domingo, octubre 7

The Shot




Fue la estampa de la liga. El sello de marca más codiciado por zapatillas, video-juegos y camisetas. El dorsal 23 en color rojo y blanco, el símbolo del momento más glorioso de los Chicago Bulls. Transcurren los años y sigue generando debates bizantinos entre generaciones. Cada hazaña de Lebron, como antes sucedía con Kobe, lleva a argumentar si alguien podrá acercarse siquiera a comer en la mesa de la deidad que cambió las reglas del juego del basket: Michael Jordan. 



Aunque apene pensarlo, ya hay más de una camada que no pudo ver al chico formado en North Carolina bajo la tutela de Dean Smith en directo. Queda el highlight, la batallita y el enlace a youtube. Eso sí, perdura lo clave, ese lanzamiento para matar el sueño de los mejores Utah Jazz de todos los tiempos, junto con aquel vuelo sin motor para hacer lo propio con unos Cleveland Cavaliers estelares derrotados por un solo hombre en una noche que nunca olvidarán quienes lo presenciaron. 



Estar en el instante era el momento para percibir la insultante sensación de dominio. Jordan llegó a hacer llorar a rivales y compañeros por sus defensas asfixiantes. Incluso el sagrado Garden se frotó los ojos aquel día que Larry Bird pensó que no podía estar ante un simple mortal. MJ perdió el partido pero dejó claro que sería todo aquello que pretendiese. All Star perenne, MVP, mejor defensor, anotador, coleccionista de anillos, el mejor matador, etc. 



La herejía imposible




No respetar el legado del pasado es síntoma de poca perspicacia. Echar un vistazo atrás para saber qué sucedió antes de que llegásemos nosotros nunca es un ejercicio estéril. Muchas personas que veneran a estrellas actuales y no se molestan en buscar en la hemeroteca ignoran que precisamente sus referentes tuvieron pósters del 23 o, como Chris Webber, lanzaban sus calcetines a la papelera de casa mientras emulaba la cuenta atrás del reloj de posesión. Por ser como Mike. 



En el otro extremo estuvo el cierre. Aquella persona aficionada que nunca más quiso volver al patio del recreo. La NBA no murió en aquel Jazz-Bulls de 1998. Tampoco en esa emotiva despedida en 2003 de Su Majestad ante los Sixers de Allen Iverson. Siguieron existiendo mitos, eliminatorias trepidantes y es una pena perderse todo eso por sumergirse en un pasado nostálgico negacionista. 



Incluso en su tiempo hubo sana discusión. ¿Acaso Larry Bird o Magic estaban tan lejos? Sin las dos leyendas no se explica el futuro impacto de la estrella de la función en Space Jam. Los dos genios de la pista mantuvieron el producto para que llegase la leyenda con la lengua fuera para elevar el baloncesto al tráfico aéreo. Recordar al tipo que ganó las seis finales que disputó siendo MVP (y eso compartiendo vestuario con Pippen, Kukoc, Rodman, etc.) no es óbice para respetar la actualidad.

  
"Y eso que Patrick era uno de mis mejores amigos en la NBA"- Michael Jordan.



Responder cómo era en la cancha resulta fácil. Jordan nunca hizo prisioneros en la pista. Daba igual ser una torre como Mutombo o un ágil base de la talla del lenguaraz Gary Payton. Ningún pique quedaba sin respuesta, rara afrenta individual, real o imaginaria, quedaba perdonada. El objetivo fue ser el mejor a cualquier precio, en resultados y estética. Un gen competitivo enfermizo que llevó a un perfeccionamiento inusual, bendecido por esas manos que Phil Jackson calificó que valían mil fortunas. 



Incluso Pippen sufrió la feroz exigencia hasta que se demostró a sí mismo y a todos ser el lugarteniente más competente jamás visto. Incluso un caballero como Clyde Drexler vivía en sus carnes la obsesión de Michael de medirse a él porque algún periodista osó decir que el mito de los Blazers era mejor escolta. Algunos entrenamientos en la selección y la Ciudad del Viento fueron más duros que los partidos. El 23 buscaba ir cambiando de equipo para remontar con los que estaban perdiendo. 



Sixto Serrano, periodista pionero en castellano más allá del Atlántico, recordaba al Jordan primerizo, un chico encantador de gran sonrisa y trato afable con la prensa. Un tipo sensato cuyo amor por el basket lo llevó a alejarse de las tentaciones (especialmente la droga) que estaban aniquilando a muchos talentos, incluso en su escuadra. Hoy, es más que una persona individual, lo cual también tiene su precio. Ya en su auge al estrellato algún compañero de vestuario lamentaba en silencio que por cuidar su popularidad global no diese alguna opinión que se saliese de lo políticamente correcto. 



Teresa Edwards dijo que era lo más cercano a la perfección. Si la matrícula de honor existe en un deporte plagado de errores, él fue el alumno más aplicado. Sus suspensiones llegaron a tener tal grandeza que era bonito hasta cuando no entraban. Decía Antoni Daimiel que entraba poco en ese rincón de la memoria reservado a la dinastía de Chicago. Pero que siempre que lo hacía se confirmaba su impresión de que fueron irrepetibles. 



Es inminente otro curso baloncestístico en la NBA donde vamos a disfrutar mucho. Pero también es otro sin la alargada sombra del 23. Nadie es insustituible, aunque hay gente que es importantísima en su profesión. La Tierra sigue girando pero los días parecen un poco más grises y menos especiales en su ausencia. Nos queda esa máquina del tiempo de la memoria, las crónicas y los vídeos de aquella estampa elegante de ese señor rapado que nos hizo creer lo imposible.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://exnba.com/articles-news/jordan-1998-playoffs-jersey-sold-for-nearly-170k/



-http://www.marca.com/baloncesto/nba/album/2018/01/31/5a71b7c7e5fdea875d8b466a_24.html



-https://www.basket4us.com/nba/patrick-ewing-descubre-lado-oscuro-michael-jordan-188512