Kevin Durant salvó la bola que se iba perdida para doblar una asistencia un tanto forzada. El Oracle Arena ahogó el suspiro cuando vio a su ídolo, Stephen Curry, recibirlo correctamente a escasas décimas de que sonase la bocina. El triplista que no siente imposibles lanzó una parábola que entró perfecta. El mejor cierre posible a dos cuartos de fantasía. 78 puntos en apenas el primer tiempo. Y el rival era nada menos que el flamante y vigente campeón, los poderosos Cleveland Cavaliers de Lebron James. Los gestos en el cuerpo técnico del banquillo visitante eran obvios: seguían faltando veinticuatro minutos de dolorosa visita al dentista.
126-91, un marcador de escándalo, pocas veces veremos esos guarismos frente a un rival que posea el ansiado anillo. Curry, el genio de la eterna sonrisa, se permitió menos simpatía aquel día de la que acostumbra, cambiando el gesto travieso por el rictus serio. Bajó a defender, robó la pelota al mismísimo Lebron y no perdonó desde el triple. Afirmó orgulloso que era el mejor encuentro que habían firmado en mucho tiempo. La estadística parece darle la razón. La fecha era perfecta, en pleno día de Martin Luther King, una de esas figuras irrepetibles en la lucha por los derechos sociales y el fin de la segregación racial, una jornada donde la NBA cuida a sus aficionados con choques muy atractivos.
Con Kevin Durant levitando por momentos y Klay Thompson enchufando cada triple en la esquina, solamente hubo un momento de duda con la innecesaria y flagrante falta de Draymond Green sobre su enemigo íntimo preferido. Parece que no hay abrazo o título que pueda sellar la paz entre estos dos competidores natos, siempre el que cae vuelve a por más. Saltaron las chispas pero quedó ahí, aunque el fantástico ala-pívot de Golden State confirmó que es fuego valyrio para Steve Kerr. Enchufado, el éxito en los Playoffs estará más cerca; descentrado, puede que lo vuelvan a expulsar en el momento más inoportuno como las pasadas Finales.
Se trataba de un momento clave y Golden State lo sabía. Tras el amargo sabor del duelo de Navidades (merry christmas and nba), la cuesta de enero podía hacerse excesivamente dura. Tras sus verdugos de las pasadas Finales, le tocaba el turno a unos Houston Rockets que parecen encontrarse, al fin, en la conjunción del mucho talento que poseen con la sensación de aglutinar un equipo solidario. El mítico Clyde Drexler ha señalado recientemente que James Harden es el mejor jugador de la Liga hoy día, mientras que los porcentajes de los texanos en triples daban miedo. Ante una visita tan complicada, Kerr y su staff lograron reducir el arma favorita de su adversario.
Un sagaz plan defensivo (donde Iguodala siempre es alma, cuerpo y espíritu) que en ataque se tradujo en 32 tantos de Kevin Durant. El hombre odiado, el crack que abandonó a Oklahoma en el peor momento posible para una afición que lo adoraba, el tremendo talento a quien todos los analistas van a tildar de "fracaso" si este año no acaba remojándose en champán por el campeonato. De momento, KD hace lo que debe, tras los partidos de adaptación, ahora el resto de franquicias tiemblan ante lo que pueden hacer en armonía Curry-Thompson y Durant.
El electrónico acabó 105-128. No va a quitar confianza a unos Rockets excelentes este curso, pero sí permitió volver a sentir a aquellos Warriors que se antojaban invencibles. No lo son, evidentemente, pero sin la obsesión de un récord que ya es suyo por derecho propio, empieza a dar miedo el rugido que está empezando a intuirse. Serán fundamentales secundarios de lujo como Shaun Livingston o West, mientras que personalidades como Anderson Varejao se antojan claves para la armonía del vestuario y entusiasmo para esas guerras bajo tableros que, sin Bogut, les serán más complicadas que nunca.
Y es que son los nombres de equipo los que pueden marcar la diferencia. Así se desempeñó JaVale McGee en la visita a Orlando. Durante dos cuartos en el Amway Arena, los locales tutearon sin complejos a los gallitos Warriors (50-50). El entusiasmo de McGee y su buen rendimiento saliendo del banco espolearon a otros compañeros como Zaza Pachulia para mantener la guerra por el el rebote. Después, en el tercer cuarto, Curry inició su show con algunos triples consecutivos, volviendo a demostrar que no hay distancia lo suficientemente lejana para él.
Parece que Kerr va contando los minutos y haciendo cuentas, puesto que se especula que hoy en Miami podría dar descanso a Iguodala, su pegamento predilecto (sin ir más lejos, frente a los Magic desvió un rechace ofensivo para palmear con suavidad un pase que Durant convirtió en un preciso triple). Fue una jornada donde los reyes de la conferencia Oeste tuvieron graves problemas de pérdidas de balón, pero supieron reconducirlas.
Año nuevo, estilos divergentes al modelo clásico, aunque sigue la esencia. Golden State ya no es aquella utopía, se trata de un conjunto que tiene más semejanzas con los Miami Heat del Big Three o los Lakers de los Cuatro Magníficos. Muchos están deseándolos verles caer, como siempre. Sin embargo, esta tercera entrega de este cuento de basket ataque sigue con un objetivo muy claro: volver a estar por tercer año consecutivo jugando en junio.
Vuelven a tener el fuego valyrio en sus venas. Basta saber si alguien será capaz de volverlo en su contra o, de nuevo, volverán al Olimpo del que Irving y James les apearon en justa lucha.
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