El vuelo
Había venido para quedarse. Y eso que no estaba en sus planes y sueños infantiles. Hubo un tiempo en que Kobe Bryant (Filadelfia, 1978) quería vestir los colores del AC Milán. Su padre, afamado baloncestista, jugaba en Italia por aquellos años, algo que hizo a su vástago enamorarse del país junto con aquella escuadra de Arrigo Sacchi. Pero algo se cruzó en su camino. La visión de un tipo llamado Michael Jordan. Desde entonces, seguir la estela del 23 sería su pasión, casi una obsesión que le llevó a tomar decisiones como dar el salto desde el instituto a la NBA para poder disfrutar de los últimos años en plenitud de su ídolo.
Los Charlotte Hornets traspasaron sus derechos del draft a los Lakers. Jerry West había quedado prendado del chico desde que lo vio en los campamentos de verano y pactó con él una presión constante a la otra franquicia, además de intercambiarlo por un pívot consolidado y reconocido internacionalmente, Vlade Divac. Estar dispuesto a semejante esfuerzo por un novato poco conocido y sin experiencia en la NCAA hablaba a las claras del potencial que le intuían en California.
Y llegó el vuelo sin motor en el concurso de mates de 1997. Juego de las Estrellas, deslumbró en el choque de novatos. A la temporada siguiente, aprovechó la posibilidad de palpar y tocar al gran Michael, además de desafiarle con la imprudencia y osadía de la juventud. El crack de los Bulls seguía reinando, pero a todo el público le llamó la atención ese imberbe que había ganado el prestigioso trofeo como mejor matador hacía apenas un año. Lo llamativo es que la criatura consideraba aquel éxito como un ritual de iniciación. No volvería a participar en esa lid. Había puesto su mira en anillos y ser tan recodado en el Staples Center como los apellidos Johnson y Jabbar.
Matrimonio a la italiana
Fueron la pareja más letal que se había visto en mucho tiempo. La fuerza junto a la clase. 2´16 metros para un torbellino que se movía como nunca antes un hombre grande en este juego, Shaq al ataque. El artículo 34 obligó a cambiar reglas en la NBA para contener su superioridad física. Los Ángeles no se privó de nada y su plan fue darle al escolta con más proyección del mundo, un asistente de lujo. Bryant generaba tanta atención que terminaba encontrando pases fáciles a O´Neal. Y si te obsesionabas con cortar las líneas de asistencia, el joven killer anotaba una suspensión fácil tras otra.
Todo en la sociedad fue exagerado. Desde la calidad de su juego y combinaciones memorables a un baile de egos sin precedentes. A diferencia de T-Mac, Iverson o Vince Carter, Kobe fue el privilegiado de una generación de gran talento. Él no tuvo que hacer su edificio solo. Contaba con un pívot veterano que hacía todo más fácil. Pudo vivir feliz como el mejor de los escuderos. Pero quería más. Lo rato es que tenía la fuerza mental e intensidad para hacer dudar de quién era más importante en LA. Los Buss trajeron al psicólogo adecuado de los banquillos para la calidad y el narcisismo, Phil Jackson.
David Stern se frotaba las manos. Los californianos daban todo: juego, audiencias, disputas y mucha generación mediática, justo en los días de la segunda retirada de Jordan. Un mercado grande al que mimar sobre otros y con dos estrellas que hubieran triunfado en cualquier época. Tres anillos e incluso la cosecha pudo ser mayor. Se divorciaron en 2004 ante el terremoto de los Pistons. Dejaron tras de sí caviar en las canchas y mucho ego fuera de ellas. Como los guerreros homéricos, en el viaje de vuelta a Ítaca se bajaron los humos de la soberbia y miraron sus cicatrices. Antes de la tragedia, Bryant y O´Neal se reconciliaron, tal y como el legendario Bill Russell pidió con su sagacidad habitual. Se debían mucho y en el Staples empiezan a asumir que nunca volverán a tener un dueto tan mortífero. Es imposible.
