domingo, octubre 13

Historia de una rivalidad




Incluso en las lejanas tierras otomanas sigue siendo un partido con acento sudamericano. Que Brasil y Argentina no se quieren deportivamente hablando es un hecho. Que el resto del globo goza de esos épicos duelos es igual de certero. El veterano Luis Scola debía pensar que había pasado toda una vida desde que era un pívot puesto a prueba por su equipo, el Tau Cerámica, en suelo gallego para ver si tenía lo que hacía falta. Anderson Varejao se pegaba a él como una lapa, incluso interiores NBA contrastados perdieron los estribos ante el ala-pívot brasileño. Sin descontrolar el balanceo y la coordinación, logró una parábola perfecta que entró limpia. 



Una más en una velada de octavos de final mundialista. Corría el mes de agosto de 2010. No estaba la magia de Manu Ginóbili, tampoco la garra de Andrés Nocioni. La pizarra de Sergio "Oveja" Hernández se encomendaba con acierto a las viejas recetas que no fallaban. Pablo Prigioni y Scola se conocían de sus días baskonistas, un pick and roll de manual y letal a ambos lados de la cancha. Con años de oficio a sus espaldas, el veterano interior conocía los trucos para desestabilizar a quien fuera aprendiz aventajado en la ACB, Tiago Splitter. 



Incluso un tipo tan fiable como Leandro Barbosa se escurría y el balón le botaba en el pie para acabar en manos de Scola. Siempre él. Tanto para encontrar solos a socios como Hernán Jasen o hacerle bloqueos a Carlos Delfino. Y siempre sin dudas sobre cuándo usar la tabla. Impecable en los tiros libres y maestro al poste bajo. Los sueños de la canarinha se esfumaron porque fue uno de esos momentos donde un jugador superlativo decidió que el basket es un deporte de cinco contra cinco... donde, a veces, se gana por uno. Acompañen, si así lo estiman oportuno, en cinco momentos donde la leyenda albiceleste hizo milagros.


Un monstruo en el Pallaverde



Eran una legión forjada en acero valyrio por parte de Dusko Ivanovic con un único objetivo: el billete para la Final Four que se iba a celebrar en Moscú aquel 2005. El rival de cuartos era el peor posible, la Benetton de Treviso, escuadra ganadora y de talonario que tenía mucha experiencia en esas lides. De cualquier modo, el conjunto baskonista del Tau Cerámica llegó con el rictus serio de quien conoce su oficio. Sabedor de que la pizarra transalpina se iba a obsesionar con frenar las vías de anotación exteriores de Macijauskas, Luis Scola sentía que era su momento.



Ya no estaba Andrés Nocioni, por aquellos días en la aventura NBA. Con todo, contaba con su compatriota Pablo Prigioni, aquel tipo con el que se aburrió de hacer bloqueos y continuaciones. También un extremeño llamado José Manuel Calderón que tenía un potencial físico inusual en el basket hispano de ese tiempo. En la pintura, combinaba muy bien con Kornél Dávid, un center húngaro que las peleaba todas. En ocasiones, fallaba tiros fáciles, pero Scola se entendía perfectamente con él. Rapiñaba todos esos rechaces y sabía que su colega europeo no iba a fallarle cuando tocase guerrear.



El Pallaverde enmudeció ante lo que fue ocurriendo. Tiro a tabla tras gancho, el argentino volvió locos a marcadores curtidos en mil batallas como Marconato. Con una escuadra vitoriana encantada de abastecerle, el dorsal 4 iba enmudeciendo a la entusiasta grada italiana. 34 puntos y una exhibición coral de antología norteña. La vuelta fue durísima, con Luis volviendo a ser el gran héroe. A nadie le extrañó, semanas después, que aquel Tau eliminase a un todopoderoso CSKA en su feudo y perdiese con todos los honores ante el mejor Maccabi de Tel Aviv que nunca se había visto.


"Hubiese sido muy lindo jugar con Scola"- Kobe Bryant.



Eran los responsables de despertar al gigante dormido. En 2004, la Generación Dorada argentina sorprendió al globo al eliminar en semifinales a los Estados Unidos comandados por Larry Brown. Una escuadra con nombres como Tim Duncan o Allen Iverson. Cuatro años después desembarcó un Dream Team hambriento y con una constelación de estrellas ansiosas de tomarse la revancha, con Jerry Colangelo diseñando desde los despachos un plan de campaña que no admitiría prisioneros. En China solamente valía el oro y los norteamericanos se alegraron de tener en vísperas de la final a su antiguo verdugo.



El comienzo fue devastador. Cuatro años envejecida, la hueste de Sergio "Oveja" Hernández no contaba con las molestias de hombro de Andrés Nocioni y que Manu Ginóbili se iba a lesionar en la primera jugada. Carmelo Anthony, muñeca de oro y cabeza alocada, buscaba deslumbrar y provocar a partes iguales. Faltaban nombres vitales como Pepe Sánchez. No obstante, Luis Scola se convirtió en el faro de una escuadra menos imponente, pero igualmente orgullosa. Sacó dos más uno a pívots de la talla de Chris Bosh, mientras fintaba con gracia para evitar los tapones de Howard.



