lunes, mayo 22
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Obertura Helena



Berlín había enterrado los fantasmas del pasado con grandeza. Sin embargo, Estambul volvía a traer a un viejo conocido: el Olympiacos del Pireo. El CSKA de Moscú, uno de los equipos más importantes del Viejo Continente por presupuesto y talento de su plantilla, defendía título y certificación de su dominio, asiduos como siempre con la F4. A veces, como afirmaba algún integrante de los moscovitas, lo viven incluso de una manera diferente al resto, como si para ellos fuera una obligación. Tal vez en esa extraña diatriba se fijasen sus rivales, unos lacedemonios que han encontrado el secreto mejor guardado en las canchas europeas, cómo imponer su ritmo a una escuadra que solamente con Teodosic y De Colo ya sería favorita en cualquier casa de apuestas. 



Ioannis Sfairopoulos, entrenador de olfato fino, advertía tras concluir la obertura de las semifinales cuál había sido una de las claves: los dos triples consecutivos de sus pupilos antes de irse al descanso. Un refuerzo moral justo cuando el CSKA mejor estaba jugando, una motivación que competidores como Mantzaris o Papanikolaou aprovechan de maravilla. Mientras tanto, Printezis se encargaba de hacer todo lo demás, demostrando, por enésima vez en estas instancias, que es el comodín de la baraja. Aaron Jackson fue un paso más, tras firmar una excelente actuación, advirtió, al igual que temían los soldados británicos ante Rommel en el norte de África, que se está generando el temor en el imaginarios popular sobre el cual el Olympiacos se torna en un fantasma que siempre resurge y caza a sus rivales. 



Kyle Hines, antaño destacado héroe las filas de las legendarias Bestias del Pireo, debió sentir un incómodo déjà vu: le estaban esperando. Apenas unos tiros libres en veinte minutos. Sin embargo, el resto de irreductibles permiten a Vassilis Spanoulis tomarse sus descansos, poder observar la tela de araña que tejió Dimitris Itoudis, elegante en la derrota ante los medios como un perfecto caballero. Y, cuando todo eso ha pasado, uno de los mejores killers del continente ataca. Esta vez, además, permitió compartir galones y gestas, Erick Green y Khem Birch ganaron sendos billetes al Olimpo en las pistas de Atenas. 



Teodosic respondió dos veces. Una de sus contestaciones fue un triple precioso, el propio de un crack mayúsculo de la categoría del serbio. La segunda solución resultó menos afortunada. Otro lanzamiento lejano sin jugar con el reloj (tenían cerca de diez segundos los moscovitas). Allí murió el anhelo de repetir entorchado. Por su lado, Spanoulis y Printezis lideraron el camino más dulce al túnel de vestuarios, el que tiene el equipo que ha sobrevivido a las semifinales con un poderoso adversario. El público en Estambul tomó nota de aquello, los viejos guerreros lo volvían a hacer, así ocurre solamente con las leyendas que escapan a colores, filias y fobias. 


Arias otomanas



Fue una entrevista muy interesante. Suele suceder cuando se entrevista a una persona inteligente (enlace), Josep María Izquierdo no dudó una décima de segundo cuando el maestro Zeljko Obradovic descolgó el teléfono para reclutar a su antiguo asistente para una nueva aventura en Estambul. Los dos recordaban su buena armonía en el más glorioso Joventut. De sus declaraciones, se desprendía que el Fenerbahce ya no era aquella constelación de talento y anarquía que se presentó en la F4 de Madrid. Hoy en día son un bloque de millonarios que se dejan la vida bajo tableros con el espíritu del obrero esforzado, además, todos eran conscientes de que Sergio Llull llegaba como el jugador más determinante de la Euroliga. 



El viejo zorro había jugado mil veces el partido en su cabeza antes de saltar al Sinan Erdem Arena. Luigi Datome, el alma de la defensa turca, advertía a navegantes, obsesionarse con Llull era hacer más peligrosos a todos los demás. La sinfonía casi perfecta de los de Pablo Laso llegaba como líder en la fase regular y con el deslumbramiento de su hermoso basket ofensivo. Pero también presentaba sus pequeñas debilidades: la extraña situación de Nocioni, las molestias físicas de Rudy, etc. Escasas lacras en un conjunto casi perfecto, pero que iban a ser explotadas por sus verdugos el pasado curso en cuartos de final. 



A nadie le sorprendió que el menorquín estuviera a su nivel de este curso, es decir, varios escalones por encima de común de los mortales. El Fenerbahçe no se obsesionó por un problema irresoluble, se aplicó en contestar todas las cuestiones que sí sabía de su examen más exigente ante el Real Madrid. Ekpe Udoh, se frotan las manos los seguidores de los Warriors, fue todo en la lucha por el rebote, generosamente asistido Jan Vesely. Con el talonario más potente posible, Obradovic pudo permitirse lujos como tener a Antic de suplente. En los blancos, Ayón no tuvo su noche y Randolph recibió un terrible golpe fortuito. 



Pero también son innumerables los proyectos faraónicos que se han visto desnudados en sus vergüenzas al topar con el Madrid de Laso. El conjunto turco no entra en esta lista y lo elude por méritos propios. Por el corazón de Bobby Dixon, el espíritu de Sloukas, la clase de Bogdanovic, etc. Estambul era una fiesta, ante el club más vistoso de la competición, habían mandado siempre en el marcador, sufriendo, como no podía ser de otra forma. Pero se habían doctorado. Les quedaba únicamente un paso más ante su público.  


Coros de gloria



Suele suceder con el Olympiacos. La grada se entregaba desde el primer minuto, los locales hacían un mate nada más producirse el salto inicial. Algarabía y buen juego. ¿Cómo se fueron al marcador? 44-40. Con apenas un par de detalles, los griegos consiguen mantenerse en el alambre como ningún equipo europeo en el último lustro. Sin embargo, Obradovic contaba con ello. El maestro sigue generando amores y odios, pero dudar de su genialidad solamente está al alcance de los mezquinos. Nuevamente en una F4, su pizarra deslumbró. 



Bogdanovic pareció superado en los primeros compases por Spanoulis, ese jugador brillante que se re-inventa siempre. Ahora ha patentado el arte de escaparse por el lado contrario al que le hacen el bloqueo. En otros, una decisión errónea, para el, una forma de ganar ventaja sobre sus rivales. El crack del Fenerbahce fue humilde, respetó al diablo de Larisa y se escudó en las ayudas de sus compañeros. Por ahí empezó a desangrarse el inagotable Olympiacos. La jugada maestra defensiva llegó a partir del tercer cuarto, cuando consiguieron minimizar al que tácticamente es infalible. Printezis no pudo aportar acorde con su nivel en la segunda mitad. Los dos pilares bloqueados. 



Turquía era una fiesta, estaban a apenas unos minutos de ver coronado con el cetro continental máximo a uno de los suyos. Nadie podía poner un reproche. Udoh siguió como en todo este tramo final de curso, infatigable, serio, concentrado, talentoso y contundente. No pudo estar mejor acompañado. Cada pieza del engranaje funcionó, mientras el intratable staff técnico de Obradovic respiraba tranquilo al fin. Siempre mandando el marcador, jamás subestimando al adversario. 



Llegó la fiebre amarilla en Europa. En este caso, no hablamos del Maccabi o los Lakers. El Fenerbahçe deleitó a propios y extraños, sus jugadores recogieron el fruto de tres años de organización impecable. Abran paso al campeón, mientras volvemos a constatar que Obradovic solamente hay uno. Y Datome, como hombre de honor, se cortó el pelo. 



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