"There is a reason magical realism was born in Colombia"-(Narcos, Primera Temporada, capítulo 1x01, 2015)
El realismo mágico supuso un punto de inflexión en el mundo de las letras. No obstante, todavía está en vigente debate su verdadera cuna de nacimiento. Aunque la madurez del género fue alcanzada en la obra maestra Cien años de Soledad de García Márquez, no pocos estudiosos señalan el brillante germen en los trabajos del literato cubano Alejo Carpentier. La fusión de lo cotidiano con lo milagroso. Para el Camp Nou, el día en que comenzó a ocurrir fue en la jornada 18 de la temporada 2014/15. El poderoso Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone visitaba la Ciudad Condal con la presión para ambas escuadras de no perder comba en la lucha por el campeonato liguero.
Apenas un año antes, los pupilos del Cholo habían ganado el torneo de la regularidad en ese mismo estadio, no sin antes eliminar merecidamente al Barça de los cuartos de final de la Champions League. La noticia no fue que los locales terminasen ganando 3-1 en un disputado choque, la magia se gestó porque, por primera vez y ante un adversario de calibre, Lionel Messi, Neymar y Luis Suárez dejaron de ser un triunvirato de estrellas independientes para convertirse en una fórmula ganadora que se tradujo en una delantera digna de Macondo.
Hasta ese momento, La Pulga, el genio rosarino que desafiaba los registros de las leyendas de un deporte donde todo parecía inventado, había encontrado una roca formidable en las inteligentes, compactas y esforzadas líneas defensivas colchoneras. Atrás quedaban los días donde el histórico club del Manzanares eran un juguete roto del que Real Madrid o Barcelona abusaban sin piedad en los últimos años de mala gestión deportiva e institucional. Diego Pablo y su staff técnico habían convencido a sus lacedemonios que todo era posible, incluso parar al 10 culé. Desde aquel día, Leo aceptó el desafío, amparado en dos aliados de envergadura.
Temo más a un ejército de ovejas dirigidas por un león que a un ejército de leones dirigido por una oveja- Viejo refrán.
Se pueden decir muchas cosas sobre el técnico argentino del Atlético de Madrid. Sin embargo, nadie puede dudar de que, al final del día, es justo lo que había recetado el psicólogo a los jugadores rojiblancos. De hecho, de no existir el imborrable recuerdo del maestro Luis Aragonés, el Cholo sería reconocido por todos como el entrenador más importante de una institución centenaria y cuya particular esencia la ha hecho digna de los versos de Joaquín Sabina. Pues bien, entre bastantes virtudes y algún defecto, podemos aseverar que el ex jugador de la escuela de Carlos Salvador Bilardo tiene una memoria excelsa.
"Nos recordaban desde hace tiempo que no les ganábamos". Fue un aviso a navegantes que pasó desapercibido. El partido de ida correspondiente a los cuartos de final de la pasada Copa de Europa resultó polémico por la rigurosa expulsión de Fernando Torres y una agresión de Luis Suárez a Juanfrán que no fue advertida por el colegiado. El Cholo se encontró en su mejor momento. Nadie cómo él para rearmar la fe del grupo por el triunfo moral y emplear con maestría unos altavoces que suelen irle a la contra. El resto lo pusieron 11 maravillosos jugadores y 56.000 indios que hicieron un verdadero infierno en vida para un rival que se antojaba invencible sobre el papel. Pronto, el profe Ortega y sus muchachos les harían ver que correrían como siempre y ganarían como nunca.
El Vicente Calderón fue Cannas, Simeone, Aníbal Barca y a los culés les quedó el ingrato papel de las legiones romanas ante una celada perfecta. No era grave la eliminación ante un oponente de altura, lo peor era la sensación de que el Atleti había sido mejor en los apartados físico, táctico, mental y futbolístico durante 180 minutos eternos. El Barça de Luis Enrique volvía a caer tras una gran racha frente a su viejo verdugo. El KO fue devastador, a los puntos y por KO. Gabi, Coke, Filipe Luis, Carrasco, Giezmann y cía convirtieron al, por entonces, vigente defensor del título, en un muñeco roto. Una noche de júbilo en el Manzanares con Andrés Iniesta llorando en silencio en el autobús de vuelta a casa. El viaje más largo.
"Luis Suárez es maravilloso, el mejor 9 de raza que un equipo puede tener"-Diego Pablo Simeone.
Se esperaba mucho de una semifinal apasionante que arrancó la semana pasada. Nuevamente, Messi y cía volvían al escenario del crimen, el lugar donde fueron arrasados por la incontestable superioridad atlética. Se esperaba, como antaño, el duelo de la táctica contra el talento. Lo que ni siquiera el propio Simeone podía pensar es que la agresividad inicial fue de los visitantes; en concreto, de un enemigo íntimo, ese Luis Suárez a quien Diego Godín y el Cholo odian en el césped y elogian cuando silba el final el colegiado. Fusionando a Batistuta y Eto´o en una arrancada excelsa, el uruguayo superó a dos muros como su compatriota y Savic para vencer a Moyá con un toque sutil.
