Todas las miradas estaban puestas en él. Desde Theodoros Papaloukas hasta Zeljko Obradovic. Jugaban dos escuadras campeonas de Euroliga, el Olympiacos frente al Fenerbahçe. Sin embargo, Atenas solamente tenía ojos para Vassilis Spanoulis. Estaba en liza arrebatar el récord a una leyenda, Juan Carlos Navarro, uno de los grandes mitos en el Viejo Continente. Apenas 10 puntos les distanciaban. El base heleno aprovechó la circunstancia para desconcertar a la defensa otomana. En lugar de ir rápido a por sus tiros, aprovechaba la atención para encontrar a su socio en mil batallas, Giorgos Printezis. La sociedad más productiva, esa conexión acabada en un heterodoxo gancho que en la Final Four de Estambul certificó la madre de todas las remontadas.
La obsesión que genera en las marcas adversarias beneficiaba a compañeros como Willie Reed, quien culminaba un maravilloso alley oop con un mate de espaldas que encendió el Palacio de la Paz y la Amistad. Pero los visitantes no iban a acudir como invitados pétreos. Kostas Sloukas anotaba prácticamente desde su casa para cerrar el primer cuarto. Durante siete campañas, el escolta griego fue camarada y sombra en una etapa tan exitosa que en el Pireo es ya una edad dorada para recordar. Ante su amigo, Sloukas no hizo ninguna concesión y luego se abrazó a él, alabándolo ante los medios.
El lujo se lo permitió al final. Durante el último cuarto, cuando la derrota ya era inevitable, lanzó uno de sus característicos y heterodoxos triples. La grada enloqueció y el partido tuvo que ser interrumpido. Luigi Datome, una de las mejores armas para anular a talentos contrarios, se acercó hacia el héroe de la noche para felicitarle. No importaba el resultado, tampoco la clasificación. Papaloukas, con quien protagonizó una hazaña memorable ante el todopoderoso Dream Team en Japón tantos años atrás, aguardaba para hacerle entrega del reconocimiento. Máximo anotador de la Euroliga.
Para entender la relevancia que ha tenido su figura en el campeonato basta con poner un ejemplo: el CSKA de Moscú. Flamantes defensores del título, el conjunto ruso es un equipo con ribetes de dinastía. No obstante, cuánto no habrían dado por la tierra de los zares a cambio de que cierto demonio de Larisa se hubiera dedicado al golf en lugar de a meter triples desde distancias imposibles. Junto con un conjunto rocoso y de tremendos valores, ha sido el Kill Bill ateniense quien se ha encargado de ser la pesadilla personal de su todopoderoso adversario, incluyendo noches antológicas que todavía hoy son contadas frente a las hogueras en las pistas de Pericles.
En su país la cuestión llegó a ser también tremenda. Para el Panathinaikos, el verano de 2010 sigue siendo uno de los más duros que se recuerdan. Dusan Ivkovic le esperaba con la camiseta roja, la cartera llena y el propósito de cambiar la tendencia en las canastas de la Hélade. La parroquia del trébol sufrió eso como la traición de Alcibíades. Y es que, en un roster que tuvo nombres como Jasikevicius, Alvertis o Diamantidis, ya llamaba la atención que él fuese el MVP de una de las más apasionantes F4 del basket moderno. Volvería a obtener la distinción dos veces, una de ellas ejecutando al Madrid de Pablo Laso en dos cuartos de ciencia ficción londinense. Pero ya lo hizo convertido en el símbolo de la eterna Némesis: el Olympiacos.
Obravodic, pese a los meses complicados que está pasando con un equipo en transición, estuvo a la altura de su reputación. No le sentó nada bien perder a Spanoulis en su día. De hecho, se cruzaron poco en la disputa por el máximo entorchado continental en Estambul (2017), el último gran hurra del genial jugador con su inseparable Printezis. Pero en Atenas el maestro balcánico sabía lo que tocaba. Y no era el rencor. Zeljko habló del trabajo duro y de lo mucho conseguido por un tipo al que nadie ha regalado nada en las pistas y supo reinventarse tras su frustrado paso por la NBA. Al otro lado del Atlántico se lo perdieron, aquí le disfrutamos.
