domingo, septiembre 9

"Manu Ginóbili es un fenómeno"- Kobe Bryant.



Eran una llama gloriosa que se iba extinguiendo con calma. Atenas presenció un milagro. La mejor camada de basket argentino de todos los tiempos dio su paso definitivo para alcanzar el nombre con el que pasaron a la Historia: "La generación dorada". Los protagonistas de aquel oro fueron unos fenómenos incomparables. Sin embargo, toda la escuadra estaba de acuerdo en una cosa: el distinto era Manu. El potrero que jugaba al baloncesto, el hombre de la canasta milagrosa ante Serbia, precisamente sus verdugos en una de las finales mundialistas más tensas que se recuerdan. 



Por unos instantes, la sensación de que esa gloria iba a ser para siempre llevó a los panelistas a afirmar "Tenemos a Estados Unidos de hijo". Oído al parche, Manudona corrigió a un compañero que empezó a seguir el juego del chiste: "No digas boludeces". Las personas inteligentes se previenen ante el éxito y el fracaso. El crack argentino era consciente de ellos irían haciéndose mayores y el poderoso vecino haría uno de sus clásicos desembarcos de astros NBA para tiranizar con su talento y preparación física. 



Por eso aquel segundo cuarto en las semifinales londinenses fue tan importante. Consciente de que era un imposible, el enérgico escolta  dejó alguna de sus suspensiones y regates para rozar igualar el marcador. Fue una estampa que nos recordó a años atrás, cuando las piernas respondían, el equipo albiceleste era joven y tenía el cielo como límite. Los restantes veinte minutos fueron un monólogo norteamericano. Pero Kobe Bryant y sus compañeros fueron a abrazar a Ginóbili, conscientes de que pertenecía por derecho propio a sentarse en su mesa. 


"La gente dice que Manu es el Messi del basket. En realidad, deberían decirlo al revés"- Lionel Messi. 



Corría el año de 2003. El Álamo aguardaba otra gran batalla. Pero había nervios. San Antonio llevaba dos Playoffs tropezando con aquella piedra; de hecho, era tan potente que Popovich, cuando acabó aquel ciclo, comparó la ruptura de los pupilos de Phil Jackson con la disolución de la Unión Soviética. Kobe Bryant y Shaquille O´Neal prestaban poca atención a la ventaja de campo de los Spurs. Como afirmaba Santiago Posteguillo de los veteranos del ejército de Aníbal, el dúo mortal ya no veía adversarios: simplemente eran jugadores eliminados que no sabían que lo estaban todavía. 



El guión del primer partido fue previsible. Ligeras ventajas locales, aunque con la supremacía física de Shaq y algún chispazo de genialidad de Kobe bastó para un desenlace igualado. Incluso una máquina infalible como Tim Duncan erró algún pase fácil. Entonces sucedió. El mate de un novato que creía estar en una pachanga en lugar de luchando por el anillo. Ya era de los favoritos de la grada, pero aquella acción de magia en un partido tan tosco fue agua de mayo. Mucho tiempo después, otra volcada suya, en esta ocasión en la venganza ante los Heat en las Finales, volvería a confirmar que hay pasiones que son para siempre. 



Quedaba claro que había fuego en él. Pops lo supo, si bien no se entendieron desde el principio a la perfección. El sargento de hierro sabía lo que podía dar aquel soldado y no iba a tolerar ni una frivolidad. Eso sí, tras las finales de 2005 ante su amigo Larry Brown, tras siete agotadores juegos contra los formidables Pistons, el míster viajó a Bahía Blanca para degustar excelentes vinos y por el simple hecho de que "Quiero conocer el sitio donde se formó Manu". Desde entonces, se entendieron sin necesidad de intérprete. El crack argentino entendería temporadas después por qué era tan importante que aceptase ser sexto hombre, en unos años donde más de cincuenta triunfos por curso era marca de la casa.


"Este es el crack. Sin duda alguna"- Sergio "Oveja" Hernández.



Fue el golpe más duro que San Antonio había conocido en muchos años. Para un proyecto tan sólido como el de los Spurs era un palo caer en primera ronda. Más si se habían logrado previamente 61 triunfos en temporada regular y te enfrentas al octavo del Oeste. Siempre cuerdo, Manu Ginóbili avisaba a navegantes para desmitificar lo que parecía no tener explicación. Había sido el mejor de los texanos en la serie, incluyendo una canasta desde mitad de pista para ver mil veces al finalizar el tercer cuarto del día de la eliminación.



Simplemente, los oseznos de la tierra de Elvis fueron de menos a más todo el curso baloncestístico, mientras que ellos hicieron justo lo contrario. Marc Gasol y Randolph fueron demasiado para unos veteranos que se dejaron demasiada gasolina antes de mayo. La confesión, atípica y sincera, escondía que el argentino se sentía el máximo responsable. Él había convencido aquel año de 2011 a Pops para intentar apretar más el paso al comienzo de curso cuando la velocidad crucero era la seña de identidad del club. Lejos de alejarles aquello, esa dura derrota no fue el final de la etapa. El entrenador agradeció el compromiso y trazó un nuevo rumbo donde su escolta tendría un papel destacado.



