Aunque sean dos personas jóvenes, debido a su actividad profesional, bien podríamos considerar a Rafa Nadal y Roger Federer como dos tenistas veteranos. Por ello, el Grand Slam que pudimos disfrutar ayer tenía cierto aroma de clásico. Con gente de su talento nunca se sabe, pero en la pista australiana se olfateaba que podía ser el último de los bailes en una final donde coincidieran ambos al unísono. Había sido un torneo repleto de milagros, alguno de ellos volvió a confirmar que Nadal nunca perderá su fuego, simplemente se transforma encontrando nuevas formas de sobrevivir al peor peligro. Lo que parecía imposible volvió a ser realizado por él en un duelo con Dimitrov donde no se escatimó ningún esfuerzo.
Por su lado, Federer llegó a la instancia decisiva amparado en esa clase infinita que hace a muchas personas entendidas señalarle como el mejor de su disciplina. Objeto de debate, lo que no admite discusión es el lujo que supone verle todavía a día de hoy dictar magisterio con la raqueta. Solamente alguien como el suizo puede infligir un dominio tan brutal en algún set a una máquina incombustible como Nadal. Allí desplegó su mejor juego y se llegó a temer que el esfuerzo de las semis fuera demasiado para el mallorquín. Pero Nadal siempre vuelve.
Muchas veces se le ha enterrado por la ingratitud que suele ver acompañada al deportista de élite. Todo es excesivo, cuando ganan, no existe otra cosa en la Tierra. Si una inoportuna lesión se topa en su camino o un rival mejor, es que nunca fueron para tanto. Es una batalla terrible que engulló a muchos grandes por el camino. Con Rafa Nadal no, él siempre halló la fórmula para hacer lo que mejor se le da: competir, competir y volver a competir. Hizo lo más complicado, darle la vuelta al partido y hacer soñar de nuevo a muchísimas personas con que sí, que si se cree con toda la fuerza algo, se termina haciendo factible.
Hubo un tiempo en que Federer era soberano indiscutido de todo cuando veía. Justo entonces apareció un muchacho de unas islas lejanas para resistir cada pelota envenenada. Incluso cometió la osadía de vencer al monarca, de hacerle derramar lágrimas humanas tras un campeonato perdido, justo cuando algunos sospechaban que Roger era una máquina perfectamente programa de un planeta lejano con afición por el tenis. Con rapidez, los agoreros hicieron la profecía eterna: "Federer es mejor que Nadal, pero Rafa tiene más corazón".
Tremenda injusticia por partida doble. Más allá del músculo, la fe indómita y un carácter único, Nadal es una de las escasas pruebas de que el talento también se aprende, de que gente que no tiene un don innato puede terminar no solamente siendo buena, sino brillantísima. Ver su colocación en pista y su interpretación del juego siempre será una lección constante. No es solo un gladiador, se trata de uno de los mejores tenistas que jamás existieron. Por su lado, el suizo volvió a confirmar ayer que él también tiene fe, que incluso el hombre de los mil recursos técnicos baja al barro cuando toca trabajar.
Cuando la victoria se les esfumaba entre las manos, Federer se disfrazó de su Némesis, de ese enemigo íntimo al que hizo el mayor piropo posible cuando le suplicó que no se marchase, que ese deporte que tanto aman le sigue necesitando. Era la copa más hermosa, pero no podía olvidarse del vencido, porque esto es deporte y todos pueden caer: incluso Rafa, Roger o Djokovic. Lo importante es la fragancia que deja ese atleta, y lo de ayer alcanzó tintes homéricos.
Pau Gasol vio el encuentro; leyenda mundial del basket a la que, en ocasiones, se le compara absurdamente con Rafa, como si hubiera necesidad de escoger entre papá y mamá. Además, ¿dónde nos dejaríamos a Mireia Belmonte, Andrés Iniesta o Carolina Marín, entre muchos otros nombres? El peor pecado puede ser no disfrutar en todo lo que valen a esas figuras. Pues bien, decíamos que el ala-pívot vio el choque y simplificó de manera elocuente en twitter sus impresiones sobre su amigo y admirado tenista: "Gracias". Eso es lo que todos los espectadores sentían tras más de tres horas de desafiar el agotamiento.
Con todo, al final resultó que el titán era de carne y hueso. Nadal no viajará a Croacia, incluso una fuerza de la naturaleza como él necesitará un momento de cargar pilas tras un periplo australiano donde volvió entregando su mejor tenis y sin nada que reprocharse. Los demás tendremos mucho que agradecerle.
El genio sigue re-inventándose, ahora con un buen amigo como Carlos Moyá incorporado a su privilegiado cuerpo técnico como consejero de lujo. No habrá espíritu agorero que lo entierre sin que, como siempre hacen los héroes, vuelva a emerger con más fuerza que nunca. Quizás haya sido la última final entre Federer y Nadal. De momento, deberemos guardarla como el incunable que fue.
-http://www.lavanguardia.com/deportes/tenis/20170129/413810814121/nadal-federer-open-de-australia-en-directo.html
-http://www.clarin.com/deportes/tenis/abierto-australia-roger-federer-rafael-nadal-horarios-tv_0_ryFD6jcvl.html
-http://www.heraldsun.com.au/sport/tennis/australian-open-2017-mens-final-live-roger-federer-v-rafael-nadal/news-story/44f06352707ce02abfbacafa4ce86ada
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