Arrancó justo donde lo habían dejado. La NBA puede tener mil defectos, aunque nadie puede negar que saben cómo vender su producto de una manera admirable. Nada fue dejado al azar. El Far West del curso baloncestístico 2017/18 se antoja un polvorín de feroces pistoleros que ambicionan la corona que ha controlado por tres años el atractivo proyecto de los Golden State Warriors. Los vigentes campeones recibieron en su feudo a unos Houston Rockets muy renovados, aspirantes a todo en las quinielas. El mejor escaparate posible para la conferencia no defraudó.
Por momentos, los dueños del anillo parecieron levitar. Se confirmaba lo que muchas personas piensan hoy día: que Steve Kerr dirige uno de los mejores ataques que nunca se han ensamblado: la capacidad de Klay Thompson, Kevin Durant y Stephen Curry para anotar desde cualquier punto de la cancha casi no tiene precedentes. Sin embargo, Houston está encaminado este año a ser más fuerte, a no diluirse cuando arrecie la marea. Trabajadores talentosos como Trevor Ariza son el complemento ideal para figuras como James Harden. La Barba lleva ya tiempo al servicio de los texanos, escapando precisamente de las alargada sombra de Durant y Westbrook. El ansía de un título con él como líder puede ser su bendición o una presión extra.
Draymond Green dio el susto de la noche con un estiramiento en la rodilla izquierda. Poco después, los fieles del Oracle respiraron aliviados, puesto que la lesión no revistió la mayor gravedad. Chris Paul, uno de los pretendientes con más novias en el verano, confirmó el acierto de su fichaje con 11 asistencias y su usual clarividencia para hacer mejores a sus compañeros. El más beneficiado fue el alero P. J. Tucker, disparado a la veintena de tantos y unos tiros libres decisivos. Como de costumbre, los Warriors tuvieron la última bala. El MVP de las pasadas Finales no perdonó, si bien el jolgorio del pabellón se silenció cuando la revisión del vídeo la decretó fuera de tiempo. Rockets y Warriors se miraron de reojo, con la promesa de que nos dejarán más finales de infarto. ¿También en estos Playoffs?
Mientras tanto, a muchos kilómetros de ahí, la NBA organizaba otro plato de cardenal para su audiencia. Si Golden State versus Houston era el duelo del campeón con un gran aspirante, el Cleveland Cavaliers-Boston Celtis era el duelo del morbo. Kyrie Irving visitaba a Lebron en su antigua casa. Una salida difícil, dos talentos excepcionales y la sensación de que sendos deportistas no están en los mejores términos en su relación. En sus esporádicos unos contra uno, se detectó que la cada cual estuvo ansioso, sin desplegar su mejor juego.
Lástima que el pique entre los dos gallitos del Este se cortase por la escalofriante lesión de Hayward, un momento terrible. La realización de televisión fue inteligente y poco sensacionalista, se mostró la fortuita y lamentable acción sin recrearse. The Q, que puede ser una grada muy hostil para los conjuntos visitantes, estuvo a la altura de su categoría, aplaudiendo al debutante, una de las promesas más atractivas para este proyecto armado por Brad Stevens. Ilusionado por el orgullo verde, Hayward miraba a lo alto del pabellón en camilla, con la promesa de que volvería allí condiciones más felices. Cruzamos los dedos por volver a verlo pronto.
El shock dejó tocado a Boston. Hicieron una bonita piña antes de volver a pista, pero es humano y normal que la preocupación los alejase en el marcador, más ante una máquina como Cleveland, que ha viajado tres años seguidos a las Finales. Se vio que Lebron quiso involucrar a Dwyane Wade, amigo personal y aliado en los años dorados de los Heat, aunque ahora su rol será menos protagónico que en Florida. También dio alegría ver a un Derrick Rose con hambre (triple sobre la bocina en el tercer cuarto). Eso sí, a los pocos días vimos su tobillo ceder frente a los Bucks. A genios como él siempre los preferimos botando la bola antes que en la enfermería.
Aunque la desventaja iba en aumento, guerreros como Tatum son una garantía de que los jóvenes célticos no se rinden. Luchan cada bola perdida como si fuera un séptimo encuentro, algo que permitió albergar esperanzas que se confirmaron en el último cuarto de ver un duelo igualado. Hasta ahí pensó que podía tolerarlo un James que sigue siendo el atleta más impresionante del campeonato, capaz de aguantar misiles mientras penetra a canasta.
Isaiah Thomas debió tomar buena nota de aquello. Tras problemas, se antoja una oportunidad única de seguir creciendo más todavía bajo la batuta de uno de los soberanos del basket. Curiosamente, la llave del encuentro la abrió Kevin Love, ese jugador al que siempre parece criticarse cuando pierden los Cavs, si bien no se reconocen con idéntico entusiasmo su aportación a los triunfos. Aquel día conectó un triple decisivo.
Los visitantes no se rindieron. La bola fue caprichosa para que acabase, con el tiempo expirando, entre Irving y James. Kyrie logró fintar con aplomo, pero su antiguo compañero le estorbó lo suficiente para que el tiro forzado no tocase aro. Dando una exhibición de lo que debe ser el juego, tras tantos encontronazos mediáticos, los dos se fusionaron en un cariñoso abrazo. Acababa de empezar, si bien quedaba claro que la NBA quería mandar un mensaje al planeta basket: "Seguimos siendo los mejores".
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
-http://thecomeback.com/nba/kevin-durant-buzzer-beater-waved-off-rockets-stun-warriors-ring-night.html
-https://www.youtube.com/watch?v=_YSZsGJIqFs
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