Caminos separados
Esta es una historia de amor y odio. Dicen que nada castiga tanto como la indiferencia. Incluso la rivalidad más encendida no deja de esconder un pozo de admiración. Afirmaban en Oriente que debe venerarse al enemigo con honor, puesto que de él depende buena parte de nuestra grandeza. Sin duda, en sus exuberantes carreras profesionales en la NBA, Paul Pierce y Ron Artest han sido una pieza fundamental el uno para el otro. No es factible que este verano decidan ir juntos con sus respectivas familias de crucero, sin embargo, cuando echen la vista atrás a sus heridas de guerra y triunfos en la pista, se sorprenderán de ver lo cerca que estuvieron el uno del otro. Héctor y Aquiles. Escipión y Aníbal. The Truth y Metta World Peace.
Artest es apenas dos años más joven que Pierce, pero no es la única coincidencia en sus vidas paralelas. Antes de ser estrellas deportivas, ambos vivieron reveses duros de la vida, aunque en fases distintas. El entorno conflictivo de Ron le llevó a buscar el basket como terapia, en tan dramáticas circunstancias como la muerte de su hermana. Siendo un imberbe, empezaron a correr rumores de que había lesionado a Michael Jordan a propósito en una práctica de los Bulls. Cuando logró su premio de Mejor Defensor, ante la queja de Popovich de que debió haber sido dado a Bruce Bowen, su respuesta fue clara: "Que venga y echamos un uno contra uno. Si me gana, se lo doy". Nada de medias tintas. Un Bad Boy por naturaleza desde sus pinitos en torneos callejeros en New York,el mundo empezó a oír a hablar de alguien que no era Bob Cousy botando la pelota, pero nadie quería tenerlo en frente para sufrir su marca personal.
Paul, nacido en California y criado bajo el embrujo del show de Magic Johnson y sus Lakers, también tuvo que saber que el talento no era suficiente. Cortado por varios equipos, siendo junior de instituto dio un salto cualitativo que lo transformó para siempre. A su habilidad anotadora vino una frecuencia al gimnasio que lo hizo un todoterreno. Si su Némesis hubo de ganarse reputación bajando a defender en Indiana, Pierce fue la afortunada décima elección de primera ronda de los Boston Celtics. Dos metros y más de cien kilos bien trabajados que lo hacían un arma ofensiva de la que el Garden se enamoró poco después de su llegada. Una trayectoria mucho menos violenta que la de Artest, pero todo cambiaría una fatídica noche....
The Truth hurts
Ron habría podido haberle advertido a Paul que esas cosas pasaban. Daba igual ser el ojito derecho de la nueva camada, el mimado de la afición y el tipo al que los analistas vaticinaban un futuro brillante. La noche equivocada con la persona errada podría romperlo todo con facilidad. La ley de la calle. Pierce, joven estrella NBA, captó atenciones de público que ofendieron a otros comensales en una fiesta multitudinaria. Lo siguiente que verían sus compañeros célticos era al chico en el suelo, cosido a puñaladas. Su primera pregunta fue si viviría. La segunda, si tenía heridas en el brazo, su gran herramienta de trabajo.
El joven deportista vivió y llegó a ser muy grande. Tanto que Shaquille O´Neal afirmó que había grandes jugadores en el campeonato, pero solamente Pierce era "La Verdad". Ron Artest, por aquel entonces en unos Indiana Pacers aspirantes a todo, lo sufrió en sus carnes. Primera ronda del Este, tiempo de Playoffs, 2003. Ante la perpleja mirada de otro asesino nato, Reggie Miller, The Truth despedazó la corajuda defensa rival, con especial inspiración frente al dorsal 23 de los Pacers. Daba igual que en los primeros cuartos estuviera atado, ese small forward era capaz de dispararse a más de veinte tantos en un puñado de minutos cuando llegaba la hora de decidir series.
Una imagen de la frustración fue el intento en otro partido de Artest de bajarle los pantalones a Pierce. El ofendido se los volvió a subir y anotó un triple limpio como respuesta. Con su peculiar estilo musical, el agresor se disculpó con una cancioncilla, fruto de ese heterodoxo estilo que lo llevaba a pedir permisos para pasar días en su estudio de grabación. Aquello era un dolor de cabeza para Larry Bird, su gran protector en Indianápolis; ante los ojos del Pájaro, único olfateando tipos competitivos, aquel defensa era un verdadero diamante en bruto. El problema era que su concentración era sumamente escasa. Mientras Pierce era carne de All Star, el jugador de los Pacers alternaba elogios (por su carisma en las barricadas) como dudas (problemas extradeportivos).
