El ala-pívot que nunca engañó
Si alguien esperaba grandes fanfarrias, lamentablemente quedó desengañado. Se venía especulando los últimos años acerca de si Tim Duncan se retiraría. El jugador más grande de la historia de los San Antonio Spurs no arma shows, tampoco es excesivamente amigo de acaparar protagonismo delante de una cámara. El problema para él es que tras esos 2´11 metros de discreta personalidad se esconde un ala-pívot de leyenda, un mito de su posición a quien otro rival de profesión, el legendario Karl Malone, no duda en calificar de "maravilloso". Así es Timmy, caballero reservado fuera de la cancha, referente absoluto para compañeros y rivales en pista.
A sus cuarenta años, se intuye que seguirá llevando un camino ordenado. En una época donde ya se concebían los saltos del instituto a la NBA, Duncan, pretendido por mil novias en el campeonato, esperó a completar su formación universitaria en Wake Forest, lugar donde cimentó los ricos fundamentos que lo llevaron a ser un maestro de la economía de recursos. Desde Pippen, no recordábamos a nadie emplear con tal sapiencia la tabla para convertirla en un aliado cara a obtener la canasta. Cabeza bien amueblada, carácter tranquilo y saludado por los Spurs como la respuesta a sus plegarias. David Robinson, el hombre fuerte de los tableros texanos, tomó bajo su batuta a un compañero talentoso y dispuesto a aprender. El resto es historia. Perdón, mito.
Lo mejor que se puede decir del magisterio del Almirante es que el discípulo tomó buena notas de sus lecciones. Ambas torres movieron el engranaje todavía no perfeccionado de G. Popovich para obtener dos anillos, ganados a base de sudor, trabajo, defensa y... tener a Duncan. Jason Collins, quien le sufrió en las Finales de 2003 bromeaba en su cuenta de twitter con una fotografía que capturaba una personal cometida sobre el 21: "Había muy pocas maneras de pararte... y solían acabar en falta". Pero aquellos inicios fueron mucho más, en verdad, el genio de las Islas Vírgenes que iba encaminado a ser un nadador muy importante aprendió a perder. Incluso cuando la hegemonía de los Lakers del dueto de Kobe y Shaq parecí invencible, Timmy practicaba con la misma fruición con la que empezó a ir a jugar a un parque de gente mayor. En aquellos días, era terapia para olvidar el trágico fallecimiento de su madre. Posteriormente, era la confirmación de que aquel portentoso cuatro tenía una fortaleza mental de adamantium.
Si hay una posición sobre la que la NBA marca diferencias es sobre la de ala-pívot. Es decir, ese jugador alto que es capaz de rebotear y machacar, pero también de asistir, tirar de tres, correr como un alero y defender a interiores y exteriores. La última camada no ha podido ser más brillante. Chris Webber, capaz de pasar la bola mejor que muchos bases, Kevin Garnett, una fuerza de la naturaleza capaz de hacerlo todo, Pau Gasol, recientemente fichado por los propios Spurs, etc. Contra todos ellos y la nueva camada de jóvenes (Stoudemire, Jordan, Bosh...) ha luchado Tim Duncan. Y ha ganado, muchas veces. Tampoco le ha resultado desconocida la derrota frente a ellos. Siempre, siguiendo los versos de Kipling, Duncan ha saludado a ambos impostores por igual, sin pecar de altanero o de afectado.
Antoni Daimiel dijo en El sueño de mi desvelo que Timmy aprovechó los problemas físicos de Shaq en las semifinales de 2003 para que el gigante tranquilo pegase un grito. Entendiendo la intención del experto comentarista, no me parece una metáfora del todo apropiada. El 21 de las espuelas plateadas dominó aquella noche en el Staples con un gesto de aplomo, no fue ningún exorcismo de furia. Ante las caras perplejas de Jack Nicholson y la corte californiana, aquel tipo de rostro alejado a las grandes estrellas de Hollywood, firmó una de las dominaciones más claras que se recuerdan. Más de diez años después, seguiría haciéndolo ante otro coloso de marketing y talento, los Beach Boys orquestados en los despachos de Pat Riley.
"El mejor jugador del mundo sigue saliendo a hacer su trabajo". La frase no es cualquiera cosa, pues fue acuñada por Rasheed Wallace. Sheed, polémicas al margen, ha sido uno de los marcadores individuales más inteligentes en su posición. Sus tretas, condición de ambidiestro e inteligencia táctica lo hicieron un rival incómodo para titanes como el propio Garnett. En una serie espléndida a siete partidos, Duncan logró sobreponerse al Palace, a los dos Wallace y al martirio del maestro Larry Brown en la línea de tiro libre. Fue su tercer anillo, aquel donde confirmó que, como decía el genial talento de Philly, el mejor salía sin aspavientos a hacer su tarea, sin importar las feroces condiciones que rodeasen la pintura.
El nombre delante de tu camiseta
Aunque podríamos hacer cuarenta entradas desglosando los récords estadísticos de un competidor nato, así como de su perenne presencia en los All Stars, donde casi se veía en la obligación de pedir perdón por su semblante serio, Tim Duncan es sinónimo de equipo. Cuando T. Parker y M. Ginóbilli crecieron lo suficiente, el primero en darles el espaldarazo para asumir más galones fue el propio jugador franquicia. Su matrimonio perfectamente avenido con Popovich ha estado plagado de estabilidad y éxitos. Una estampa muy típica de Playoffs ha sido la de Timmy acercándose sin aspavientos a sus compañeros para explicarles una mala ejecución de jugada o un error táctico. Su visión de la pista completa es impropia para alguien que ocupa su demarcación.
"Juega por el nombre delante de tu camiseta, no por el de detrás". Una sentencia como él mismo ha predicado con el ejemplo. Sencilla, práctica, funcional y poco egoísta. Pasarán varias glaciaciones para que El Álamo y la NBA vuelvan a ver un modelo de esta categoría. Dirk Nowitzki, ese todoterreno con el que se ha medido en mil ocasiones, bautizaba a su eterna Némesis en su cuenta de Twitter como el mejor ala-pívot de siempre. Vuelvan a poner el reproductor y vean las semifinales de la conferencia Oeste del 2006, con ambos personajes empeñados en convertir el baloncesto en categoría de arte.
En aquella ocasión, los esfuerzos del ganador nato no fueron suficientes. Acabada la prórroga, Duncan, siempre en su sitio, fue a felicitar a Avery Johnson, ex compañero suyo y por aquel entonces míster de Dallas. Detalles como esos justifican que el propietario de los Mavs, Mark Cuban, se congratulase de haberle podido sufrir, de ser testigo cercano de algunas de las exhibiciones más impactantes de versatilidad, liderazgo y elegancia en una cancha de baloncesto.
Tim Duncan se marcha de manera discreta, como los invitados inteligentes que saben que es mejor marcharse cuando todos los anfitriones siguen disfrutando de su presencia. Lo ha hecho como ha desempeñado su trayectoria profesional, sin ningún alarde, pero con una inteligencia al alcance de unos pocos elegidos.
http://espn.go.com/nba/story/_/id/16984421/twitter-reacts-tim-duncan-retirement
http://www.somosbasket.com/2014/03/14/timberwolves/hielo-vs-fuego/
http://www.basket4us.com/nba/tim-duncan-tony-parker-manu-ginobili-record-158168
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