lunes, junio 18

Un vestuario para la eternidad



Había que frotarse los ojos. Cuesta pensarlo a día de hoy, donde tenemos los mejores resúmenes de la NBA a una búsqueda en el móvil. Sin embargo, hubo un día en que hablar de eso era utópico, una marcianada de la que solamente llegaban rumores. Sin embargo, el conjunto entrenado por Antonio Díaz-Miguel estaba aquel verano preparándose para saltar a la pista en un vestuario donde los nombres de las taquillas ponían leyendas como Kareem Abdul Jabbar o Magic Johnson. La Odisea era todavía más épica por haber logrado entrar en aquella final olímpica a costa de dejar atrás a un coloso del basket como Yugoslavia. 



Fue el estiu donde vimos a Nacho Solozábal dejarse el look barbado, a Romay consagrarse como un pilar en el rebote, el combo de Llorente y Margall en ataque, la sensación de que Fernando Martín tenía cimientos para dar el salto al charco, etc. No obstante, si hay alguna imagen que sirva de metáfora perfecta del buen rollo que dejó esa selección en el imaginario popular fue la estampa en el viaje de retorno de otros dos iconos de las canastas hispanas: Juan Manuel López Iturriaga y Juan Antonio San Epifanio. Itu y Epi. El palomero y el Súper. 



Plutarco habría hablado de vidas paralelas. No obstante, los caminos de ambos estuvieron destinados a cruzarse en muchas ocasiones, no solamente con la elástica nacional. Esta peculiar pareja vasco-aragonesa estaba llamada a que cada uno de sus integrantes fuese estilete de una de las rivalidades más intensas de la ACB: Real Madrid y Barcelona. Duelos a los que añadían picante por sus peculiares personalidades, por una forma distinta de entender la vida y el deporte, aunque, eso sí, todo terminando al pitido final en una sincera amistad.


Compañeros de parranda



Iturriaga y Epi comenzaron a enfrentarse con apenas trece años. Muchos se verían tentados al reflexionar sobre sus trayectorias acerca de aquel cuento sobre la liebre y la tortuga. Es bastante injusto hacer eso. Ciertamente, el alero/escolta destacó sobremanera en sus primeros compases. Un maestro como Aíto García Reneses lo recordó con certeza en una divertida entrevista que su antiguo adversario le hizo en esa delicia de programa que se llama Colgados del aro. Con velocidad atípica y una envergadura perfecta para moverse entre los puestos de escolta y alero, Iturriaga nunca cultivó el arte del tiro en categorías inferiores porque le bastaba con penetrar a canasta siempre que se le antojase. Como advertía Reneses, eso le obligó a re-conducirse en el difícil salto a profesional. 



De Epi, en cambio, no existían unas expectativas tan elevadas. Uno de los iconos culés más importantes surgió en una etapa de crisis donde la hegemonía blanca parecía incontestable. Trabajador incansable, uno de los grandes puntales del aragonés era su constancia. Siempre estaba y aparecía. Y es que alguien capaz de tirar al suelo a Loquillo al mandarle un pase y bautizarlo como "Pájaro Loco" merece respeto. Es menos conocido el hecho de que estuvieron a punto de jugar juntos. 



Y es que el futuro discípulo de Lolo Sainz siempre tuvo una relación magnífica con la plantilla blaugrana. Fruto de su buen feeling con Solozábal estuvo muy cerca de recibir las asistencias del base (en beneficio de la capital, tampoco le iba mal con los pases trazados por el compás del doctor Corbalán). Irónicamente, Itu podía ser el sospechoso habitual de una de las tanganas más célebres de la liga española (1984, ante Mike Davis) e irse ese verano de juerga con amigos personales como Chicho Sibilio o Lagarto de la Cruz.


Ahora que me acuerdo



Todo está repleto de paradojas. A pesar de contar con un magnífico equipo, el Madrid de Itu fue viendo al Barcelona de Epi recortar distancias año tras año, dando golpes psicológicos como el triple de Solozábal o las ligas consecutivas con Aíto (cuyos revolucionarios métodos con los titulares le granjearon muchos disgustos con la prensa y satisfacciones en la sala de trofeos del Palau). Irónicamente, Romay y el alero vasco sí que lograron dos Copas de Europa, el título ansiado que se convirtió en una obsesión en Can Barça. Incluso sus viejos rivales admiten que, de haber ganado aquella primera final los Sibilio y cía, en tierras plaugranas hubieran caído varias más. Cosas del juego.



Hubo un torneo junior donde el joven Itu apabulló al equipo de Epi con 40 puntos en Menorca. Quién le iba a decir que luego sufriría tanto los triples de Epi, nombrado el jugador de la década de los 80 en el marco europeo. Los dos se dieron gustos como conocer y disfrutar de Magic Johnson. En cierto sentido, el ataque de nostalgia del palmero dio dos libros que han servido para conocerle mejor y también a uno de sus grandes adversarios (que no enemigo). Con carácter introvertido y formal, no caben dudas de que al mito culé le ha venido muy bien en retransmisiones y en lo que no son retransmisiones la amistad de un tipo con un don para sacar sonrisas ajenas.



El último episodio del pique se vivió hace meses con los dos en canasta de recreativa, con el sabio Antoni Daimiel de imparcial árbitro. El final no pudo ser mejor. Canasta sobre la bocina de Epi para certificar el empate entre dos de nombres clave del basket español, sellado con un abrazo. Uno que, como bien saben los clásicos, hace buena la máxima de: amics per sempre.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://twitter.com/olympia_vintage/status/765305973426757632



-https://as.com/baloncesto/2014/09/10/album/1410356592_691801.html



-https://www.youtube.com/watch?v=srt42wF7Q80