lunes, diciembre 21

Dear Basketball. Así comenzaba la carta, una epístola sorprendente, no a los corintios, pero sí la de una persona que había comprendido que estaba viendo la luz al final del túnel. Tras años de gloriosa carrera, Kobe Bryant anunció que colgará las botas cuando finalice este curso baloncestístico. Introvertido por naturaleza (aunque su rol protagonista en los mediáticos Lakers le ha hecho ser objeto de infinidad de entrevista en todos los medios del mundo), sorprendía la emotividad de su contenido, una forma atípica de Black Mamba para decir adiós al deporte que tanto ha querido y, todavía hoy, sigue siendo su gran pasión. Honestidad brutal, habría escrito Andrés Calamaró. 



Desde entonces, todos los pabellones de la NBA han corrido espontáneamente ha rendir tributo a la leyenda. Se olvidaban los primeros años de adolescente egoísta, su guerra privada y pública con Shaq, el escándalo de Colorado o su espartana auto-exigencia consigo mismo y compañeros de vestuario. Solamente se le juzgaría por el juego. Y ahí, indudablemente, míster Bryant está en el panteón de los elegidos. No sorprenden las ovaciones de los rivales y el aplauso del público. Sin embargo, y algo nos maliciábamos todos los que conocemos el poder del trébol, queda una parada marcada en rojo: Boston. Lo resumía a la perfección un aficionado verde con una letra que venía a hermanarse con la que Kobe nos legó; y es que los Lakers habrán de presentarse el próximo 30 de diciembre en el Garden. 



Odio y amor no son tan diferentes. Probablemente, el peor castigo sea la indiferencia o la repulsa. Para las grandes fobias no deja de existir un punto de fascinación, un velar las armas continuado porque lo que provoca es percibido como algo temible y poderoso. Temporada tras temporada, los orgullosos verdes han sufrido oleadas de suspensiones increíbles, la mirada de serpiente a punto de clavar los colmillos en el último cuarto, el trash talking y la sonrisa de suficiencia anotando los tiros libres mientras decenas de miles de gargantas pedían su sangre. Kobe y los Celtics han vivido dos épicas finales (2008 y 2010) y se han hecho mucho daño, chocando como dos trenes de alta velocidad sin freno. "Te odio. ¿Me puedes culpar?", encabezaba el mensaje al homenajeado, por parte de un fiel heredero de Red Auerbach, loado sea su puro.


Pero hubo un tiempo que no fue así. Un recuerdo todavía doloroso para el conjunto más laureado de la NBA. Kobe pudo vestir de verde. Un joven imberbe visitaba las instalaciones y hasta se colocaba el célebre Leprechaun en su pecho. Corría el año de 1997. Bryant era un talento surgido en Philly pero formado en Italia, un chaval de grandes condiciones atlética que había abandonado su sueño de jugar en el AC Milán por el enamoramiento que sufrió al ver en su pantalla de televisión a un genio llamado Michael Jordan. Volvamos a esas vísperas del draft.



Nuestro protagonistas, siempre con claras preferencias angelinas, se sintió algo incómodo al ponerse aquel atuendo verde; sin embargo, la experiencia fue más que satisfactoria. Se le vio bromeando tranquilo con M. L. Carr, incombustible dinamita desde el banquillo de los Celtics de la era Bird, también posteando y entrenando con el añorado Dennis Johnson, el mejor defensor al que nunca se enfrentó Magic. And the Boston Celtics pick... Kobe Bryant, imaginen a David Stern diciendo eso. Pero no ocurrió, quedó todo en anécdota, el chico acabó en los Hornets, justo lo que quería un avispado Jerry West para sacrificar a un veterano contrastado y de calidad (Vlade Divac) por una promesa de futuro.



