lunes, julio 9


"Mi hija pequeña tira mejor que tú, tus porcentajes de triple son de risa". Las palabras audaces del reportero tardaron poco en ser devueltas. Kobe Bryant explotó ante la grada californiana del Staples Center con 12 lanzamientos de tres convertidos. La víctima fueron los dinámicos Sonics de Gary Payton y Ray Allen, quienes volverían a sufrir al escolta angelino en su visita a Seattle. Dos chispazos de una campaña 2002/03 en la que Los Ángeles Lakers hubieron de recurrir a su joven talento surgido en Philly para superar los continuados problemas físicos de Shaquille O´Neal, su poderoso pívot y MVP de las tres anteriores finales. Doblando la mano de la muralla china de Yao Ming para un mate de concurso, Kobe dejó una estampa inolvidable, reflejo de que el escudero de lujo de Shaq estaba más que capacitado para coger las riendas del equipo mientras se producía la recuperación, obteniendo un triunfo de prestigio ante los Houston Rockets en la prórroga.  



Fue un curso muy duro para los tricampeones de Phil Jackson, debido a las continuadas lesiones. Bryant se multiplicaba (hasta el punto de amenazar récords que Michael Jordan y Wilt Chamberlain tenían en propiedad casi feudal) y era aspirante al galardón de Jugador Más Valioso; aunque eso bastaba para vender entradas, era insuficiente para garantizar un buen balance en un Far West feroz y competitivo. Algunos veteranos de mil batallas como Robert Horry acudieron al rescate con un triple agónico en LA frente a los Indiana Pacers de Reggie Miller. Sonriente, Big Shoot Rob restaba importancia al asunto. Superviviente de los Rockets bicampeones de los 90, Horry siempre decía que su trabajo era hacer esos tiros y que, si fallaba, las culpas irían para Shaq y Kobe. Una sabia y relajada actitud que aún le depararía alguna desagradable sorpresa dicho año. 



Con O´Neal recuperado justo a tiempo, los defensores del título lograron imponer su experiencia ante un equipo con ventaja de campo, los Minnesota Timberwolves de un Kevin Garnett que entonces tocaba el cielo con las manos. Los pupilos de Flip Saunders se defendieron durante seis encuentros, pero la combinación de O´Neal con Bryant seguía sin encontrar fórmula que los detuviera. Con tiros milagrosos, el escolta minaba la moral de sus adversarios, quienes bastante tenían con sobrevivir al mastodóntico center. Superados los lobos de la tierra de los hermanos Coen, las semifinales les traían a unos viejos conocidos, los San Antonio Spurs, quienes habían "birlado" el número 1 del Oeste a los Dallas Mavericks en el último segundo de una dura pugna de 82 partidos.



San Antonio y la escuadra californiana se odiaban, sencillamente. Odio deportivo, esa mezcla de tirria y admiración disimulada que suele producirse entre conjuntos muy igualados. Desde el desembarco de Phil Jackson durante el verano de 1999, los Spurs olvidaron el sonoro 4-0 que habían infligido a los de púrpura y oro en su viaje al primer anillo de la franquicia texana. De hecho, Kobe y Shaq, complacidos en el triángulo orquestado por Tex Winter (el Maharbal del Maestro Zen), habían ganado 8 de sus últimos 9 enfrentamientos en postemporada contra los de Popovich. Con muchas bazas a su favor (fundamentalmente, una sólida defensa y la pareja formada por David Robinson y Tim Duncan), los Spurs seguían mirando con recelo a sus oponentes. 



El primer día fue una demostración de aquellos viejos fantasmas. Inteligentes y cautos en administrar rentas, El Álamo y sus espectadores se sorprendieron de lo que pasó en el primer duelo. Sin O´Neal, expulsado por faltas en el último cuarto, unas pinceladas clases de un Bryant casi desaparecido hasta entonces (eso sí, se destapó con una suspensión jordanesca y dos triples de dibujos animados) cambiaron el siempre flemático rostro de Duncan, quien asistió a pérdidas de balón impropias de su joven base Tony Parker y el exceso de presión que algunos de sus compañeros sufrieron en el arreón angelino. Solamente la buena fortuna (Kobe pisó la línea antes de un nuevo disparo de 3) salvaguardó los muebles, pero todo el mundo estaba preocupado en el navío de Popovich. 



