domingo, noviembre 4

Somos la generación del "me gusta" y "no me gusta". Cada mañana leemos de forma apresurada los principales titulares de heterogéneas cuestiones sin profundizar. La serie que ayer estaba de moda pasa a ser obsoleta en cuestión de instantes. Nada escapa a un consumo apresurado y donde la siguiente parada es la más importante. Eso ocurre asimismo cada madrugada en la NBA, una liga vertiginosa donde la frontera entre el fracaso y el éxito no admite tintes grises. Por ello fue tan importante esta noche de Halloween donde, al fin, el pabellón de los Wolves se pudo tomar un respiro para apreciar algo especial. 



"He´s on fire" fue lo primero que dijeron los comentaristas. Sin duda, estaba encarando con descaro. No le importaba chocarse con Ricky Rubio, el base catalán que tan bien conoce la grada de Minnesota por haberle disfrutado. Tampoco le importaba tener una montaña como Rudy Gobert, le bailaba con descaro y amagaba para lograr hacer sus entradas. En resumen, Derrick Rose estaba viajando en el tiempo, invadiendo de nostalgia la pista. 



Probablemente, nos regalaba una estampa de no hace tantos años que hoy parece lejana. Los jóvenes Chicago Bulls desafiaban el poder de Lebron James y sus Heat, con compañeros de la talla de Wade y Bosh. Rose era la estrella indiscutible de la Ciudad del Viento hasta caer en una lesión que acabó con las esperanzas de alcanzar el trofeo de la conferencia Este. Sin embargo, lo realmente grave de aquel hecho fue que llegó a peligrar su continuidad en el campeonato. 


Por eso, todos los focos se iban poniendo en él de forma paulatina. José Manuel Calderón, el base extremeño que se ha labrado un lugar al otro lado del Atlántico a base de esfuerzo, recordaba los sinsabores por los que habría pasado el héroe de la noche. Muchos le habían dado por acabado. La memoria en el deporte profesional está deshumanizada en su bipolaridad. Un buen partido te lleva al endiosamiento más absurdo y un revés arrastra al olvido más injusto. 



Luminarias como Stephen Curry, gran azote de defensas en la liga actual, y mitos como Kobe Bryant dejaron constancia de haber disfrutado enormemente del show. Lebron James, testigo de su fatídica caída, le dedicó unas emotivas palabras. De igual manera actuó su auditorio, una grada entregada a sacar sus móviles para inmortalizar a su crack que renacía, quien lanzaba un grito de alivio y liberador tras lograr un sufrido triunfo ante los Utah Jazz. 



Tras el tiro libre llegaron las lágrimas. Incluso un guerrero como Derrick necesitaba un descanso tras batallar toda la noche. Parecían siglos desde que fue nombrado MVP de un torneo que le abría un futuro inmejorable. Apenas eran unos años en realidad. Pero la espera se hizo larga. Además, llegó en el momento justo para sus camaradas, con la baja de Jimmy Butler.


Por desgracia, pronto despertamos del sueño. Fue en la siguiente oportunidad, visitando nada menos que el Oracle, ese templo donde Kevin Durant, Curry y cía van de exhibición en exhibición. La derrota de los Wolves fue lo de menos. Lo que fue una jarra de agua fría era la noticia del regreso de las molestias en el tobillo izquierdo. Rose apenas estaba para unos minutos en la cancha. Tras los 50 puntos y titulares en los medios volvía el malestar físico.



Queda volver a remar. En su born again sin descanso que caracteriza esta etapa de su carrera, el base no tiene medio a ensuciarse las manos. Trabajará duro, entrenará y volverá a poner sus límites a prueba. Ahora tiene algo que suma su fuerza de voluntad. Ese día frente a Utah con 19 de 31 tiros de campo, incluyendo 4 de 7 triples.



Luchará por volver a nacer como la estrella que es. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://twitter.com/Juanlu_num7/status/1058012196876234753



-http://www.nba.com/article/2018/10/31/nba-players-react-derrick-rose-50



-http://www.startribune.com/starters-log-first-half-minutes-in-timberwolves-preseason-victory-over-warriors/494717001/