El paria y el príncipe sin corona
Artest era considerado un stopper prodigioso para algunos y un desestabilizador de vestuarios para otros. En Indiana comenzó su cuenta atrás tras la tristemente célebre pelea del Palace frente a los Detroit Pistons y sus aficionados. A pesar de haber recibido una dura falta personal de Ben Wallace, Artest y su compañero Stephen Jackson acapararon negativos titulares por subir a las gradas a pelear con algunos exaltados fans. Ron se marchó de Indiana por la puerta de atrás y sin haber agradecido todo lo debido la fe que Bird había depositado en él. Por algunos momentos, se cuestionaba en los mentideros del campeonato si quedaba hueco para él.
Pau Gasol afirmó que los Sacramento Kings se habían convertido en el gran rival de los Memphis Grizzlies por el último billete de los Playoffs en el Far West cuando firmaron a Artest, quien dio un plus de agresividad a los californianos. El día de la visita de los Boston Celtics al Arco Arena, Pierce quebró y provocó la caída al suelo de su antiguo rival, anotando una hermosa suspensión. Hay cosas que no parecían cambiar, aunque él tampoco parecía del todo satisfecho. Sus excelentes estadísticas individuales y orgullo verde no se traducían en títulos colectivos, hasta el punto que algunos veranos hablaba en un gimnasio NBA con un tal Kobe Bryant acerca de si a los dos astros no les estaba llegando la hora de cambiar de aires.
No lo harían porque en 2008 ocurrió lo mismo que ahora tanto se critica a Kevin Durant y los Warriors. Gasol viajó a los Lakers y Garnett ya llevaba varios meses en Boston, acompañado de Ray Allen. En medio, Artest fichó por los Houston Rockets, viendo desde el televisor de su casa como Pierce se proclamaba MVP de las Finales de 2008, tras firmar épicos duelos ante incipientes estrellas como Lebron James. Al año siguiente, quizás The Truth sonrió al ver al bueno de Kobe sufriendo el trash talking y las constantes tretas de Artest, en un loco enfrentamiento de los angelinos con los Rockets. El desempeño de Artest fue tan impresionante a las órdenes de Rick Adelman que le valió para que el propio Bryant avalase su fichaje. Igual que con Bird, parecía que al defensor no le dolían prendas en hacer maletas, aunque, en este caso, sería para vivir la noche más feliz de su vida. Y, tal vez la mejor propina posible para él, a expensas de su antiguo verdugo, Paul Pierce.
The Truth hurts
Ron habría podido haberle advertido a Paul que esas cosas pasaban. Daba igual ser el ojito derecho de la nueva camada, el mimado de la afición y el tipo al que los analistas vaticinaban un futuro brillante. La noche equivocada con la persona errada podría romperlo todo con facilidad. La ley de la calle. Pierce, joven estrella NBA, captó atenciones de público que ofendieron a otros comensales en una fiesta multitudinaria. Lo siguiente que verían sus compañeros célticos era al chico en el suelo, cosido a puñaladas. Su primera pregunta fue si viviría. La segunda, si tenía heridas en el brazo, su gran herramienta de trabajo.
El joven deportista vivió y llegó a ser muy grande. Tanto que Shaquille O´Neal afirmó que había grandes jugadores en el campeonato, pero solamente Pierce era "La Verdad". Ron Artest, por aquel entonces en unos Indiana Pacers aspirantes a todo, lo sufrió en sus carnes. Primera ronda del Este, tiempo de Playoffs, 2003. Ante la perpleja mirada de otro asesino nato, Reggie Miller, The Truth despedazó la corajuda defensa rival, con especial inspiración frente al dorsal 23 de los Pacers. Daba igual que en los primeros cuartos estuviera atado, ese small forward era capaz de dispararse a más de veinte tantos en un puñado de minutos cuando llegaba la hora de decidir series.
Una imagen de la frustración fue el intento en otro partido de Artest de bajarle los pantalones a Pierce. El ofendido se los volvió a subir y anotó un triple limpio como respuesta. Con su peculiar estilo musical, el agresor se disculpó con una cancioncilla, fruto de ese heterodoxo estilo que lo llevaba a pedir permisos para pasar días en su estudio de grabación. Aquello era un dolor de cabeza para Larry Bird, su gran protector en Indianápolis; ante los ojos del Pájaro, único olfateando tipos competitivos, aquel defensa era un verdadero diamante en bruto. El problema era que su concentración era sumamente escasa. Mientras Pierce era carne de All Star, el jugador de los Pacers alternaba elogios (por su carisma en las barricadas) como dudas (problemas extradeportivos).
