Never shall me down

Pablo Laso se desesperaba en banda. Ha visto ese movimiento en gran cantidad de combates de la Euroliga. Sin embargo, la vieja fórmula sigue funcionando con la precisión de un cirujano. Lo afirmaba el maestro Katsikaris: Georgios Printezis es una singular rareza dentro de los ala-pívots de la Euroliga, alguien diestro que tira igual de bien (o incluso mejor) con la zurda. Conjuntos históricos como el CSKA de Moscú todavía guardan el recuerdo de esa simple y devastadora arma ofensiva en la agónica F4 celebrada en Estambul. En esta ocasión, lo que estaba en juego era el pulso entre Real Madrid y Olympiacos por tener ganado el average en caso de empate a victorias en fase regular. 

La acción que recordamos fue una canasta más falta personal que le sacó a un pegajoso marcaje de Thompkins. El WiZink Center llevaba siete triunfos consecutivos y querían mantener la racha en esta campaña tan peculiar donde los merengues son capaces de deleitar en plazas tan complicadas como la del Fenerbahçe, mientras que pueden caer ante un corajudo y magnífico Andorra que el año pasado ya mereció apearles de la Copa del Rey. Con todos los sistemas defensivos de los locales empeñados en secar a Spanoluis (el recuerdo de Londres sigue presente), Printezis sabía que era su momento. 

Como siempre que se cruzan, los dos antagonistas intentaron marcar el tempo que más les beneficiaba. El Madrid siempre tiene presente el magnífico ritmo ofensivo que impuso cuando logró su último entorchado continental. La escuadra griega busca ralentizar la cuestión, ir a tanteos bajos y luego encomendarse al eterno oficio de sus veteranos de lujo. A todo eso, Sfairopoulos sabe que dispone de ese gancho imparable, un movimiento con patente registrada.

La fábula de la limusina y la bicicleta



Saber encontrar tu sitio es una de las cosas más importantes que se pueden hacer en la vida. Tal vez en 2007 un joven deportista heleno se dio cuenta de que no era para él el sistema de la NBA. Llegó con ropa informal al draft y pronto fue llamado al orden, obligado a buscar un buen traje, aquella experiencia se convirtió en una odisea contra Cronos en esa hermosa locura de ciudad llamada New York. Iba en bicicleta mientras otros millonarios prematuros, Marcelo Bielsa dixit, lucían las mejores y más ostentosas limusinas. Hoy en día admite que modelos de juego como el de los San Antonio Spurs de Popovich le atraen, pero no parece haber lamentado su decisión de que el club de su vida, el Olympiacos, era el mejor hogar posible para él.



Pareciera casi una de esas magníficas historias de Esopo. Asimismo tuvo una intentona en tierras malagueñas, una experiencia en uno de los mejores equipos de la ACB: el Unicaja. El rendimiento deportivo estuvo por debajo de lo esperado, si bien fue una experiencia vital clave, hablando siempre bien el heleno de la institución andaluza. Además le permitió un vínculo con el gran capitán del navío: Spanoulis. El Kill Bill continental que también sufrió de no poder triunfar en Houston, además de transformarse en bandera del histórico Panathinaikos a estilete de su Némesis. El dueto que forman es único en la Euroliga, un lujo e identificación con unos colores.



Vassilis sufrió muchísimo en la capital española. La defensa merengue le ajustó muy bien, aunque, como jugador de calidad que es, supo aprovechar la atención para filtrar algún pase espléndido a los interiores. Y esta es una de las lecciones que en el Pireo tienen muy claro: su dueto mortal es genial, pero cada uno de los integrantes de la plantilla debe ser un mirmidón dispuesto a aparecer cuanto más tensión haya. Janis Strelnieks fue quien mejor lo entendió cuando silenció el pabellón adversario con una afortunada bomba al estilo Navarro a cargo del letón.


Areté



Luka Doncic podría haber sido un personaje homérico. Su rapidez botando el balón, sus pases fecundos en ardides y engaños, sumados a su insultante juventud, lo hacen un jugador único. Haciendo felices a sus interiores, el prodigioso esloveno arrancó dominando el primer cuarto. Viejos guerreros como Mantzaris ayudaban con sus pequeños e indispensables detalles, siempre alertas para que el Olympiacos pueda hacer la goma. Paulatinamente, el Olympiacos fue logrando sostenerse, pese a los esfuerzos de Doncic, quien pasó de héroe a "villano" por culpa de un resbalón. Que no se lamente porque le quedan muchísimos partidos por ganar a este chico.



Hubo momentos raros. La frustración de Spanoulis llevó a un agarrón contundente a Felipe Reyes, saldado con falta y técnica. El cordobés falló los dos tiros libres y se dejó llevar por los nervios, pegando una patada al balón. Favor y sanción devuelta. Pablo Laso lamentaba la cantidad de tiros libres perdidos. Printezis fue quien mejor supo desmarcarse y lanzar las dagas decisivas. Un triple suyo marcó la senda, si bien no podía imaginar que su excelencia baloncestística, o si lo preferimos la areté de la que hablaba Homero, haría acto de presencia de forma inesperada.



Los locales movieron la bola en busca de la canasta decisiva. No existió ningún hueco y todo terminó con Facundo Campazzo observando a una masa de casi 110 kilos le caía encima. Pero, a veces, hay tipos que lo hacen todo tan bien que incluso las faltas las cometen fuera de tiempo. Anne Panther, Ilija Belosevic y Olegs Latisevs solicitaron con acierto el Instant Replay. El Oly sobrevivía a uno de sus exámenes más complicados del curso regular. Printezis quizás no pertenezca al club de los aristoi del glamour fuera de pista, pero, cuando el balón se pone en juego, su excelencia (areté) lo convierte en uno de los mejores jugadores de equipo que ha visto la Euroliga.