lunes, agosto 29

Goodfellas




Junto con la medalla de bronce, Pau Gasol volvía de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro con dos méritos nada desdeñables: había superado la mítica marca en la selección española de José Antonio San Epifanio (Epi) en puntuación y la de Stojan Vrankovic como máximo taponador en la competición olímpica. Una pareja de logros a los que debía añadirse su condición de segundo máximo reboteador (por detrás de un tal Arvydas Sabonis) y su tercera posición en el ranking histórico máximos artilleros. En una especie de guiño final a una trayectoria brillante, el ala-pívot de Sant Boi del Llobregat firmó 31 puntos que permitieron a España sobreponerse al festival del australiano Patrick Mills. Por cosas así, el espigado chico de 2´13 metros al que muchos acusaban de indolente se sienta a la mesa sin problema con Dirk Nowitzki, Tony Parker o Manu Ginóbilli.



Entre varias acciones de mérito y su capacidad para dominar a ambos lados de la cancha, hubo una estampa para la nostalgia, el revival de la postal que diferentes generaciones de amantes del basket conocen muy bien. Juan Carlos Navarro cortaba la zona como un cuchillo en una penetración para dejar el balón a un Pau Gasol que terminaba la acción con una canasta fácil. Perdón, de las que esta pareja hacen parecer como sencillas. Es cierto que La Bomba ya no es el mismo jugador que logró ser el primer MVP de la ACB en la campaña 2005-06, pero supo estar con su sapiencia y sangre fría en los tiros libres para apoyar a algo más que un compañero y líder. Estar en los días complicados es lo que hacen los buenos amigos.



La distancia entre Sant Boi y San Feliu de Llobregat es muy escasa, no obstante, Navarro y Gasol han recorrido un amplio camino. Finales agónicas ante el todopoderoso Dream Team en Pekín, el hallazgo del oro en Polonia, semifinales de sangre, sudor y lágrimas frente a Argentina y su generación dorada, etc. ¿Qué puede haber nuevo para ellos en una cancha de baloncesto? Ya no son los mismos proyectos de cracks que enamoraron a Joan Montes (figura silenciosa, imprescindible para conocer los éxitos del Barcelona en la anterior década), han cambiado mucho, sus rostros de líderes han pagado el peaje de las cicatrices. De cualquier modo, lo que se mantiene inalterable es su alianza, esa inquebrantable amistad.


"No soy objetivo. Es mi amigo y pienso que es un genio"- Pau Gasol sobre Juan Carlos Navarro.



Una de las peores desventajas que han tenido ambos referentes del basket patrio es la aparente sencillez con la que hacen las cosas. Agustín Cuesta ya advirtió a un imberbe Navarro de lo problemático que podía ser por su incapacidad de leer los partidos, muy amparado en su insultante facilidad anotadora, una que lo llevó en su etapa de alevín a tirarse años sin perder un solo encuentro. Pau, que no tenía de partido esa mano fácil, se vio bendecido por la genética que lo llevó a ser un espigado chaval que llegaría a los 2´15 metros, pero con una coordinación que hubiera envidiado el mejor alero. 



Ese gesto sobradillo de Pau le costó problemas en su primer entrenamiento con el Barça de basket. Los más veteranos de la plantilla advirtieron al cuerpo técnico que no le habían dado caña por ser su primer día, pero que más florituras cara a la galería darían para reprimenda. Sin embargo, si algo ha tenido siempre el ala-pívot es una capacidad de aprendizaje nato. Algo debieron intuir Navarro y él porque desde entonces se acabaron los problemas. Allí conocerían exigentes e inmejorables magisterios de la mano de de nombres como Aíto García Reneses, Sasha Djordjevic o Sarunas Jasikevicius. 



La Bomba (mote que en un principio era peyorativo, porque nunca se sabía si iba a explotar contra su rival o los intereses de su propio equipo) pronto conoció la realidad cuando André Turner, perro viejo de olfato fino del Joventut de Badalona, le secó en una Final de Copa. Con el don natural no bastaba, tenía cosas por mejorar. No obstante, iba manejando cada vez mejor la izquierda y su rango de tiro llegaba a abarcar cualquier posición. Lo dijo Joan Plaza, Raúl López y Juan Carlos fueron sus dos debilidades personales, los estandartes de la legendaria camada dorada de Lisboa. Pau permanecía entonces en un prometedor segundo plano. Pero nadie, ni siquiera su mejor amigo, podían intuir lo que iba a ocurrir. 


"No hemos encontrado en toda la temporada la manera de parar a Pau"-Sergio Scariolo. 



No se podía hablar de otra cosa en el Martín Carpena. En Málaga se sabe mucho del baloncesto y lo ocurrido aquella velada copera era una de esas cosas por las que vale la pena pagar una entrada. No era habitual que un chaval tuviera todos los focos en una final donde dos históricos, Madrid y Barça, continuaban su eterno pleito. Aunque, obviamente, todavía no nos habíamos acostumbrado a Pau Gasol. Un técnico laureado y de prestigio como Scariolo observaba perplejo a un jugador que destrozó todos los sistemas del vigente campeón de la ACB, repitiendo hazaña en la final liguera. Solamente la salud impidió a Pau seguir haciendo estragos en la Euroliga. 



La trayectoria del mayor de los Gasol fue efímera en el Barça. En honor a la verdad, ni siquiera era un culé de nacimiento, puesto que sus primeros pasos deportivos los hizo en el Cornellá, la cual está íntimamente ligada con otro club catalán histórico, el Espanyol. De cualquier modo, aquel romance de 2001 hizo que el dorsal 16 y el Palau quedasen sellados de por vida. Gasol ha correspondido con su simpatía por la entidad blaugrana, apoyando siempre con elegancia y piropos a los rivales (el Madrid de Laso, por ejemplo), haciendo que, suspiramos los blaugranas, se siga soñando con esa posible última campaña de un Pau ya verano que antes de colgar las botas quiera seguir regalando su clase en el poste bajo en la Ciudad Condal.  



