lunes, mayo 20

Durante los últimos años, la competición de la Euroliga ofrece dos certezas. La primera es que el CSKA de Moscú llegará a la última instancia, esa Final Four por la que muchos clubes suspiran. La segunda resulta ser que a la escuadra moscovita le ocurrirá algo ese fin de semana que alejará el título de la tierra de los zares. Y es que, pese a ser una de las entidades más laureadas en el Viejo Continente, sorprende pensar este hecho: con un poco más de fortuna estos años, podrían tener cuatro o cinco entorchados más. 



La maldición del Olympiacos de Spanoulis y otras desgracias se han cebado con un proyecto ambicioso que es más fácil genere respeto en la persona aficionada neutral que admiración. Mimados por el ejército ruso durante generaciones, entrenadores como Sergio Scariolo, a la sazón en el Khimki, han dejado constancia por escrito de lo mucho que mueve el entorno de un CSKA prácticamente invulnerable en su país y con un motor económico a prueba de bomba. La jugada maestra vino el curso pasado con la unión de Sergio Rodríguez y Nando de Colo. Uno de los bases más imaginativos y asistiría al anotador casi infalible. 



Nuevamente, temporada de ensueño y costalazo para despertar. El staff técnico de Pablo Laso logró desactivar a su antiguo base canario. El Real Madrid batió a los rusos, quienes volvieron a ser acusados de ser gélidos a la hora de la verdad. En el deporte de élite suele hablarse más de lo que falta en detrimento de lo mucho logrado. Irónicamente, perder esa condición de favorito fue beneficiosa en una campaña 2018/19 donde hicieron los deberes (segundos en fase regular) y no tuvieron tantos focos como en tiempos anteriores. De hecho, los cuartos de final ante el Baskonia les sirvieron para conocer el terreno, una Vitoria que respiró basket para ver duelos espléndidos. 


El inicio de las semifinales bastó para despertar viejos fantasmas. El Madrid salió con su estilo de siempre, poco preocupado por carecer de la magia de Doncic. Sin el esloveno ya habían barrido a un peligro como el Panathinaikos de Calathes. Tavares y su colosal figura intimidaban a propios y extraños; Dimitrios Itoudis, consciente de que estaba en juego su continuidad en un club tan exigente, intentó minimizar daños con un planteamiento de desgaste. 



Todo se atemperó con la salida de Sergio Rodríguez. El ex de Estudiantes no se amedrentó ante la presión física al límite de Campazzo, dejando destellos de gran calidad. Quería demostrar que podía hacer más ante sus antiguos compañeros, quienes siempre habían sabido limitar sus aportaciones. Pero la escuadra española seguía en ventaja. Un producto de Detroit, Will Clyburn, conectó un triple al expirar el segundo cuarto para mantener las espadas en todo lo alto. El CSKA no se rendía, aunque el tempo era de un Laso que ambicionaba su tercera Euroliga. 



No se esperaba en ese clima un tercer cuarto de tormenta merengue. Los moscovitas llegaron a estar 14 tantos abajo. De Colo estaba lejos de su nivel, Causeur justificaba a quienes lo llamaban el arma más infrautilizada de los defensores del título. Entonces emergió el acorazado rojo más obrero. Hackett, Kurbanov, Hines y una distinguida compañía se dejaron la piel en cada defensa. La gélida eficacia de los aspirantes iba desesperando a su oponente, especialmente cuando llegó la falta técnica al propio Laso. Nunca perdonaron en los tiros libres. Sergio Llull, acostumbrado a momentos muy felices las últimas campañas, se cubría en una toalla en una noche de pesadilla. La revancha se consumaba y el general invierno era el superviviente. 


Previamente, asistimos a la confirmación de que el baloncesto tiene mucho de estado de ánimo. Durante meses, el Fenerbahçe ha sido el conjunto más fiable en la Euroliga, una máquina de ganar partidos y no fallar. No obstante, llegó con bajas sensibles a la cita más importante, incluyendo un Datome que es la llave de muchas cosas buenas que le pasan al campeón otomano. Por el contrario, el Anadolu Efes venía de un servicio militar duro contra el Barça de Pesic, un bonito duelo de cuartos donde se confirmó una estrella: Shane Larkin. 



Jugador con una velocidad punta digna de las balas, ha sido virtualmente indefendible. Es además el mejor socio posible para Bryant Dunston, un verdadero muro defensivo en Atenas, quien ahora ha incorporado más habilidades a sus prestaciones. Obradovic vio la mejor versión de ambos mientras sus pupilos naufragaban. La buena noticia fue llegar al descanso perdiendo por poco. Se esperaba una reacción furibunda de los Sloukas y compañía. Ataman y los suyos salieron como un ciclón, dando la sensación de que cada jugador de azul estaba en un momento dulce de forma. 



Simon o Moerman confirmaban esa sana irreverencia de un Efes que apunta primero y pide permiso después. Demasiado para un Fenerbahçe agotado. Conmovió ver a Obradovic, impecable en la rueda de prensa. Elogioso con sus rivales, agradecido con la afición desplazada y piadoso con los suyos. Sabía que era una noche rara para alguien acostumbrado a ganar. Sencillamente, sus compatriotas les superaron en todos los planos posibles que se pueden dar en un partido de basket. Y como el campeón que es lo reconoció. 


El Madrid se llevó la tercera plaza de forma merecida ante un Fenerbahçe ansioso de olvidar. Vitoria aguardaba el partido del año en Europa. Las expectativas no quedaron defraudadas cuando los dos contendientes anotaron casi todos sus primeros tiros. Paulatinamente, el CSKA iba sacando su tremendo fondo de armario. Cada jugador que salía contribuía y era perfectamente consciente de qué le demandaba Itoudis.



Hubo instantes de segundo cuarto donde los moscovitas parecían capaces de romper el encuentro. En otras condiciones, habría llevado a euforia y relajación. Pero aquellas remontadas de las bestias del Pireo estaban en su cabeza, los rusos jamás bajaron el pie del acelerador ni dieron por sentado que el Efes se iría. Con un entusiasmo contagioso, Larkin anotaba, asistía y lideraba emocionalmente. Sus compañeros le seguían con determinación casi fanática.



El duelo fue precioso. Larkin y Dunston se disfrazaron de Kobe y Shaq. Clyburn iba cocinando a fuego lento su MVP, con canastas decisivas y el rictus concentrado de la Motown. Fue el CSKA más obrero, uno donde Kurbanov, Hines o Higgins parecían homéricos. Nadie dio tregua ni se pidió. En el fragor cada uno tuvo su momento de gloria, si bien lo mejor fue un último cuarto donde los de Itoudis se pusieron a prueba ante sí mismos y sus antiguos reveses. 



Lo superaron con nota y siendo un bloque. Sin restar ni un laurel a Rodríguez y De Colo, aquella era la victoria de un colectivo, solamente así se explica el no sucumbir ante un Larkin en estado de gracia. El genio también cometió errores como una penetración acelerada cuando todavía quedaba tiempo para madurar la jugada. Tal vez su primer fallo en meses.   



Solamente restaba celebrar, la liberación de un equipo tan favorito que siempre está en la frontera con la decepción. Muchos espectros quedaron derrotados en Vitoria. El CSKA volvía a reinar en Europa y nadie podía negar que tuvieron más corazón que nadie en la F4. 




FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



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