No era raro que Atleti y Barça estuvieran en esa instancia de la competición, volviendo a cruzar caminos. De cualquier modo, Diego Pablo y Leo sentían que era algo más. Con una Liga cuesta arriba ante un Madrid y Sevilla muy afinados, la Copa se antojaba prioridad. Y Messi, que habla poco pero mucho con el balón, también sabía qué se había dicho cuando el Atlético lo enjauló con maestría en la pasada Champions. Por eso, un trallazo impresionante era la primera pieza de una noche donde el 10 blaugrana aceptaría el desafío de uno de los pocos técnicos que sabe hacerle bajar a niveles humanos.
"Fue una bomba", reconoció Simeone con una sonrisa amarga. Germán Burgos, genial ex arquero, rockero y lugarteniente ideal para su compañero, definió como pocos a La Pulga: "El chiquitito mueve el área cuando ataca". Pero en el Calderón, la magia fue todavía mayor. En el pasado, vimos a Di Stéfano y a Maradona superar encierros con su privilegiada visión de juego. Messi hizo el más difícil todavía: el hechicero no desapareció de la jaula, la obligó a moverse con él a su antojo. Durante muchos minutos, el rosarino convirtió la mejor defensa de los últimos cinco años en Europa en su mejor socio, apiñando rivales para que Neymar y Suárez disfrutasen.
RocknRolla
Uno de los placeres que deja la prensa deportiva en castellano es poder leer a Rubén Uría. Con su maestría habitual, resumió las dos partes que se vieron: "Messi es Disney, el Atlético es heavy". No está siendo fácil este quinto año para un equipo acostumbrado a levitar bajo la batuta de su líder. Durante mucho tiempo, Simeone ha sido un docente capaz de sorprender a su clase con retos nuevos y tareas apasionantes. Pero, incluso el mejor profesor sufre un momento, sobre todo tras mucho tiempo en el mismo centro, donde parece que se le escucha menos. No fue la ocasión en el entretiempo, su rugido recordó a los suyos lo grandes que habían sido y la gloria que les quedaba por conquistar.
Gabi se batió el cobre con quien se cruzase en su camino, Griezmann metió a los suyos con un tanto de cabeza, Filipe Luis volvió loca la banda culé, etc. Por momentos, el 3-2 parecía más factible que el 1-3. Los locales estaban desatados y volvían a ser aquellos guerreros irreductibles que convierten en una pesadilla interminable cualquier eliminatoria frente a ellos. En particular, Fernando Torres fue el líder de la rebelión con su atinada entrada a pista. Cillessen salvó el 2-2, Jordi Alba corrió para quitarle el esférico a Gabi tras una asistencia de fantasía del Niño. ¿Volvía el infierno del Calderón?
Simeone era el maestro de ceremonias agitando al público con sus gestos, los suyos volaban y el Barça perdía a su mejor socio, el balón. Rock and roll de bueno para Germán Burgos. Pero, entonces, el diez de dieces decidió que no iba a perder en dos visitas consecutivas al Manzanares. En el peor instante, Lionel sorteó coberturas, ayudas, patadas, empujones y el aliento incombustible de una afición incansable. Solamente Moyá y una estirada felina evitaron que sumase otra falta de antología. Todavía está en debate qué fue mejor, si su asistencia mágica a Neymar o que no se enojase cuando el astro brasileño la mandó a las nubes. No podía perder tiempo en palabrerías o reproches, estaba en su zona. Lo dijo Sampaoli, cuando juega inspirado, es incontenible. Era el ingrediente que faltaba a un duelo apasionante: RocknRolla.
La garra y la zurda
Simeone y Piqué se parecen más de lo que ellos mismos creen. Cuando consideró que no era falta una disputa entre Torres y el central catalán en banda, el Cholo se arrojó al suelo para protestar con vehemencia. Tarzán Migueli, mito azulgrana y jugador de entrega muy parecida al todocampista de Bilardo, no dudó en recordarle a su colega de profesión que bien podía haberle indignado igual el agarrón de Coke a Suárez en la jugada que a la postre fue el cabezazo de Griezmann. Diego Pablo plantea guerras totales y se ciega con pasión por sus colores a pesar de su inteligencia innegable, Piqué es muy similar. Igualmente obsesivo pero menos vehemente, Lionel Messi querrá hablar en el césped el próximo martes.
Habrá factores importantes en la vuelta a considerar. No estará Neymar, tampoco Gabi, el capitán incombustible y el guerrero incansable. Poco dado a las bravatas, el capitán colchonero hizo una para jugar, a su manera, el encuentro de vuelta: "Así estaré en la final". Sabe que sus compañeros se dejarán el alma para hacerlo. Su admirado Messi también, a la par que consciente de que una amarilla podría apartarlo de esa hipotética final a la que tanto habría contribuido a llegar. ¿Estará de Torres como titular con su don para jugar en el Nou Camp o será un as en la manga para el segundo tiempo? ¿Arriesgará Luis Enrique con Iniesta o Busquets?
Desde la cercana lejanía, Simeone y Messi han inter-actuado poco, aunque siempre han dedicado respectivos piropos a su rival deportivo. ¿Coincidirán algún día con la Albiceleste? No lo sabemos todavía. Lo que queda claro es que el martes ninguno de los dos querrá llegar al minuto 90 con la sensación de no haber entregado su mejor esfuerzo. RocknRolla en las semifinales de Copa. Diego Pablo y Leo, episodio VII.
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