martes, enero 14

Fue el momento. Su momento. Uno por el que había estado trabajando desde pequeña. Un triple áxel ejecutado a la perfección, la maniobra única que ningún jurado, por tirria que le tuviesen a su estilo o vestimenta, podría negar. Corría el año de 1991. En aquel momento, Tonya Harding, la patinadora nacida en Portland, debió pensar que el mundo, al fin, era suyo. Criada en un hogar problemático, toda su carrera parecía jalonada de obstáculos adicionales. Desde entonces, su biografía iría de la mano de aquella hazaña. Su futuro deportivo parecía inmejorable. Nadie, ni siquiera su peor detractora, habría imaginado otro hecho que se ligaría a su leyenda para siempre. 



Si hay una vida paralela a Harding es la de su colega/rival Nancy Kerrigan. Ambas mujeres fueron escalando en su disciplina desde niñas sin que nadie les regalase nada. En muchos sentidos, hubieran podido ser consideradas potenciales amigas. Al principio, Kerrigan veía regateadas sus puntuaciones por su forma de vestir, valorada como ruda o poco femenina. No obstante, además de exquisita patinadora, Kerrigan supo transformarse, añadir la elegancia que los estereotipos exigían para acompañar a su talento. Incluso en sus mejores momentos, Harding siguió exhibiendo un estilo musical y de vestuario aparte. 



Un halo de tragedia griega ligó sus destinos. Todo queda muy bien explicado en The Price of Gold (2014), dirigida por Nanette Burstein, un documental deportivo que analiza cómo la disputa de estas dos deportistas elevó las audiencias del patinaje artístico a unos niveles inconcebibles apenas unos años atrás de su irrupción. Ideal para el negocio. Pensemos en el Magic contra Bird en la década de los 80 de la NBA, sin ir mas lejos. Claro que en las disputas entre Celtics y Lakers jamás sucedió algo como "el incidente", aquel escándalo del que Harding nunca podría escapar cuando se hablase de ella.


Desde su estreno, la excelente película Yo, Tonya (2017), volvió a colocar en el punto de mira el aspecto más oscuro de la carrera de alguien que pasó de promesa contrastada a villana a la que encantaba odiar a todos los Estados Unidos. En 1994, Nancy Kerrigan estaba entrenándose en el Cobo Arena, ciudad de Detroit. Al finalizar la práctica, un individuo la atacó con una barra de hierro y le provocó una terrible lesión. La investigación del crimen, plagado de torpeza y cotidianidad digna de un criminal de la serie Fargo, terminó implicando de forma clara al por entonces marido de Tonya, Jeff Gillooly.




Un delito absurdo donde cobró mucho protagonismo una personalidad peculiar, Shawn Eckardt, cuyas filtraciones fueron salpicando incluso a la propia patinadora de la que era una especie de guardaespaldas. Harding siempre negó su implicación, aunque terminó admitiendo que, luego del suceso, sí encubrió a su por entonces cónyuge. Sea como fuere, la opinión pública no tenía dudas de que era la verdadera responsable de lo acontecido para quitarse de encima a una de las adversarias que le podían discutir plaza y estrellato olímpico.



Un gran acierto de la obra de Burstein es revindicar a la figura de Kerrigan. El brutal asalto sufrido y la sensación de quedar indefensa habrían sido excusas más que legítimas para no volver querer regresar al hielo. De cualquier modo, la oponente de Harding demostró una dureza mental increíble y que la llevó a protagonizar un regreso donde no solamente exhibió talento, también una capacidad de recuperación psicológica fuera de lo común. Su medalla de plata en los Juegos Invernales fue un tremendo éxito, aunque todavía hoy se debate si el jurado no mostró falta de sensibilidad por la presión añadida sufrida y debió hasta quedar por encima de la brillante ganadora, Chen Lu.


"She´s a princess. I´m a piece of crap". Una dura y elocuente frase de Harding que refleja muchos fantasmas internos. Lo cierto es que poseía todos los ingredientes para haber sido incluso más de lo que ya consiguió en las pistas de patinaje. Su falta de asunción de errores propios (algo que su biopic capta con sutileza e inteligencia) contrasta con la estabilidad de Kerrigan, especialmente para superar las secuelas físicas y mentales que dejó el horrible suceso.



Hay un artículo maravilloso a cargo de Jordan Lauf (enlazado al final de esta pequeña entrada) donde se exploran los sentimientos de sendas competidoras. Una sensación de hastío parece recorrer las declaraciones de Kerrigan, las propias de alguien que espero una disculpa o aclaración hasta que dejó de precisarla. Tonya fue forzada a abandonar uno de sus campos liberadores, aquel lugar donde su talento afloraba y podía dejar cosas atrás.



Finalmente, el precio del oro deja ese incómodo presentimiento que nos resta cuando sospechamos que un gran talento ha sido desperdiciado.



ENLACES DE INTERÉS:



Jordan Lauf: Tonya Harding y Nancy Kerrigan



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.amazon.com/-/es/Tonya-Harding/dp/B00I9VJ2KQ



https://www.imdb.com/title/tt5580036/



https://eu.detroitnews.com/story/sports/other/2017/03/31/nancy-kerrigan-tonya-harding/100198318/