Never shall me down

Juegos. Todo es un gran preámbulo de momento. Sin embargo, los grandes candidatos se mandan mensajes, directos o indirectos. La semana pasada Moscú se puso en el centro del basket continental. El cada vez más recuperado Real Madrid de Pablo Laso visitaba al CSKA, el líder que debía seguir dando testimonio de su hegemonía. Sergio Rodríguez aguardaba ese reencuentro con sus ex compañeros. Entre otros, se abrazó de forma muy emotiva con Felipe Reyes. Juntos lo ganaron todo. Ahora intentan seguir esa senda con elásticas distintas. Por momentos, la escuadra rusa apabulló a un conjunto español que salió sin saber bien por dónde le venían los golpes. 

Fue otro test para el joven prodigio Luka Doncic. Volvió a demostrar estar muy por encima de las expectativas de su edad. Siempre pide el balón, es valiente y no desaparece cuando le van las cosas mal a los suyos. Dimitris Itoudis seguramente habló los días previos con el Chacho y Othello Hunter, quienes saben bien cómo preparan los merengues una de sus grandes obsesiones: la Euroliga. Con la F4, ambos favoritos se tantearon, quedando claro que, hoy por hoy, pocas defensas pueden sostenerse ante la avalancha del base español y ese portento llamado Nando de Colo. 

El Madrid respondió con su consabida casta. La muñeca de terciopelo que siempre exhibe Jaycee Carroll es la solución infalible de la pizarra madridista cuando tiene que remontar mucho en poco tiempo. Ahí no tembló el CSKA, capaz de cerrar bien su partido ante una entregada grada. Todavía escuece lo del año pasado. Vuelven a sentir que lo tienen todo. Ahora bien, como toquen las bestias del Pireo en semifinales... 

"La temporada es muy larga"-Vassilis Spanoulis. 

Lo son todo en el Olympiacos. No exageramos si decimos que recuerdan a la situación que vivió la franquicia de los Utah Jazz con John Stockton y Karl Malone. La pareja formada por Vassilis Spanoulis y Georgios Printezis nunca va a fallar. Si los demás no andan finos, ellos te mantienen la flota. Si en el Palacio de la Paz y la Amistad cada jugador hace lo suyo, los dos hetairos elevan a los del Pireo a la excelencia de dinastía. Tras dificultades, necesitaban ese choque contra su verdugo del sueño del año pasado, el temible Fenerbahçe. 

Allí estaba Zeljko Obradovic, el viejo zorro de los banquillos. Un estratega nato a quien la revista Gigantes del Basket dedica este mes una deliciosa entrevista extensa. Con muchos astros del año pasado seducidos por los cantos de sirena de la NBA, el genial técnico piensa, se entusiasma y contagia con volver a hacer su enésima reconstrucción. Otro año candidatos a todos, con la Sublime Puerta a los pies de su maestría. Pero nada de eso impresionó hace unos días a un Olympiacos donde Papanikolau ha despertado de su letargo azulgrana. Músculo, corazón, garra y lacedemonios en la pista. El resto lo pone el talento de Spanoulis y el corazón de Printezis. 

No le afectó en exceso la derrota al tipo más ambicioso de la competición. Sigue midiendo los minutos de Jan Vesely para tener perfecto en abril-mayo, cuando se deciden eliminatorias y títulos. Pero algo le inquietó en el deseo que mostró el Olympiacos. Igual que CSKA y Madrid, los dos clubes con ansía de botín se olfatearon y lanzaron estocadas de prueba. Saben que esto podría terminar siendo una semifinal... o final. Obradovic y Spanoulis se miraron de reojo en pista. El genio de Larisa es uno de los dos únicos jugadores (el otro es el gran Lakovic) a los que el antiguo míster no les dirige la palabra. Porque les quiso mucho y le dejaron. Porque todavía hoy les respeta. Sin decírselo, en ambos resonaba un misma pensamiento: "La temporada es muy larga". 

"Claro, el amor. Un año de ardor y llamas, luego treinta de cenizas"-Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El gatopardo. 

En ocasiones, nos engaña. Todo parece igual que siempre. Cuando Tomic lee de manera excepcional un pase para dejar solo a un compañero que culmina con un mate. El Palau, con más asientos vacíos de los que se querría, recuerda días de gloria no tan alejados. Parecía que, en otro año incierto y de tremenda irregularidad, el Olimpia de Milán iba a pagar los platos rotos. Pero Simone Pianigiani tuvo astucia, cuando le preguntaron en rueda de prensa dio el diagnóstico de un maestro: "Tanto nosotros como el Barcelona somos equipos en formación". Es exactamente eso. Y cuando dos escuadras bisoñas se enfrentan, aquella que da algo por ganado es la que termina perdiendo. 

Una semifinal jugada, irónicamente, en la Lombardía marcó la caída del que fuera el excelente rendimiento del Barça de Xavi Pascual en Euroliga. Desde entonces, con algún espejismo ilusionante, Juan Carlos Navarro, la leyenda, y el equipo de sus amores viven mirándose sin reconocerse en el espejo deportivo. La magistral canasta de Bertans reflejó el estado de ánimo de unos y otros. Arturas Gudaitis lo recordaba con claridad al finalizar el juego: "Solamente buenas sensaciones y pensamiento positivo. Esa fue la clave". 

Pau Ribas intentó encontrar la última solución. Pero ya era tarde. Las escasas esperanzas de remontar una campaña adversa se difuminaron del todo. Otra Euroliga más. Sería injusto y ventajista señalar a Sito Alonso o nombres individuales. Lo único que puede hacerse ahora es remar al unísono y, por una vez en estas temporada infaustas, utilizar el tiempo para trabajar de verdad en la sección. Tristemente, hoy queda claro que Sarunas Jasikevicius hizo bien en mantenerse en el Zalgiris de Kaunas. Queda recordar los días de gloria, pero ese eterno día de la marmota duele cuando se piensa en lo que fue el Palau en otras Euroliga. El Milano transmitió juventud y energía. Su rival pareció una bonita postal del pasado a la que se le va difuminando el color. 

-SARDINERO, D. y DORIA, N., "Descifrando a Zeljko", Gigantes del basket, nº 1469 (febrero 2018), pp. 28-37.