La NBA era el siguiente paso, tercera ronda del draft, novato del año. El chico había crecido, aunque quizás el consejo de Joan Montes de formarse en el Barcelona antes que en alguna universidad norteamericana fue para bien. Nunca se sabe. Quien estaba para quedarse era su inseparable Navarro, el cual pronto convirtió la pulla de Bomba en una señal que respetarían todos los defensas en el Viejo Continente, desde Diamantidis a Ricardo Pittis. Juan Carlos fue uno de los estiletes del histórico triplete de 2003 y uno de los lujos que se permitió el campeonato español, alguien para quien la capitanía del Barça no era ninguna hazaña, simplemente, el paso lógico a un tipo normal fuera de la pista y extraordinario dentro de ella. Y, en los veranos, seguía reuniéndose con viejos amigos en la selección. Por el camino, dejaron el ciclo más salvaje que nunca había vivido el basket español. 


-"Tenemos un tío como Juan Carlos Navarro en nuestra liga y todavía no le hemos puesto un monumento"-Fernando Romay.



Duelos viendo el aro como una piscina ante Bo McCalebb en semifinales, batallas antológicas en el poste bajo ante nombres como Lamar Odom o Carlos Boozer, bombas de dibujos animados para sobrevivir a la mejor versión de la Italia de Gentile y Bulleri, duelos de infarto y trash talking ante la Grecia del dragón Giannakis, duelos reboteadores frente a los Oberto y Scola de la generación dorada, triunfando y perdiendo ante la colosal presencia de Kirilenko... 



Junto a los Carlos Jiménez, Jorge Garbajosa, Felipe Reyes, los dos Sergios y todo un roster de primeros espadas, la pareja Navarro-Gasol ha firmado algunos de los momentos que permanecerán en el imaginario popular. Quizás sea en las competiciones internacionales donde su sintonía ha sido más fluida que nunca, ante los mejores de cada rincón del globo. Solamente ha quedado una espina, bendito problema, en haber rozado el broche de oro en 2008 y 2012. En la ciudad China, Navarro dejó unos burlescos pasos de salida de antología para dejar perplejos a todos. Previamente, había lanzado su heterodoxo y genial tiro ante murallas como Dwight Howard. 



Incluso coincidieron por unos meses en Memphis. Quizás muy influenciado por la mano de hierro de Dusko Ivanovic, Navarro dio al fin el salto al otro lado del Atlántico, donde Mike Miller le apodó de inmediato Instant Grits, en alusión a su facilidad de empezar a anotar desde que salta a la pista. La Bomba batió varios récords triplistas para un novato, pero terminó volviendo al Barça, probablemente influenciado porque su mejor anfitrión, Pau, vivió ese año un traspaso histórico que lo llevó a agrandar su leyenda en los míticos Ángeles Lakers, para convencer a los pocos descreídos que le quedaban de que era uno de los mejores ala-pívots de la Historia, cocinado a fuego lento por los mejores profesores del mundo (Chris Webber, Tim Duncan, Kevin Garnett...). Con todos ellos perdió, sufrió y ganó conocimientos para terminar siendo uno de los nombres claves para entender la NBA de los últimos años. 


-"Sin Pau habría sido imposible ganar los dos campeonatos. Fue y siempre será mi hermanos"-Kobe Bryant. 



Solamente la perspectiva histórica podrá permitir tener un correcto reflejo del impacto de Pau Gasol en el deporte de la canasta. Es cierto que a veces ha podido haber cierto agobio mediático (parecía que seguidores españoles de toda la vida de los Celtics eran unos traidores patrios a ojos de gente que se acaba de enganchar a la NBA porque el jugador catalán había fichado por LA), pero era una consecuencia inevitable de la cantidad de odiseas que ha dejado en el camino: su primer All Star en Houston, sus dobles-dobles, tres disputas por el anillo, etc. 



Probablemente, la ciudad californiana fue la que permitió al power forward sentirse cómodo con los focos. Su amigo Navarro rara vez lo ha hecho. De hecho, solamente su amistad con Scariolo le convenció de escribir un prólogo en el libro del seleccionador. La Bomba ha sido capaz de todo en una pista (de robar un balón crucial a Papaloukas en una F4, de volver locos a los propios Lakers, de ganar prácticamente el solo al mejor Madrid que se recordaba...) pero no quiere perder su perfil normal y de tipo familiar fuera de ella. Gasol se ha movido con suma habilidad en el estatus de estrella en la mejor liga del planeta. Ambas opciones son idóneas si se llevan con inteligencia y capacidad de conocerse a uno mismo. 



Lo que parecen no cambiar traspasos, victorias y derrotas es esa entrañable amistad, una que otros escogidos conocen gracias a la pocha, celebraciones niponas haciendo madrugar a un país y el respeto de monstruos como Parker, Bryant o Nowitzki. Al final del día, nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por aquella complicidad que fraguaron, hace ya algunos años, más de los que querríamos admitir, Pau y Juan Carlos. 



BIBLIOGRAFÍA:



-ESCUDERO, J. F., Históricos del baloncesto español, Ediciones JC, Madrid, 2008, pp. 288-321.



-PARICIO, Á., Cuando fuimos los mejores: La década dorada de la selección española de baloncesto (2001-2010), Ediciones JC, Madrid, 2010. 



-SCARIOLO, S., Hablando en plata: Las razones de un entrenador, Turpial, Madrid, 2013. 



ENLACES DE INTERÉS:



YO VI JUGAR A NAVARRO (JESÚS SÁNCHEZ)



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