Imbuido de una autoconfianza por sus títulos que rayaba en la soberbia (Scott Pollard, pívot de los Sacramento Kings, bromeaba diciendo que tanto tiempo con Jackson había hecho que todos los jugadores californianos se creyesen mentalistas), LA confiaba en robar el segundo y rematar la faena en el Staples. Un craso error, ya que Robinson y Duncan impusieron su ley bajo tableros, Shaq no estaba en su mejor momento físico y la plantilla ya no contaba con veteranos de la talla de Ron Haper o exquisitos tiradores como Glen Rice. Bruce Bowen, especialista defensivo en los esquemas de Pops, hizo un gran marcaje sobre Kobe, privando a sus rivales del mejor creador de tiros de los que disponía Phil Jackson si toda la pizarra fallaba. 



Hablar de Bowen daría para 16 entradas de este blog. Adorado por sus compañeros y aficionados, absolutamente repudiado del resto de las canchas. Incluso un gentleman como Ray Allen pareció desesperarse en algunos momentos ante un experto en trucos (legales e ilegales) para frenar al oponente. Merced a su astucia (y a la ausencia de buenas lentillas para los ojos de los colegiados NBA), su bajo promedio de faltas personales por partido indignaba a muchas de sus víctimas. Con Bryant, Bowen vivió guerras apasionantes donde la calidad y la voluntad se pusieron a prueba. Enemigos íntimos, el paso de los años dio lugar a un distante pero sincero respeto por las habilidades del otro.



Picado por los elogios a su marcador, Kobe se destapó en el Staples ante la sonrisa de Jack Nicholson (quien calificaba a Tim Dunca, mejor ala-pívot del campeonato, como una fría máquina y rostro de perfil secundario), asociándose nuevamente a un O´Neal que levantó a su graderío con un coast to coast. Con la enfermería plagada y muchos pupilos de paisano, Phil Jackson se sentía satisfecho por un meritorio 2-2. No hacía falta entender mucho de basket para saber que el quinto duelo sería el partido bisagra en la serie. Resucitados sus fantasmas en Hollywood, los texanos recibieron como buena noticia la garra de uno de sus mejores fichajes, un Manu Ginóbilli que nunca se comportaba como un novato y tenía la picardía del potrero, dando la sensación de no asustarse ante el glamour del oponente. 



Toda la ciudad de San Antonio aguardaba a los tricampeones, una escuadra habituada hasta lo insultante a ganar en canchas hostiles. Su pareja de estrellas y los milagros cotidianos de Derek Fisher y Robert Horry (especialmente, su triple agónico en el cuarto partido de las Finales de Conferencia Oeste 2002, ante unos imponentes Sacramento Kings) les hacían levitar cuando miraban al precipicio. Encima, contaban con esa dosis de suerte extra que forja a las dinastías. El propio David Stern afirmaba que la final más fascinante de aquel nuevo milenio habría sido Lakers contra Lakers. Mercados como el de Porland o Sacramento sabían muy bien que era algo más que enfrentarse a cinco grandes jugadores en pista, LA era el logo del campeonato post-Jordan y, como en las buenas películas de suspense, siempre pasaba algo que salvaba a los héroes.   


En realidad, la cosa no pudo empezar mejor para los locales. Duncan era el faro de Alejandría que guiaba al resto de sus compañeros, quienes aprovechaban su mayor profundidad de banquillo. Ante la perplejidad de los visitantes, el segundo cuarto registró ventajas superiores a los 20 puntos. Sin embargo, si existía algún conjunto en aquella NBA capaz de voltear marcadores eran aquellos angelinos; ese mismo año habían logrado hacer un milagro en un encuentro de fase regular ante los Dallas Mavericks de Michael Finley, Steve Nash y Dirk Nowitzki. Confiados y seguros de sí mismos, aún recordaban cómo gente de la talla de Brian Shaw afilaban su punto de mirar cuando el agua les llegaba hasta el cuello. 