Solo ante el peligro
Al conocerse la terrorífica noticia, muchos mensajes en las redes sociales y medios subrayaban el carácter competitivo, ganador y excelso palmarés de Kobe Bryant. Él mismo ratificaba mucho, sobre todo en los primeros años, que solamente valía ganar y lucir anillos. Irónicamente, hubo unas temporadas no soñadas donde él mismo contradijo ese axioma. LA era un equipo joven e inexperto, incapaz en una ocasión de viajar a postemporada. De cualquier modo, cualquier televisión o persona aficionada no dejaban de echar un ojo a lo que pasaba en el Staples.
El ejército de un solo hombre. Incluso las legiones "haters" más grandes tenían que contener una mueca de asombro. Los Suns de Steve Nash o los poderosos Pistons de la segunda generación de los Bad Boys guardaban su ropa cuando llegaban los angelinos. Simplemente, porque estaba él. "Keep Kobe under control". El lema de guerra de todas las defensas. El baloncesto es un deporte de equipo donde las barricadas suelen garantizar el éxito. Pero la gente se enamora de este juego por prodigios como aquel escolta que osó anotar 81 puntos en una noche mágica ante los Toronto Raptors.
Dirk Nowitzki se alegraba de la diferencia horaria que, en ocasiones, le permitía llegar justo a tiempo a casa tras un choque de los Mavs para ver a su admirado rival en el último cuarto para los de púrpura y oro. El teutón, el mejor europeo en pisar la NBA, se convertía en un niño pequeño viendo a un MVP constante. No pasó de primera ronda durante tres años, pero no podía importarnos menos. Jugaban los Lakers, podíamos ver a Bryant hacer magia. Lo que dijera el marcador electrónico era absolutamente secundario.
Colorado
Kobe Bryant falleció en un accidente de helicóptero. No fue una tragedia individual, le acompañaba una de sus hijas, con apenas 13 años, y otras siete personas. Nueve vidas sesgadas antes de tiempo. La lógica feroz de nuestro mundo hace que solamente se recuerde al deportista afamado, pero entre las familias y amigos de las otras víctimas no hay distinción ni tampoco de importancia. O´Neal percibió perfectamente esa situación y no se olvidó a los otros desafortunados cuando despedía a su amigo y ahijada. Toda existencia es algo preciado. El luto impone respeto y decoro, pero cualquier biografía tiene sus puntos menos resplandecientes y tampoco es necesario mentir. El periodista Will Leitch y Evan Rachel Wood, la formidable actriz de series como Westworld, incendiaron las redes sociales por hablar del capítulo más oscuro de la trayectoria vital del genial escolta angelino. Su acusación de haber violado a una mujer durante un encuentro en Colorado.
El caso fue complejo y presentó irregularidades. Phil Jackson, el entrenador que más trabajó con Bryant en una asociación tan exitosa como complicada, admitía que le costó mucho aquel asunto porque su propia hija había tenido un terrible incidente en la universidad y estaba familiarizado con "el deportista depredador" que no es atípica en la sociedad estadounidense. La investigación pareció confirmar que hubo un acuerdo pactado y que llevó a una rueda de prensa dolorosa para Bryant donde admitió la infidelidad ante su esposa Vanessa. Nunca reconoció el cargo de violación, aunque sí el encuentro y en la resolución extrajudicial se llegó a un acuerdo compensatorio económico.
La artillería fue importante en ambos lados del juicio, el potente equipo de abogados del astro recordó que la denunciante tenía historial de servicios de compañía y algunas gradas acompañarían durante bastante tiempo cánticos contra el acusado. Wood, víctima de violación, se vio obligada a cerrar su cuenta de Twitter por haber mancillado el recuerdo. No es un buen sistema de aclarar las cuestiones ni rebatir opiniones acudir a esos acasos fanatizados. Personas del mundo del Derecho consideran que con la sensibilidad despertada con el #MeToo la acusación no se habría retirado. Leitch fue despedida por su columna. Parece que no hemos aprendido, irónicamente, a Bryant sí le sirvió aquel escandaloso suceso para reorientar su imagen pública.
"Mi objetivo este verano es que Pau Gasol no se cuelgue el oro. En serio, te quiero, hermano"- Kobe Bryant.