Prigioni, siempre socio en mil aventuras, seguía aplicando su pick and roll con él. Ante la mirada del mismísimo Maradona, Scola firmó una locura de segundo cuarto que llevó incluso a soñar con que era un choque disputado y no una coronación. La última mitad fue incluso más conmovedora, con el dorsal 4 luchando cada bola y sin dejarse picar por el trash talking. Es fácil sacar pecho en el triunfo. Ante la mejor USA que se recordaba desde 1992, el coloso bonaerense demostró que siempre sería un campeón sin importar el resultado.


"Rudy hizo un torneo bárbaro"- Luis Scola.



Somos muy injustos. El panorama ACB ha intentado siempre perpetuar la cantinela de que todo gira alrededor de Real Madrid y Barcelona. Eso lleva a omisiones flagrantes. Por ejemplo, la Copa del Rey 2004 tuvo una final excelsa que no contó con la presencia de ninguno de los dos gallitos. De hecho, el conjunto del Tau Cerámica que se presentó a Sevilla bajo las órdenes forjadas en hierro de Dusko Ivanovic no tenía nada que envidiarle a cualquier candidato a la Euroliga de esos días. Andrés Nocioni, José Manuel Calderón, Sergi Vidal, Macigauskas, etc. Frente a ellos tenían a un Joventut de Badalona que poseía juventud y descaro, además de la sapiencia de Aíto García Reneses, bien auxiliado por ayudantes como Joan Plaza.



Ya se hablaba en la capital andaluza de un chico de 14 años llamado Rubio que dominaba su categoría de forma insultante. Pero quien acaparó todos los focos fue Rudy Fernández, mate de espaldas incluido. En el primer cuarto osó ponerle un tapón de descaro a Luis Scola. El pívot argentino no perduró tanto en el highlight, pero hizo un duelo copero portentoso. Pese a tener a un perro viejo de olfato fino como Tabak en la pintura, volvió a erigirse en el gran señor del poste bajo de la competición.



Fue un desenlace sufrido y competido. Scola culminó con una última canasta liberadora el recital que había dado el fin de semana. No se le otorgó el caramelito del MVP, si bien estuvo elegante en rueda de prensa señalando que Rudy lo merecía por haber hecho un torneo bárbaro. Pero era raro que no lo poseyera un jugador de la escuadra ganadora. Poco le importaba, firmó el trabajo justo y necesario para llevar la hermosa copa a tierras baskonistas.


El canto del cisne



Lo de Serbia había sido una proeza. Pedir repetirlo ante Francia sonaba a algo casi milagroso. Meses atrás, Luis Scola era un nombre histórico con periplo NBA incluido, un noble guerrero que iba a conocer una cultura tan fascinante como la China y finalizar su carrera dignamente en una liga en expansión que precisaba de veteranas estrellas para enganchar a la persona aficionada. Nadie era consciente del severo plan de entrenamiento a lo Rocky Balboa del center, obsesionado con llegar a punto para el Mundial. El Oveja le esperaba con los brazos abiertos. Ginóbili, quien todo lo sabe, afirmaba que las cosas buenas pasarían por cómo llegase su amigo Luis.



Llegaba en uno de los picos de su carrera. Ante galgos como Batum, Scola era capaz de coger el rebote, cruzar toda la pista y finalizar una fácil bandeja. Si Gobert patrullaba excesivamente el poste bajo, salía hacia el exterior para convertir su lanzamiento exterior en una metralleta. ¿Y en defensa? 13 rebotes bajo tableros para espolear a los Campazzo y compañía. Sencillamente, una lección magistral de versatilidad.



Con honestidad, afirmó que llegó a pensar que ganarían a España. Si Argentina llegó invicta, fue por esfuerzo y optimismo. De hecho, una de las claves del éxito de los pupilos de Sergio Scariolo fue minimizar los devastadores efectos de Scola. Un sistema defensivo versátil y astuto que transformó el problema en solución. En lugar de pensar en qué haría la estrella albiceleste, la pizarra del técnico transalpino buscaba que fuera el jugadorazo quien se preocupase por cuál sería su marcador en ese lance, sorprendido en las ingeniosas ayudas.



Algunas voces hablaron de prodigioso canto de cisne. Nosotros, sencillamente, les emplazamos dentro de unos meses para seguir ampliando la lista de hazañas de uno de los mejores pívots que ha dado nunca el baloncesto allá por el Río de la Plata.



ENLACES DE INTERÉS:



Luis Scola contra Brasil (2010)



Luis Scola en Treviso



Scola Juegos Olímpicos 2008



Final Copa del Rey 2004



Scola semifinales Copa del Mundo (2019)



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://cadenaser.com/ser/2010/09/07/deportes/1283815704_850215.html



https://www.youtube.com/watch?v=mN2ZMd49fFE



http://www.zimbio.com/photos/Luis+Scola/Kobe+Bryant/Olympics+Day+14+Basketball/_meTMj3XwoU [Ezra Shaw, Getty Images]



https://kiaenzona.com/liga-endesa/articulos/especial-copa-del-rey-sevilla-2004-partido-completo-la-final-tau-ceramica-dkv-joventut-video-66523/



https://www.straitstimes.com/sport/basketball/basketball-marc-gasol-stars-for-spain-luis-scola-shines-for-argentina-as-their