El paria y el príncipe sin corona
Artest era considerado un stopper prodigioso para algunos y un desestabilizador de vestuarios para otros. En Indiana comenzó su cuenta atrás tras la tristemente célebre pelea del Palace frente a los Detroit Pistons y sus aficionados. A pesar de haber recibido una dura falta personal de Ben Wallace, Artest y su compañero Stephen Jackson acapararon negativos titulares por subir a las gradas a pelear con algunos exaltados fans. Ron se marchó de Indiana por la puerta de atrás y sin haber agradecido todo lo debido la fe que Bird había depositado en él. Por algunos momentos, se cuestionaba en los mentideros del campeonato si quedaba hueco para él.
Pau Gasol afirmó que los Sacramento Kings se habían convertido en el gran rival de los Memphis Grizzlies por el último billete de los Playoffs en el Far West cuando firmaron a Artest, quien dio un plus de agresividad a los californianos. El día de la visita de los Boston Celtics al Arco Arena, Pierce quebró y provocó la caída al suelo de su antiguo rival, anotando una hermosa suspensión. Hay cosas que no parecían cambiar, aunque él tampoco parecía del todo satisfecho. Sus excelentes estadísticas individuales y orgullo verde no se traducían en títulos colectivos, hasta el punto que algunos veranos hablaba en un gimnasio NBA con un tal Kobe Bryant acerca de si a los dos astros no les estaba llegando la hora de cambiar de aires.
No lo harían porque en 2008 ocurrió lo mismo que ahora tanto se critica a Kevin Durant y los Warriors. Gasol viajó a los Lakers y Garnett ya llevaba varios meses en Boston, acompañado de Ray Allen. En medio, Artest fichó por los Houston Rockets, viendo desde el televisor de su casa como Pierce se proclamaba MVP de las Finales de 2008, tras firmar épicos duelos ante incipientes estrellas como Lebron James. Al año siguiente, quizás The Truth sonrió al ver al bueno de Kobe sufriendo el trash talking y las constantes tretas de Artest, en un loco enfrentamiento de los angelinos con los Rockets. El desempeño de Artest fue tan impresionante a las órdenes de Rick Adelman que le valió para que el propio Bryant avalase su fichaje. Igual que con Bird, parecía que al defensor no le dolían prendas en hacer maletas, aunque, en este caso, sería para vivir la noche más feliz de su vida. Y, tal vez la mejor propina posible para él, a expensas de su antiguo verdugo, Paul Pierce.
El guerrero loco que se volvió pacifista
En vísperas de las Finales de 2010, mucha gente comprendió que Ron Artest era una cosa muy seria para secar talentos. Jóvenes estrellas como Kevin Durant habían probado su medicina en Playoffs con felices consecuencias para los Lakers. Interrogado antes de su reencuentro con Pierce, el mundo se sorprendió al ver al viejo demonio algo domado. "Está allí haciendo tiros decisivos cuando muchos jóvenes ya se han ido de vacaciones". Quedaba claro que sería su pareja de baile, pero recibía sus elogios. Hermosas intenciones que se truncaron antes de acabar la primera posesión del debut en el Staples, cuando ambos jugadores se tiraron al suelo mutuamente ante los perplejos aficionados. Los viejos hábitos nunca mueren.
Fueron siete partidos hermosos y de antología. Pierce estuvo intermitente, aunque su gran clase salió a relucir en días decisivos como el quinto, donde volvió a confirmar que era el gran capitán del navío. Artest recibió un toque del Maestro Zen contra la espada y la pared cuando regresaron al feudo angelino. Necesitaba más que a un simple especialista, quería que Ron sorprendiese a la eficaz defensa céltica tomando iniciativa propia y asumiendo más tiros. La intuición de Phil Jackson fue muy certera, el séptimo día, con Pau Gasol y Bryant maniatados, Artest dirigió con la locura de los genios a un partido a cara de perro antes unos orgullosos verdes incombustibles. The Truth hizo todo lo posible para ganar su segundo anillo... a veces, con eso no basta.
Una de las estampas imborrables fue un triple precipitado y contra manual del angelino sobre Pierce. La culminación de su gran noche, dio las gracias a su psicóloga en rueda de prensa. Su rival sufrió la peor derrota de su vida, su cara era una estampa, la épica y maravillosa machada de los veteranos Celtics de 2010 terminó de la forma más cruel posible en el estadio del máximo rival. Artest cambiaría su nombre a Metta World Peace, fantaseaba con un duelo de LA contra los incipientes Miami Heat de Lebron, Wade y Bosh (evidentemente, la jugada de Golden State con Durant es atípica en la historia del campeonato). No obstante, luego revisaba sus heridas de guerra, "Aunque haríamos mal en olvidar a los Celtics, tienen talento para llegar".
Más parecidos de lo que la gente cree, distintos al final de sus carreras...
