lunes, noviembre 12

Turkmenistán aguardaba. Un país de encrucijadas en la misteriosa Asia Central, un lugar con un destacado peso del desierto y el encuentro de civilizaciones. Para una persona europea típica, sería el típico destino vacacional interesante y exótico, donde explorar y tener el lógico recelo ante lo que es desconocido. Para la atleta Lydia Valentín ha sido algo más, la ocasión para volver a ponerse a prueba en una disciplina que domina como pocos lo han hecho antes. 



Tal vez con lo que no contaba una roca como ella era con ese grito de auxilio. Llega un momento en que los deportistas más preparados saben escuchar a su cuerpo antes de que pase lo inevitable. Y la leonesa intuyó que sus hombros estaban a punto de decir basta. Cuando la mayoría de sus competidoras trataban de reducir peso, su staff técnico y ella decidieron aumentar la masa muscular para protegerse. Un cambio en la envergadura que esperaban haber acanzado cuando disputasen el campeonato del mundo. 



Por supuesto, se pagó un peaje. Durante dos semanas notó sus articulaciones doloridas. Por ello, su apuesta estaba clara: buscar los 130 kilos como la tierra prometida. Hasta aquel momento, el mejor registro de un deportista venido de la Península Ibérica era el bronce de Josué Brachi en la modalidad de arrancada. En un torneo que estaba perdiendo crédito por varios escándalos de dopaje, era precisa una heroicidad homérica para recuperar credibilidad. 


La primera cosecha fue magnífica. Solamente Daryas Naumava (Bielorrusia) y Tamara Salazar (Ecuador) rindieron mejor en con 137 kilos. Lydia no había podido superar los 135 que ella misma se había marcada para el primer intento. Un podio más que meritorio que, lógicamente, habría dejado bien saciada la competitividad de cualquiera. 



Cuando todas las vistas se posan en ella, hay una mirada particularmente interesante. La de Matías Fernández, el entrenador que ligó su destino al de la joven promesa hace tantos años. Juntos intentan un combate épico, más si cabe en una disciplina de popularidad minoritaria en el país como la halterofilia: el paso del tiempo. Esa capacidad de dar un esfuerzo más cuando parece imposible. 




"Constancia y capacidad para mejorar", palabras que parecen sencillas y de eslogan. Fácil de decir y muy complicadas de ejercer. Más cuando ha existido una larga espera y que el tiempo diese la razón ante el dopaje institucionalizado que se descubrió por parte de algunas de las naciones más competitivas.


Medallista olímpica, tetracampeona de Europa, ahora mundialista, etc. Dio igual que compitiese en una categoría que no era la suya. "Lo tengo todo ya" llegaría afirmar con la sonrisa cómplice de quien es consciente de que toda la cosecha es el resultado de un largo camino andado, el sendero de tomarse su pasión con toda la seriedad posible. 



Deshi Basara. Un grito interno que ha ejemplificado este renacer de una leyenda deportiva que no está cansada de re-inventarse de una forma constante. Homero llamaba a Héctor "el domador de caballos". No es descabellado pensar que Valentín merecía como levantadora de pesas el título de "hacedora de récords". 



Queda esa última imagen antes de hacer su gesto característico de la victoria. Esas décimas de segundo donde estaba la percepción del riesgo de romperse. La guerrera leonesa sabía que daba el salto sin red. El resultado ya lo conocen. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://somosolimpicos.com/deportes/halterofilia/cuarto-puesto-y-record-de-espana-para-lidia-valentin/



-https://www.levante-emv.com/deportes/2018/04/01/lydia-valentin-espiral-infinita-exitos/1698356.html



-https://www.elcorreo.com/deporte-femenino/otros-deportes/lydia-valentin-nuevo-20181108160225-nt.html