domingo, septiembre 1

"No hay malas ciudades. Hay malos equipos"- Frank Layden, entrenador de los Utah Jazz entre los años de 1981 y 1988. 



Se rumoreaba que aquellos partidos eran una prueba sobre si la franquicia funcionaría bien en Las Vegas. La ciudad del juego legalizado parecía estar en la mente del propietario, Sam Battistone, además de ser un viejo rumor que la NBA iba a colocar allí a una de sus franquicias. No podía decirse que en aquellos momentos Utah fuese a echar de menos a sus Jazz. En ocasiones, las personas aficionadas al basket acudían al Salt Palace con bolsas en la cabeza para escenificar su vergüenza. Las tierras mormonas sabían que costaba mucho hacerse un hueco en la mejor competición de basket del planeta, pero nadie contaba que perder podía llegar a dañar tanto el orgullo. Farolillo rojo y uno de los chistes recurrentes de las aficiones rivales. No obstante, quedaban por venir años mucho mejores, unos donde la pareja formada por John Stockton y Karl Malone elevó el pick and roll a la categoría de arte. 



De cualquier modo, no es tan conocido el hecho de que antes de la llegada del dúo dinámico hubo una escuadra que empezó a escribir la historia. El primer mes de la temporada 1983/84 estuvo plagado de sorpresas. Básicamente, cada triunfo de los Utah Jazz parecía inverosímil. Acostumbrados a verles como un pequeño test para los equipos más victoriosos, de repente, algo se estaba cociendo allí. El supuesto milagro sorprendía poco a Frank Layden. El éxito de su brillante discípulo, Jerry Sloan, y su propia personalidad han alejado a este personaje del imaginario popular del basket, pero ello supone una tremenda injusticia por su aportación a la liga.  



Layden escondía bajo el humor los aires del campesino astuto a quien los grandes señores de la urbe subestiman constantemente. Rara vez en serio ante los micrófonos, siempre lograba sacar una nota sarcástica de los eventos del encuentro de turno. Pero había sufrido la campaña 1982/83 como una pesadilla, puesto que él estaba convencido de que emigrar de Utah era un error. Aquellos asientos vacíos podían llenarse si se veía esfuerzo y compromiso. Ahora que está tan de moda armar superequipos, el afable míster buscaba la química perfecta. A veces, no es conseguir al mejor jugador, se trata de hallar la pieza que complementa de forma idónea a las otras.


"Los Utah Jazz no tienen corazón"- Woody Paige, reportero de Denver.



Dominique Wikins, uno de los prodigios atléticos más codiciados por la NBA, había presionado lo indecible para que se traspasasen sus derechos de inmediato. Le daba pánico jugar en Utah. Convencido de que no tenía sentido tener a un talento que no quería estar, Layden aceptó un cambio de cromos con los Atlanta Hawks que le trajo a John Drew, un hombre de rango All Star, pero con problemas de drogadicción en el pasado. Drew fue muy responsable en su rehabilitación y agradeció a la nueva organización el voto de confianza. La tranquilidad de una ciudad como Utah le venía muy bien, además de aceptar salir desde el banquillo con magníficas prestaciones. 



Otra apuesta arriesgada fue en 1982, cuando los Utah Jazz seleccionaron a Mark Eaton. Una torre que superaba los 2´20 metros, pero casi desconocido entre los ojeadores profesionales por jugar muy pocos minutos. Pese a su atura, se le intuían bastantes carencias técnicas, pero el staff de Layden estaba deseando trabajar con él. Habría que esperar al fenómeno Roberto Dueñas para ver una evolución igual en tan poco tiempo. Aquella campaña de 1983/84, Eaton fue el líder en la estadística de tapones. Era muy disciplinado, un compañero respetado en el vestuario y poco egoísta en pista. Las piezas empezaban a encajar, sobre todo con apariciones como Rickey Green, uno de los tipos más veloces de la liga, con la mala fortuna de recalar en franquicias con bastantes veteranos fiables. Los Jazz le garantizaban minutos y protagonismo, algo que le convenció de correr todavía más en la pista de Salt Palace. 



La escuadra iba obsesionándose con el sabor de cada inesperada victoria. Tomaron por primera vez el Forum de Inglewood, algo que dejó muy satisfecho a Adrian Dantley, un anotador impresionante que no había podido brillar durante su periplo en los Lakers. Cada jornada iba con un periódico para mirar las estadísticas de sus rivales en demarcación, buscando cómo mejorar su juego. También abatieron en un partido a los todopoderosos Celtics de Larry Bird. Con el banderín de la Midwest Division ondeando orgulloso, Utah iba a los Playoffs con algunos mentideros dudando de sus agallas a la hora de la verdad. Cuando los Nuggets les robaron la ventaja de campo, Woody Paige sentenció que no tenían corazón. El entrenador de los Jazz ordenó empapelar el vestuario con ese titular.


"Todos hemos tenido tardes negras. No me importa que le pase a mis jugadores. Puedo decirles que no pasa nada, que lo han dado todo pero no les han salido las cosas. Eso sí, cuando no son capaces de mirarme a la cara porque no se han esforzado lo bastante, para mí han fracasado"- Johan Cruyff, Mis futbolistas y yo.



Con una motivación increíble, los Jazz lograron devolver la serie a Utah, donde respaldados por una grada pletórica pudieron festejar su primer triunfo en eliminatoria. La hazaña era muy hermosa debido al calibre de algunos de esos jugadores de los Nuggets, destacando el elegantísimo Alex English, un anotador de guante blanco. El nuevo oponente fueron los Phoenix Suns, igualmente experimentados y peligrosos. Los choques en Arizona fueron de alto voltaje. Con 2-1 en la eliminatoria para sus rivales, los pupilos de Layden hicieron un desgaste brutal en el cuarto partido para recuperar el factor campo.



No obstante, Walter Davis anotó un triple imposible para mandar el partido a la prórroga. Pese a la atmósfera, los visitantes tuvieron el último tiro. De la pizarra salió una hábil sucesión de bloqueos y distracciones que acabaron con el esférico en manos de Green, veloz como una flecha. De cien veces, le entraban noventa y nueve de esas bandejas. Pero la paleta la repelió. Nuevamente, de una descorazonadora derrota surgió un espíritu ingobernable. Lanzadores como Darrell Griffith estaban en el mejor momento de su carrera, y el público no les iba a defraudar. Layden estaba convencido de que, si sobrevivían al sexto, ganarían el desempate.



Pero ya no tenían gasolina. Honrados guerreros como Rich Kelley o Thurl Bailey cayeron en el America West Arena de forma clara, pero sin entregar los estandartes. Si bien los Suns merecieron el privilegio de medirse a los Lakers del Showtime en las Finales del Far West, aquellos orgullosos Jazz distaron mucho de fracasar en aquel revés. Sin saberlo, dejaban el camino pavimentado para que Stockton y Malone elevasen a la franquicia a cotas insospechadas.



ENLACES DE INTERÉS:



The Team With Heart: The 1983-1984 Utah Jazz



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.nba.com/history/legends/profiles/adrian-dantley



https://thejnotes.com/2018/12/12/utah-jazz-officially-unveil-earned-green-jerseys-schedule/



https://www.youtube.com/watch?v=qEJv0-XA0Ck