La salida de Karl Malone de LA no fue la esperada. El Cartero abandonó el Staples entre rumores de un comentario desacertadísimo a la esposa de Bryant. Kobe lanzó sobre el mito de Utah toda su influencia para garantizar una retirada sin gloria de un futuro Salón de la Fama como él. Tras años de pleito, el veterano estuvo a la altura de las circunstancias y puso una sentida despedida a su ex compañero. De hecho, aquel asunto fue el último gran escándalo para un escolta sensacional que decidió cambiar y lo hizo de una forma impresionante.
Cuando desembarcó Pau Gasol, fue amor a primera vista. Bryant ya sabía que no podía ganar solo, pero sí que poseía todos los atributos de un líder. Cogió a una nueva camada y fue de la mano del triángulo mágico de Tex Winter al éxito. Un duelo eterno con los Celtics, con unas finales de 2010 que son una de las más maravillosas jamás vistas, anotaciones extremas de pistolero frente a Carmelo Anthony, reversos ganadores para frenar a los Cavs de Lebron James, etc. Dos anillos, MVPs y la sensación de que era verdad su nuevo mote: Black Mamba.
Antes era buenísimo, pero perdía demasiado tiempo en en demostrarlo. Ahora, esperaba su momento como un ladrón de guante blanco. Canastas de todos los colores y una gran capacidad de sacrificio atrás. Incluso en las derrotas siguió siendo brillante. Fracasó el proyecto de unirse su talento a monstruos como Steve Nash o Dwight Howard. Pero hasta su lesión fue de milagro en milagro para clasificarlos a los Playoffs. Noches interminables en el Madison con los mejores movimientos de pies que se habían visto desde los días de Jordan.
El aura
Incluso viajó con la selección. Se dejaba ver cuando otros/as compatriotas participaban en eventos olímpicos. Exhibía un buen italiano y otro tanto español frente a los medios internacionales. Ante una nueva generación que quería sus zapatillas, Bryant se convirtió en un líder espiritual, el tipo al que Mr. K tuvo que mantener en pista durante el último cuarto para evitar que España les diera el susto de sus vidas. Dos oros y la sensación de algo más, de haber logrado un aura especial como embajador de la NBA desde Pekín a Barcelona.
Terminó siendo un Laker de por vida. Un icono a la altura de Johnson y Jabbar. En el Staples estos días ha sido algo muy cercano a la idolatría. Su significado en la franquicia, tras años de luces y sombras, es hoy incuestionable. Cuesta pensar en algún jugador en el futuro que pueda significar algo siquiera remotamente parecido a lo que fue el dorsal 8 que luego se convirtió en el 24. Incluso logró el Oscar en Hollywood por su corto, una carta de amor al basket.
Queda en la retina uno de los legados más importantes del basket para toda la historia. Uno que hizo indignarse a la comunidad de jugadores por tener que salir a la cancha el día más triste. Siempre fue una delicia verle con un balón en las manos.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:Matrimonio a la italiana
Fueron la pareja más letal que se había visto en mucho tiempo. La fuerza junto a la clase. 2´16 metros para un torbellino que se movía como nunca antes un hombre grande en este juego, Shaq al ataque. El artículo 34 obligó a cambiar reglas en la NBA para contener su superioridad física. Los Ángeles no se privó de nada y su plan fue darle al escolta con más proyección del mundo, un asistente de lujo. Bryant generaba tanta atención que terminaba encontrando pases fáciles a O´Neal. Y si te obsesionabas con cortar las líneas de asistencia, el joven killer anotaba una suspensión fácil tras otra.
Todo en la sociedad fue exagerado. Desde la calidad de su juego y combinaciones memorables a un baile de egos sin precedentes. A diferencia de T-Mac, Iverson o Vince Carter, Kobe fue el privilegiado de una generación de gran talento. Él no tuvo que hacer su edificio solo. Contaba con un pívot veterano que hacía todo más fácil. Pudo vivir feliz como el mejor de los escuderos. Pero quería más. Lo rato es que tenía la fuerza mental e intensidad para hacer dudar de quién era más importante en LA. Los Buss trajeron al psicólogo adecuado de los banquillos para la calidad y el narcisismo, Phil Jackson.
