Never shall me down

La tierra de los hermanos Coen lamía sus heridas. Aquella jornada en Minnesota tuvo un instante de felicidad enloquecida para la grada. Maya Moore encestaba una canasta que permitía a las anfitrionas acariciar el título de la WNBA. No obstante, Los Ángeles Sparks no se conformaron con eso en un quinto y decisivo encuentro donde Candace Parker y sus compañeras lograron una victoria milagrosa. Sin embargo, al igual que ocurrió a comienzos de milenio con los San Antonio Spurs de Popovich, cuando llega el año impar, todos los rivales de las Minnesota Lynx deben preocuparse. Hablamos de una de las máquinas más fiables en la alta competición. 

Este octubre encontramos de nuevo a las californianas, con la sana intención de lograr un doblete histórico. Un final made in Hollywood que ya probaron en 2002. El duelo entre Oeste y Este volvió a ser de altura, necesitándose, nuevamente, un partido a muerte súbita para dirimir al conjunto vencedor. Sylvia Fowles ejemplificó la intensidad con la que su vestuario vivía una oportunidad de redención. Minnesota está muy acostumbrada a estas instancias, por lo que no sorprendió su arranque casi perfecto en los primeros minutos. 

Rebekkah Brunson fue la líder espiritual de aquella noche, algo lógico teniendo en cuenta que ya puede colocar anillos en los cincos dedos de una de sus manos. La gran capacidad reboteadora de las Lynx es uno de los secretos de su éxito. Eso sí, Candace Parker se empeñó en ser el faro de las suyas, incluyendo una canasta al expirar el primer cuarto para mantenerlas en la lucha.

En realidad, nadie en Los Ángeles pensó que aquel quinto choque fuera a producirse. Apenas unos días antes, en un Staples con el liderazgo espiritual de Magic Johnson a pie de pista, las Sparks tenían ventaja 2-1 y la posibilidad de sellar una temporada histórica. Brian Agler tardó poco en refrenar el entusiasmo general, las Lynx salieron con la mentalidad del underdog, imponiendo un ritmo muy físico de partido y yéndose a los vestuarios con una sólida ventaja. 

Con todo, para frustración de defensas tan reputadas como la de Alana Beard, Maya Moore siguió dominando tras volver de los vestuarios. Kobe Bryant estaba entre bambalinas, sin duda, reconociendo el veneno de la serpiente, a una jugadora con una misión. Cheryl Reeve sabía que estaban jugando el mejor basket del año en el momento justo, con su MVP feliz de encontrarse a sí misma. 

Sparks nunca cejó en su empeño. Otros equipos con menor fortaleza habrían cedido ante los triples de Odissey Sims y la incansable Parker, pero Minnesota se marcó un objetivo y en ningún cuarto permitió a su rival imponer el factor cancha. Lindsay Whalen no se permitió abandonar el rictus concentrado ni cuando sus tiros libres sellaron un recital de dirección sólida de juego y cabeza fría en los momentos decisivos. Solamente habían hecho la primera parte del trabajo en pos de su camino a la redención.  

Mayo Clinic Square

Allí comenzó todo. Cuando se reunieron para el training camp. Muchos analistas se preguntaban si uno de los mejores equipos de la WNBA se había hecho mayor. Pero las cicatrices las lucieron con orgullo y su conocimiento del juego. El arranque de 20 triunfos por solo dos derrotas ya advertía del "daño" que les había dejado el anterior desenlace de campaña. Resulta ingrato que todavía se plantee siquiera la duda de si son ya una dinastía o no. 

Lo mismo valdría para las Sparks. Igual que Cleveland y Golden State en la NBA, asistimos al fenómeno de dos escuadras que han convertido en hábito el viajar a las Finales. Nneka Ogwumike marcó el año pasado una canastas destinadas a permanecer en la retina. Igual que Derek Fisher y su célebre lanzamiento ante San Antonio, una intervención milagrosa en cancha hostil. Ahora añadimos las exhibiciones de Moore a ese catálogo de imágenes impactantes de una rivalidad que parece estar lejos de extinguirse. 

Un curso donde Moore se cuela en todas las memorias, puesto que fue asimismo la MVP del All Star celebrado en Seattle, en combinación con, nuevo guiño de los hados, con la propia Ogwumike.