Conscientes de que Duncan era el ala-pívot total pero que ya tenía una edad, el equipo se hizo menos rocoso y empezó a apostar por el pase como compensación. Que corriera el balón cuando las rodillas dijesen basta. Una partitura fenomenal para un Ginóbili excelente en ese apartado del juego, además de para fichajes acertados al máximo como Boris Diaw (otro jugón que nos deja). Aquel día en Memphis no fue un canto de cisne, era el renacer de un Fénix.


Sucedió en Bahía Blanca



Es un lugar muy especial para la cultura del basket argentino. Allí comenzó la leyenda que hoy nos ocupa. Pero hay más cantera por esos lares. Por ejemplo, ha sido un guiño del destino que "Pancho" Jasen, jugador clave en el feliz Estudiantes de comienzos del nuevo milenio, decidiera colgar las botas por esas mismas fechas. Amigos y compañeros de generación, Jasen era uno de esos currantes que siempre encuentran acomodo en los equipos, dispuestos a hacer lo que precise el club. Otros compañeros privilegiados de puesto le impidieron ser más regular en el combinado, si bien acudió presto a cada opción que se presentaba en torneos internacionales. 



Desde su etapa en aquel todopoderoso Kinder de Bolonia que impidió a un formidable Tau llevarse el premio gordo en Europa tras cinco encuentros, Ginóbili ha sido un apellido de últimas instancias. Uno de los que no se movían de la foto porque siempre estaban preparados, mentalizados y con ganas de jugar. Y de divertirnos. Pero no se equivoquen, su mentalidad era la misma que la de su amigo Pancho. Si algo se lleva de todos estos años en la cima, es el placer que se obtiene cuando se dejan al lado las estadísticas individuales y se sirve al conjunto de forma altruista. Dos finales de videoteca frente a los Miami Heat de Lebron, Wade y Bosh son el máximo testimonio de esa grandeza.



Su condición de All Star se avalaba por su manera de romper tobillos y pases picados dibujados con maestría por su mente. "El Narigón" siempre llevaba una sonrisa. De cualquier modo, sus dos presencias en el evento parecen escasas (en el contexto del nivel impresionante del jugador, cualquier estrella que haya estado allí aunque sea una vez ya ha logrado un hito). Precisamente a su generosidad hay que echar la culpa de esa circunstancia.

  
"Habrá que estar pendiente de qué trama en los próximamente. Manu no se parará aquí"- Fabricio Oberto.



En ese triunvirato (póngase en pie, por favor) de Dunca, Parker y Manudona, San Antonio vivió la alegría de las estrellas generosas. Nunca nadie pidió aparecer antes en los créditos y disfrutaron cada uno con las habilidades de los otros. Ni mezquindades de MVPs ni galardones individuales se cruzaban en el objetivo de que San Antonio siguiese donde merecía estar: en la élite de la NBA durante dos décadas. 



Una muestra perfecta la tuvimos una noche dura para su escuadra. Los hambrientos Warriors estaban dominando a los Spurs. Corría el último cuarto. Pau Gasol acudía al bloqueo sobre Livingstone y GinóbilI no tuvo otra ocurrencia que hacer un caño a West. Sin ningún ánimo de despreciar al rival. En realidad, la única forma de avanzar hacia el aro en una maraña de piernas. Incluso Curry y Durant se sonreían. El olor genuino del regate del potrero en la mejor liga del mundo. 



Un tipo ubicado que jamás ha hecho regalos a la tribuna para lograr el aplauso fácil. Cuando era deporte nacional arremeter a Messi por pecho frío, lo defendió porque él sabe muy bien lo relativo del éxito y el fracaso. Al regalar una entrevista a Maradona, se comportó más como un genuino fan de la mano de Dios que como el Sol naciente que quiso ser Pompeyo ante Sila. Ante el tópico del deportista cabeza hueca, Ginóbili cuida su reputación en redes sociales con mensajes medidos e inteligentes, mostrando inclinaciones por campos como las matemáticas. 



Manu, qué bueno que viniste.



BIBLIOGRAFÍA Y ENLACES DE INTERÉS:



- ESCUDERO, J. F., Manu Ginóbili y el milagro argentino, Ediciones JC, Barcelona, 2015.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.zimbio.com/photos/Kobe+Bryant/Manu+Ginobili/Olympics+Day+14+Basketball/j_or6olPkeG



-http://www.davidestrada.com/nbamatchup/links.html



-https://www.clarin.com/deportes/basquet/Ginobili-sensaciones-final-decepcionante_0_rkXZyZXpvQg.html



-https://www.si.com/nba/photo/2018/08/28/manu-ginobili-retires



-https://www.infobae.com/deportes-2/fotos-100/2018/08/27/las-33-fotos-que-recorren-la-exitosa-carrera-de-manu-ginobili/