Dicen que son quienes tenemos en frente los que pueden hacernos mejores o peores. La gesta de Spanoulis pasará a los anales al conseguirse a través de un igual, alguien por el que su colega griego siempre ha profesado un sincero respeto. Navarro hizo verdaderos milagros por todas las pistas, volviendo a convencernos de que el baloncesto es un deporte de cinco contra cinco... y, en contadas ocasiones, un solo tipo es capaz de cambiarlo todo.
Con el tiempo, incluso los peores recuerdos se endulzan. Aquel pasito atrás para engañar a Marcelinho Huertas y privarnos de pasar esas semifinales. Ahora, verlo visitar el Palau es paladear algo especial, sabiendo que, desafortunadamente, cada vez la luz tras el túnel se ve más clara. Muchas asistencias, triples y suspensiones de infinita sangre fría. Incluso un extraterrestre como Luka Doncic calificó al capitán escarlata como leyenda.
Disfrutemos. Quedan más noches para verle engordar su formidable estadística. Incluso cuando sea contra un rival al que tenemos gran simpatía y queramos que falle el tiro, un pequeño demonio de Larisa nos susurrará al oído y diremos con él: "Come on, Vassilis, go for the kill".
En su país la cuestión llegó a ser también tremenda. Para el Panathinaikos, el verano de 2010 sigue siendo uno de los más duros que se recuerdan. Dusan Ivkovic le esperaba con la camiseta roja, la cartera llena y el propósito de cambiar la tendencia en las canastas de la Hélade. La parroquia del trébol sufrió eso como la traición de Alcibíades. Y es que, en un roster que tuvo nombres como Jasikevicius, Alvertis o Diamantidis, ya llamaba la atención que él fuese el MVP de una de las más apasionantes F4 del basket moderno. Volvería a obtener la distinción dos veces, una de ellas ejecutando al Madrid de Pablo Laso en dos cuartos de ciencia ficción londinense. Pero ya lo hizo convertido en el símbolo de la eterna Némesis: el Olympiacos.
Obravodic, pese a los meses complicados que está pasando con un equipo en transición, estuvo a la altura de su reputación. No le sentó nada bien perder a Spanoulis en su día. De hecho, se cruzaron poco en la disputa por el máximo entorchado continental en Estambul (2017), el último gran hurra del genial jugador con su inseparable Printezis. Pero en Atenas el maestro balcánico sabía lo que tocaba. Y no era el rencor. Zeljko habló del trabajo duro y de lo mucho conseguido por un tipo al que nadie ha regalado nada en las pistas y supo reinventarse tras su frustrado paso por la NBA. Al otro lado del Atlántico se lo perdieron, aquí le disfrutamos.
Dicen que son quienes tenemos en frente los que pueden hacernos mejores o peores. La gesta de Spanoulis pasará a los anales al conseguirse a través de un igual, alguien por el que su colega griego siempre ha profesado un sincero respeto. Navarro hizo verdaderos milagros por todas las pistas, volviendo a convencernos de que el baloncesto es un deporte de cinco contra cinco... y, en contadas ocasiones, un solo tipo es capaz de cambiarlo todo.
Con el tiempo, incluso los peores recuerdos se endulzan. Aquel pasito atrás para engañar a Marcelinho Huertas y privarnos de pasar esas semifinales. Ahora, verlo visitar el Palau es paladear algo especial, sabiendo que, desafortunadamente, cada vez la luz tras el túnel se ve más clara. Muchas asistencias, triples y suspensiones de infinita sangre fría. Incluso un extraterrestre como Luka Doncic calificó al capitán escarlata como leyenda.
Disfrutemos. Quedan más noches para verle engordar su formidable estadística. Incluso cuando sea contra un rival al que tenemos gran simpatía y queramos que falle el tiro, un pequeño demonio de Larisa nos susurrará al oído y diremos con él: "Come on, Vassilis, go for the kill".
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
- https://www.eurohoops.net/en/euroleague/995641/vassilis-spanoulis-becomes-the-all-time-euroleague-scorer/
- https://www.abc.es/deportes/baloncesto/20150515/abci-cronica-cska-olympiacos-201505151913.html
- https://www.talkbasket.net/29633-vassilis-spanoulis-on-juan-carlos-navarro-respect
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