac. Él y Shaun Vandiver estaban totalmente integrados en la plantilla, algo que algunos jugadores americanos muy buenos nunca consiguieron en la ACB. Fueron conscientes de que el Caja San Fernando de Javier Imbroda dependía mucho de la genialidad e inspiración de André Turner. 



Con una defensa excelente sobre el malabarista de Memphis, Scott tomó el relevo de los Reyes para ejecutar perfectamente otra vez el plan de la pizarra de Pepu y los suyos. Por azar, recuerdan desolados muchos aficionados, aquel torneo tuvo el desenlace en domingo, decisión extraña que obligó a peregrinajes a bares y transistores. El oponente era temible, un Pamesa Valencia que iba líder de la competición liguera. 



Por distintos motivos, el Valencia, que era un equipazo, tenía una maldición contra los madrileños. Fue en el Palacio de los Deportes donde terminó su racha de doce triunfos seguidos. Nacho Rodilla, su flamante base, entró en una crisis de juego durante la Copa del Rey, muy mala receta ante un Azofra en estado de gracia. Si los taronjas tenían pulmones como Víctor Luengo, los colegiales gozaban de secundarios de lujo como Juan Aisa. Tanoka Beard, un pívot bestial y con cosas NBA, se metió en problemas de personales que facilitaron mucho la tarea de los hermanos Reyes.



Lo mejor fue la mañana del martes, copa rota incluida. La mágica sensación, afirma Pepu, de volver a tu cole de toda la vida siendo un héroe. Un equipo de patio de colegio. Y a mucha honra. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.movistarestudiantes.com/copa-2000/jueves-22h-estreno-documental-copa/



https://www.movistarestudiantes.com/70-aniversario/hace-18-anos-en-vitoria/



https://www.endesabasketlover.com/historia-del-baloncesto/articulos/4245/20-a%C3%B1os-de-la-copa-estudiantil