"El alemán es muy bueno. Pero falla en los momentos decisivos"-Buena parte de los titulares tras los Playoffs de la NBA en 2007.
Fue un shock. Los Golden State Warriors de Baron Davis y Stephen Jackson se habían colado en el último suspiro en la postemporada (42 triunfos y 40 derrotas). Solamente ver la celebración de los pupilos de Don Nelson por su excelente segunda vuelta invitaba a pensar que ya se daban por satisfechos tras haberse visto fuera de los Playoffs. Nadie apostaba porque unos Dallas Mavericks todopoderosos tuvieran el más mínimo problema en barrerlos. Avery Johnson dirigía con mano maestra una escuadra que coqueteó con el récord de los 72 triunfos de los Chicago Bulls de Michael Jordan. Y, por encima de todas las cosas, tenían a Dirk Nowitzki, indiscutido MVP de la regular season. Para muchos, el mejor jugador europeo de todos los tiempos.
Ningún análisis consideró que Nelson fue entrenador en Dallas durante la gestación de aquel proyecto, que era quien ejerció como mentor de su aventajado discípulo Johson. El viejo zorro conocía todos los secretos de aquel vestuario y controlaba las pocas fisuras de la ambiciosa plantilla trazada por los dólares de Mark Cuban. Robaron la ventaja de campo, Davis se puso el traje de superhéroe y las gargantas del Oracle Arena hicieron el resto. Un dato: aquel año que Dallas ganaba a todo el mundo, jamás pudieron con Golden State.
Más allá de la hazaña de la Bahía, todos los dedos buscaron culpables. A veces, es más fácil escamotear elogios ajenos y denunciar faltas propias. Nowitzki se vio transformado en una semana de deidad del basket en producto dudoso. Atrás quedaban veranos convertido en un ejército de un solo hombre para llevar a Alemania al podio. Su rango de All Star y sus triples imposibles desde su 2´13 metros de altura. Incluso su subcampeonato de 2006 era utilizado como agravante antes que un reconocimiento de CV: "Falla en las grandes citas". Los ingenieros de sofá del mundo observaban complacidos los "pecados" de un ala-pívot de dibujos animados. No ayudó que el siguiente año se confirmase que los Mavs no encontraban la tecla en Playoffs. Todo indicaba que el teutón sería engullido por el win or go home. Igual que otros monstruos como Stockton, Malone, Barkley o T-Mac, se vería juzgado en el valle de Josafat por tener o no anillo...
"Tú ya sabes cómo me encantaría poder tener la oportunidad de jugar contigo"-Kobe Bryant a Dirk Nowitzki.
Baloncestísticamente hablando, Kobe Bryant es un asesino. Probablemente, si una de sus hijas hiciera pasos de salida para regatearle en una pachanga de verano en familia, se los pitaría. Por ello, aquella estampa en el Staples se quedó clavada. Ya como veterana estrella y capitán de LA, Kobe veía el juego de paisano con sus compañeros en la banca, haciendo piña. Dallas tenía la última posesión para la victoria. Black Mamba espoleó a sus jóvenes compañeros para que hicieran una intensa defensa. De nada sirvió, Nowitzki, ese a quien personas visionarias calificaban de mano encogida, hizo lo de siempre. Cuando se caía tras la suspensión, una figura trajeada le sostuvo con gentileza. Al girarse, se encontró con la elegante sonrisa del angelino, alguien a quien el dorsal 41 siempre ha señalado como: "El Michael Jordan de mi generación".
Y es que el Laker jamás ha regalado sus piropos. Casi al contrario, no ha andado escaso de problemas con camaradas nada exentos de talento. Sin embargo, incluso el maestro artesano más purista encuentra un taller rival que despierta su admiración por la limpieza de su arte, hasta el punto de no tener problema en admirarlo. Hasta le hizo ofertas para ir a LA, aunque tal vez le hubiera defraudado un poquito que lo hiciera. Por suerte, su instinto era correcto, Dirk seguiría siendo de Dallas como él pertenece a la elástica californiana. Enemigos deportivos unidos por una mutua visión de lo que debe ser la disciplina que aman.
Nowitzki ha perdido muchas veces ante Bryant. También vivió las mieles del éxito a su costa en aquella primavera inolvidable de 2011 donde el 41 elevó su juego a una unión casi perfecta: la fuerza anotadora de su juventud con la mentalidad de un guerrero con mil batallas a sus espaldas, capaz de administrar sus esfuerzos para dar la estocada decisiva sin dar tiempo a reaccionar. De hecho, ha competido contra los mejores de su puesto (Tim Duncan, Karl Malone, Chris Webber, Pau Gasol, Rasheed Wallace, Draymond Green, Shawn Marion, etc.). Con todos ganó y con cada uno de ellos perdió. Por el camino, nos regaló algunas de las exhibiciones que justificaron robarle horas al sueño.
Una noche en el Madison
Hubo una época en la que a él lo comparaban con Larry Bird. No pocos gurús veían una herejía en el hecho de que aquel desgarbado novato que se salía a tirar de tres cuando debía coger rebotes fuera colocado en la misma frase que el mítico Pájaro. Hoy, son los mismos que se tiran de los pelos si leen algún comentario donde se afirme que Kristaps Porzingis tiene cosas que recuerdan al germano. Cuando ambos se midieron en el Madison, quedó clara la buena sintonía entre europeos en la NBA. El jugador de los Knicks jamás ha ocultado su idolatría. Aunque estos últimos años hayan sido duros para Dallas en lo deportivo, Dirk sigue manteniendo a la franquicia en cotas muy importantes, es el embajador ideal y un modelo para los más jóvenes.
En ocasiones, miramos mucho cuestiones como puntos, rebotes, asistencias, robos, influencia en el rendimiento del equipo, etc. Faltaría más. Pero no está exento de interés recordar la faceta humana. En ese campo, Nowitzki es uno de los últimos de la Vieja Escuela. Una de las mejores muestras fue un feo asunto en 2009. Se descubrió que Cristal Taylor, su pareja de aquel momento, le había engañado sobre su pasado y que incumplía su libertad condicional bajo una identidad falsa. En un proceso que trajo mucha prensa amarilla, el visiblemente decepcionado astro estuvo a la altura de lo que se espera de una persona de bien. Sin mezclar las cosas, cuando el abogado de Cristal afirmó que su clienta estaba embarazada de él, el alemán desde primera hora afirmó que asumiría cualquier responsabilidad para el bienestar de la criatura. Cuando posteriormente se reveló que era una argucia, quedó claro quién era la persona sincera en la pareja.
Quizás sea el gran secreto del dorsal 41. Es un tipo bastante normal fuera de las pistas. Dentro, es uno de los mejores de siempre. Por ello, aunque llevaba razón al afirmar que Kobe ha sido el Lebron de su generación, que no se le ocurra preguntar en Dallas por su opinión de idolatrías. Queden campeones otra vez o farolillo rojo, hace siglos en Texas que se enterró la discusión. Dirk Nowitzki es el más grande. Como dirían en cierta aldea gala, ahora y siempre.
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