David Stern se frotaba las manos. Los californianos daban todo: juego, audiencias, disputas y mucha generación mediática, justo en los días de la segunda retirada de Jordan. Un mercado grande al que mimar sobre otros y con dos estrellas que hubieran triunfado en cualquier época. Tres anillos e incluso la cosecha pudo ser mayor. Se divorciaron en 2004 ante el terremoto de los Pistons. Dejaron tras de sí caviar en las canchas y mucho ego fuera de ellas. Como los guerreros homéricos, en el viaje de vuelta a Ítaca se bajaron los humos de la soberbia y miraron sus cicatrices. Antes de la tragedia, Bryant y O´Neal se reconciliaron, tal y como el legendario Bill Russell pidió con su sagacidad habitual. Se debían mucho y en el Staples empiezan a asumir que nunca volverán a tener un dueto tan mortífero. Es imposible.
Solo ante el peligro
Al conocerse la terrorífica noticia, muchos mensajes en las redes sociales y medios subrayaban el carácter competitivo, ganador y excelso palmarés de Kobe Bryant. Él mismo ratificaba mucho, sobre todo en los primeros años, que solamente valía ganar y lucir anillos. Irónicamente, hubo unas temporadas no soñadas donde él mismo contradijo ese axioma. LA era un equipo joven e inexperto, incapaz en una ocasión de viajar a postemporada. De cualquier modo, cualquier televisión o persona aficionada no dejaban de echar un ojo a lo que pasaba en el Staples.
El ejército de un solo hombre. Incluso las legiones "haters" más grandes tenían que contener una mueca de asombro. Los Suns de Steve Nash o los poderosos Pistons de la segunda generación de los Bad Boys guardaban su ropa cuando llegaban los angelinos. Simplemente, porque estaba él. "Keep Kobe under control". El lema de guerra de todas las defensas. El baloncesto es un deporte de equipo donde las barricadas suelen garantizar el éxito. Pero la gente se enamora de este juego por prodigios como aquel escolta que osó anotar 81 puntos en una noche mágica ante los Toronto Raptors.
Dirk Nowitzki se alegraba de la diferencia horaria que, en ocasiones, le permitía llegar justo a tiempo a casa tras un choque de los Mavs para ver a su admirado rival en el último cuarto para los de púrpura y oro. El teutón, el mejor europeo en pisar la NBA, se convertía en un niño pequeño viendo a un MVP constante. No pasó de primera ronda durante tres años, pero no podía importarnos menos. Jugaban los Lakers, podíamos ver a Bryant hacer magia. Lo que dijera el marcador electrónico era absolutamente secundario.
Colorado
Kobe Bryant falleció en un accidente de helicóptero. No fue una tragedia individual, le acompañaba una de sus hijas, con apenas 13 años, y otras siete personas. Nueve vidas sesgadas antes de tiempo. La lógica feroz de nuestro mundo hace que solamente se recuerde al deportista afamado, pero entre las familias y amigos de las otras víctimas no hay distinción ni tampoco de importancia. O´Neal percibió perfectamente esa situación y no se olvidó a los otros desafortunados cuando despedía a su amigo y ahijada. Toda existencia es algo preciado. El luto impone respeto y decoro, pero cualquier biografía tiene sus puntos menos resplandecientes y tampoco es necesario mentir. El periodista Will Leitch y Evan Rachel Wood, la formidable actriz de series como Westworld, incendiaron las redes sociales por hablar del capítulo más oscuro de la trayectoria vital del genial escolta angelino. Su acusación de haber violado a una mujer durante un encuentro en Colorado.
El caso fue complejo y presentó irregularidades. Phil Jackson, el entrenador que más trabajó con Bryant en una asociación tan exitosa como complicada, admitía que le costó mucho aquel asunto porque su propia hija había tenido un terrible incidente en la universidad y estaba familiarizado con "el deportista depredador" que no es atípica en la sociedad estadounidense. La investigación pareció confirmar que hubo un acuerdo pactado y que llevó a una rueda de prensa dolorosa para Bryant donde admitió la infidelidad ante su esposa Vanessa. Nunca reconoció el cargo de violación, aunque sí el encuentro y en la resolución extrajudicial se llegó a un acuerdo compensatorio económico.