El resto es historia. Boston hubo de ver como el rookie iba madurando, siendo, junto con Allen Iverson, la punta de lanza de una camada brillante. Su alianza con O´Neal, pese a ser muy complicada en lo emocional, se tradujo en 3 anillos de campeón y una Final más. Una combinación letal, por ello, ya sin El Perro Grande, los pupilos de Doc Rivers se dieron un baño de Gatorade y v victoria cuando, en 2008, Kobe no fue capaz de poder con el Big Three (Kevin Garnett, Paul Pierce y Ray Allen) creado en los despachos por Danny Ainge. "Esa derrota por 39 puntos siempre permanecerá conmigo", todavía rememora un perenne All Star y futuro Hall of Fame, uno de esos competidores que siempre vuelven.



Para el recuerdo el quinto encuentro de la segunda de aquellas Finales. 17 puntos en poco más de 6 minutos. Por un instante, parecía un cómic de Marvel. Los 4 Fantásticos incapaces de librarse del Doctor Doom de la NBA, Bryant entró en esa zona que ha sido capaz de hacerle endilgar más de 60 puntos a los Dallas Mavericks en tres cuartos o 81 a los Toronto Raptos durante una noche para la leyenda en el Staples. Palmeos, triples de dibujos animados, superación de dobles marcajes... Tras sobrevivir a aquello, el titular en la página oficial de la Boston fue claro: No fear of snakes. Pero el genial escolta no claudicó, la Black Mamba no entiende de otra cosa que no sea ganar, cuando la sublime defensa de Boston maniató su ataque, fue capaz de bajar a la mina para rebotear como un obrero de la pista en el decisivo séptimo. 



Nuestra mente se redirecciona al presente. El seguidor de Boston continúa su carta, explica a Kobe cómo visiona ese futuro duelo. Los jóvenes Celtics ganando de 20 a sus odiados-admirados enemigos. Byron Scott manda al banquillo a su estrella para darle un poco de descanso. Entonces, la grada furibunda, ese mar de rostros que le silbaban desde que se agachó en el calentamiento a atarse las zapatillas... enmudecerá. Solo durará un instante, entonces, los insultos se tornaron en aplausos, no será un detalle de cortesía. El Boston Garden, igual que sucedió con Magic, se rendirá a la evidencia de un jugador superlativo, la emotiva misiva lo remata: "Has sido un profesional único. No puedo creer que diga esto pero te voy a extrañar. Tú has sido el baloncesto durante estos años"



En Boston se la han visto de todos los colores, saben lo que es una temporada huérfana de victorias y otra de aplastar por derrumbamiento a todo aquel que ose acercarse a ellos. No, no tienen miedo de las serpientes, ni siquiera de la incomparable Black Mamba, ellos han sobrevivido a noches divinas de Michael Jordan. No fear of snakes, recuerden. No obstante, lo que sí hay es respeto, admiración, reconocimiento del talento superior, vista la camiseta del color que sea. 



Kobe no ha conseguido generar miedo al Garden, a pesar de haber jugado como los dioses muchas veces en ese inconmensurable escenario. Pero ha logrado algo mejor. Ser el enemigo íntimo, el más vilipendiado, al que se quiere ver caer... porque en el fondo, saben que pueden apretarlo porque el superlativo escolta puede soportarlo como lo que es, uno de los mejores de siempre...Más de un fan del trébol guarda con celo reverencial alguna camiseta con el dorsal 8 o el 24. La de su amado enemigo. 



ENLACES DE INTERÉS:



http://baloncesto.as.com/baloncesto/2015/12/12/nba/1449949639_977442.html



http://www.marca.com/2015/11/30/baloncesto/nba/noticias/1448843317.html



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://reactionreporters.wordpress.com/2014/03/18/kobe-bryant-once-tried-out-for-boston-celtics-photo/



http://www.basket4us.com/nba/kobe-paso-por-los-celtics-antes-de-llegar-a-la-nba-19610



http://www.marca.com/2010/02/01/baloncesto/nba/1264981669.html