Conforme se iban desclasificando los archivos y los delitos iban prescribiendo, se revelaban cosas distintas. Por ejemplo, que Pierce, el súper-clase, no tenía ningún problema en recurrir constantemente al trash talking. Resultaba que no era solamente Artest quien podía recurrir a tácticas subterráneas. Eso sí, el colosal defensa también cometió un error: "Me gusta el trash talking de gente como Paul Pierce. Pero a tipos como Tony Allen no les hago caso". Ironías del destino, aquel Tony Allen sería luego reconocido como un excelente marcador personal, alguien a quien el propio Kobe Bryant recordó afectuosamente como uno de sus mejores rivales.
Cuando parecía que The Truth colgaría las botas de verde, hubo de hacer las maletas. Se despidió bien, por la puerta grande y con el corazón de la afición en su bolsillo. Artest y sus Lakers se quemaron antes de tiempo, sin explotar todavía más la alianza Bryant-Gasol. Ausente el Maestro Zen para controlarle, no parecía haber sitio para el alocado y polémico jugador, por más que ahora se pusiera el apodo de Metta World Peace, seguía arrojando dudas. Sin embargo, ahí se mantiene en un parquet de Hollywood donde un veterano como él parece un capricho del que no debe privarse la gerencia.
Pierce ha estado más cerca de volver a las Finales que el hombre que le privó de su segundo anillo. Los viejos célticos llevaron a 7 encuentros a los Heat de Lebron. Posteriormente, militando en los Wizards, Pierce se hizo Rey del Norte, siendo una de las atracciones del Este, volviéndose la pesadilla personal de Raptors y Hawks. Los viejos rockeros nunca mueren. Quizás ayude nutrirse del carisma de sus enemigos, incapaces de mostrar debilidades el uno frente al otro, Pierce y Artest mantienen, en la cercana lejanía, un duelo que ya forma parte del imaginario colectivo de la NBA.
Más parecidos de lo que la gente cree, distintos al final de sus carreras...
Conforme se iban desclasificando los archivos y los delitos iban prescribiendo, se revelaban cosas distintas. Por ejemplo, que Pierce, el súper-clase, no tenía ningún problema en recurrir constantemente al trash talking. Resultaba que no era solamente Artest quien podía recurrir a tácticas subterráneas. Eso sí, el colosal defensa también cometió un error: "Me gusta el trash talking de gente como Paul Pierce. Pero a tipos como Tony Allen no les hago caso". Ironías del destino, aquel Tony Allen sería luego reconocido como un excelente marcador personal, alguien a quien el propio Kobe Bryant recordó afectuosamente como uno de sus mejores rivales.
Cuando parecía que The Truth colgaría las botas de verde, hubo de hacer las maletas. Se despidió bien, por la puerta grande y con el corazón de la afición en su bolsillo. Artest y sus Lakers se quemaron antes de tiempo, sin explotar todavía más la alianza Bryant-Gasol. Ausente el Maestro Zen para controlarle, no parecía haber sitio para el alocado y polémico jugador, por más que ahora se pusiera el apodo de Metta World Peace, seguía arrojando dudas. Sin embargo, ahí se mantiene en un parquet de Hollywood donde un veterano como él parece un capricho del que no debe privarse la gerencia.
Pierce ha estado más cerca de volver a las Finales que el hombre que le privó de su segundo anillo. Los viejos célticos llevaron a 7 encuentros a los Heat de Lebron. Posteriormente, militando en los Wizards, Pierce se hizo Rey del Norte, siendo una de las atracciones del Este, volviéndose la pesadilla personal de Raptors y Hawks. Los viejos rockeros nunca mueren. Quizás ayude nutrirse del carisma de sus enemigos, incapaces de mostrar debilidades el uno frente al otro, Pierce y Artest mantienen, en la cercana lejanía, un duelo que ya forma parte del imaginario colectivo de la NBA.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
http://www.gettyimages.es/evento/boston-celtics-v-indiana-pacers-game-5-1901841#ron-artest-of-the-indiana-pacers-fouls-paul-pierce-of-the-boston-in-picture-id1977245 [Fotografía tomada por Jonathan Daniel, Getty Images]
http://www.ocregister.com/tag/lakers/lebron-james/page/13/
http://www.zimbio.com/photos/Paul+Pierce/Metta+World+Peace/NBA+Finals+Game+7+Boston+Celtics+v+Los+Angeles/B7qzxauT76T
http://www.calisportsnews.com/lakers-looking-to-bring-back-metta-world-peace/
http://nba.nbcsports.com/2012/05/01/paul-pierce-wills-boston-celtics-to-victory-ties-series-with-atlanta-hawks/
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