La artillería fue importante en ambos lados del juicio, el potente equipo de abogados del astro recordó que la denunciante tenía historial de servicios de compañía y algunas gradas acompañarían durante bastante tiempo cánticos contra el acusado. Wood, víctima de violación, se vio obligada a cerrar su cuenta de Twitter por haber mancillado el recuerdo. No es un buen sistema de aclarar las cuestiones ni rebatir opiniones acudir a esos acasos fanatizados. Personas del mundo del Derecho consideran que con la sensibilidad despertada con el #MeToo la acusación no se habría retirado. Leitch fue despedida por su columna. Parece que no hemos aprendido, irónicamente, a Bryant sí le sirvió aquel escandaloso suceso para reorientar su imagen pública.
"Mi objetivo este verano es que Pau Gasol no se cuelgue el oro. En serio, te quiero, hermano"- Kobe Bryant.
La salida de Karl Malone de LA no fue la esperada. El Cartero abandonó el Staples entre rumores de un comentario desacertadísimo a la esposa de Bryant. Kobe lanzó sobre el mito de Utah toda su influencia para garantizar una retirada sin gloria de un futuro Salón de la Fama como él. Tras años de pleito, el veterano estuvo a la altura de las circunstancias y puso una sentida despedida a su ex compañero. De hecho, aquel asunto fue el último gran escándalo para un escolta sensacional que decidió cambiar y lo hizo de una forma impresionante.
Cuando desembarcó Pau Gasol, fue amor a primera vista. Bryant ya sabía que no podía ganar solo, pero sí que poseía todos los atributos de un líder. Cogió a una nueva camada y fue de la mano del triángulo mágico de Tex Winter al éxito. Un duelo eterno con los Celtics, con unas finales de 2010 que son una de las más maravillosas jamás vistas, anotaciones extremas de pistolero frente a Carmelo Anthony, reversos ganadores para frenar a los Cavs de Lebron James, etc. Dos anillos, MVPs y la sensación de que era verdad su nuevo mote: Black Mamba.
Antes era buenísimo, pero perdía demasiado tiempo en en demostrarlo. Ahora, esperaba su momento como un ladrón de guante blanco. Canastas de todos los colores y una gran capacidad de sacrificio atrás. Incluso en las derrotas siguió siendo brillante. Fracasó el proyecto de unirse su talento a monstruos como Steve Nash o Dwight Howard. Pero hasta su lesión fue de milagro en milagro para clasificarlos a los Playoffs. Noches interminables en el Madison con los mejores movimientos de pies que se habían visto desde los días de Jordan.
El aura
Incluso viajó con la selección. Se dejaba ver cuando otros/as compatriotas participaban en eventos olímpicos. Exhibía un buen italiano y otro tanto español frente a los medios internacionales. Ante una nueva generación que quería sus zapatillas, Bryant se convirtió en un líder espiritual, el tipo al que Mr. K tuvo que mantener en pista durante el último cuarto para evitar que España les diera el susto de sus vidas. Dos oros y la sensación de algo más, de haber logrado un aura especial como embajador de la NBA desde Pekín a Barcelona.
Terminó siendo un Laker de por vida. Un icono a la altura de Johnson y Jabbar. En el Staples estos días ha sido algo muy cercano a la idolatría. Su significado en la franquicia, tras años de luces y sombras, es hoy incuestionable. Cuesta pensar en algún jugador en el futuro que pueda significar algo siquiera remotamente parecido a lo que fue el dorsal 8 que luego se convirtió en el 24. Incluso logró el Oscar en Hollywood por su corto, una carta de amor al basket.
Queda en la retina uno de los legados más importantes del basket para toda la historia. Uno que hizo indignarse a la comunidad de jugadores por tener que salir a la cancha el día más triste. Siempre fue una delicia verle con un balón en las manos.
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- https://cassiuslife.com/50278/kobe-shaq-interview-best-moments/
- https://legacy.theplayerstribune.com/charlie-villanueva-kobe-bryant-81-point-game/
- https://www.denverpost.com/2020/01/29/kobe-bryant-colorado-sexual-assault-charges-prosecutor/
- https://www.basket4us.com/nba/kobe-bryant-pau-gasol-mejor-pasador-184026
- https://www.nytimes.com/2008/08/25/sports/olympics/25bball.html
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