Never shall me down

Llegar es fácil, lo difícil es mantenerse. Se trata de una frase traicionera que en el mundo del deporte de alta competición imprime un pragmatismo frío casi espeluznante. Conseguir alcanzar la cima es sumamente complicado, de hecho, muy pocas personas logran tocarla en alguna ocasión. Dentro de esa nómina privilegiada, quienes consiguen perpetuar su nombre es todavía más escasa. En la sucesión de hazañas que está dejando para el bádminton español, corremos el riesgo de perder la perspectiva. 

Una prolongada lesión llevó a la onubense a perderse meses fundamentales de competición. Su rodilla maltrecha fue algo así como una vuelta a la realidad para su afición. Lo normal es que no todo salga bien rodado y a pedir de boca. Incluso es más frecuente perder que ganar. La legendaria jugadora volvió, como es humano, con menos prestaciones iniciales que cuando lo había tenido que dejar. Por eso el Abierto de China fue tan emotivo. 

Caída en el ránking por la inactividad y los emblemáticos Juegos de Tokio en el horizonte. Desde septiembre ha brindado un Tourmalet de emociones que han incluido la exhibición en la India, uno de los países donde esta disciplina es casi religión. Podría afirmarse que la Internacional de Milán era una disputa competitiva "menor", haciendo uso de ese vocabulario traicionero que puede llevar a oscurecer hazañas ajenas. 

Los combates en suelo transalpino sirvieron para conseguir confianza, fuerza y volver a poner en el punto de mira la posición de cabeza de serie en el formato olímpico. Desde el duelo ante Martina Repiska hasta la gran final frente a Rituparna Das ha dejado la andaluza una sensación de dominio absoluto que es tan atípica en estas lides que volvemos a correr el peligro de darlo por sentado. 

En estos dulces meses hubo también momentos para la tensión. Durante el periplo hindú, las semifinales con Ga Eun Kim fueron de vértigo, incluso más que el choque definitivo mantenido en el cara a cara de Phittayaporn Chaiwan. Tras una dosis de mala suerte, se puede comprobar el temple de una campeona que no dudó en ceder ante sus emociones y caer en la pista con lágrimas sonrientes. 

Sierra Nevada es la siguiente ruta en la planificación de su staff técnico. Entrenar con fuerza y poniendo el punto de mira en un 2020 donde se ha ganado el derecho a volver a soñar. En el relato de ciencia ficción de esta extraterrestre que ha elevado un deporte con poca masa social en su país hasta la irrupción de ella, solamente faltaba la épica de este regreso. 

Y, por supuesto, en esa vuelta a andar vino el toque de Vietnam. Una temprana eliminación que no sería noticia... salvo porque se trata de ella. Malcostumbrada la afición a que se cuele en las rondas finales como si fuese una especie de tradición, fue volver a algo cotidiano y necesario. Apellidos como Belmonte, Nadal o Gasol hacen tener la errónea percepción de que todo es de color de rosas. Pues incluso en esos casos estelares hay compases de rutina y vulnerabilidad. 

Son interesantes los reportajes que han surgido alrededor de este fenómeno, reprochando, modestamente creo que con razón, que a nivel federativo, de cobertura y apoyo mediático esta carrera excepcional no está recibiendo todo el refuerzo que acredita. Más allá del oro olímpico, los tres campeonatos mundiales y varios hitos más, la gran oportunidad que brinda esta atleta es enganchar a toda una generación al bádminton si se juegan bien las cartas que ha proporcionado. 

En esta andadura, el retorno más esperado, sería de justicia brindarle al fin ese respaldo por tantos y buenos servicios prestados.