Paulatinamente, los Lakers iban enmudeciendo a la ciudad de San Antonio. Triples inconcebibles de Kobe (en algunos casos, fintando y haciendo volar al esforzado Bruce Bowen de forma espectacular) hacían levantarse al banquillo californiano, mientras Shaq cogía un rebote ofensivo crucial tras fallo de Robert Horry para sacar un 2+1 vital. Horry, apodado con justicia Big Shoot Rob, llevaba una noche muy mala de tiro, pero todos los que le conocían sabía que eso solía ser un preludio de un último lanzamiento memorable. La crueldad de los aros le jugó una mala pasada a Stephen Jackson, uno de los principales responsables del buen hacer Spur en aquella campaña. Su error en los tiros libres dejaba una exigua ventaja de 2 puntos frente a una escuadra con fama de ganadora. 



Incluso Duncan parecía nervioso. Equipos como los poderosos Blazers del nuevo milenio o los excelentemente preparados Indiana Pacers de Larry Bird habían sufrido aquellas estocadas que luego se propagaban por los medios de comunicación. Perder aquel quinto haría recuperar toda la mística y aureola de invencibles a los Lakers, a la caza de su cuarto anillo consecutivo. Obsesionados con Kobe, Bryant cuestionó su fama de individualista con un sagaz pase a un Horry. Era un triple casi frontal que había convertido muchas veces el antiguo compañero de Olajuwon. La bola salió en una hermosa parábola, mientras David Robinson cerraba el posible rebote. El Almirante vio horrorizado como el esférico se incrustaba entre los hierros. Entonces, un efecto extraño hizo que saliera escupido lo que ya estaba dentro. Robinson puso sus manos como quien recibe el más preciado de los tesoros.  


Un golpe de fortuna del que habían carecido antiguas Némesis de los de Phil Jackson en aquel nuevo milenio (con la excepción de la postemporada 2000/01, donde los de púrpura y oro estuvieron varios peldaños por encima de cualquier otro competidor, en una de las mejores actuaciones que se recuerdan). El sexto día, San Antonio se presentó con el cuchillo entre los diente. Antoni Daimiel lo resumía en su libro, titulado El sueño de mi desvelo, con la metáfora de que el gigante amable (Duncan) había lanzado al fin un grito y ejercido su superioridad. Aunque elocuente, no es suficiente para explicar el despliegue del ala-pívot, quien volvió locos a Horry y Duncan con su brillante juego al poste bajo, en una actuación digna del Olimpo. 



Ante la mirada perdida de Nicholson y con guerreros como Derek Fisher cubiertos de lágrimas, los Spurs coronaron su proyecto. Robinson, en su último año como profesional, hacía cortes precisos para acabar en feroces mates los pases de sus compañeros. Ginóbilli y Parker ofrecían dinamismo y creatividad. Un viejo rockero como Steve Smith se tomaba su revancha de las agónicas Finales de Conferencia de 2000, mientras subía el esférico un día donde acababa la fabulosa racha del dueto formado por Kobe Bryant y Shaq. En justicia para Sacramento en 2002, decir que los de Popovich tuvieron la suerte de contar con un arbitraje normal y no el desafortunado show de decisiones controvertidas que los jugadores de Rick Adelman padecieron en idéntica situación. 



Horry, en uno de sus escasos fallos en momentos decisivos, decidió coger las maletas rumbo a San Antonio, precisamente, en algo que fue visto como poco menos que una traición por la grada. Curiosamente, en unas nuevas semifinales del Far West, en idéntica circunstancia, Big Shoot vio como era Derek Fisher quien se ponía su traje para anotar una de las canastas más milagrosas de todos los tiempos. Incluso los infalibles se equivocaban. No obstante, lo bonito de esta historia es que Robert volvió a ser decisivo en un título, en este caso ante los poderosos Detroit Pistons de Larry Brown. Pero eso es ya otra historia. Y habremos de esperar otro día para contarla. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 






http://www.mysanantonio.com/news/local/slideshow/David-Robinson-and-Tim-Duncan-58639/photo-4343835.php



http://www.mysanantonio.com/slideshows/sports/spurs/slideshow/Spurs-honor-Bruce-Bowen-36473/photo-2152935.php



http://forum.rojadirecta.es/showthread.php?44044-NBA-Playoffs-03-Lakers-Spurs-WCSF-Game5-13-05-2003



http://www.gettyimages.es/detail/fotograf%C3%ADa-de-noticias/tim-duncan-of-the-san-antonio-spurs-spins-to-fotograf%C3%ADa-de-noticias/2005293