lunes, julio 24

Se respiraba tensión en Tel Aviv. Era la última jornada del mortífero formato del TOP 16 de la Euroliga en la temporada 2003/4. Todo había sido accidentado en un grupo formado por el Ürkel de Estambul, Pamesa Valencia, Zalgiris de Kaunas y Maccabi Tel Aviv. Los israelíes eran los anfitriones del conjunto lituano cuando ambas escuadras se mantenían con opciones todavía de pasar a la F4, la cual se iba a celebrar precisamente en aquel pabellón, conocido como Yad Eliyahu, es decir, la mano de Elías. El clima era polémico, la situación bélica había hecho que el conjunto taronja no se arriesgará a disputar un encuentro allí, quedando el marcador en un burocrático 20-0 que decantaba la balanza a favor de los pupilos de Pini Gershon, quienes habían logrado vencer en la Fonteta. 



Pero lo mismo podía decir el Zalgiris llegados a esa instancia. Entrenados por Antanas Sireika, experto conocedor del basket europeo y con bagaje internacional, los de Kaunas eran la clase de equipo impredecible con el que nadie quiere jugarse los cuartos. Tenían todoterrenos como Dainius Salenga, fuerzas de la naturaleza como Tanoka Beard y, por encima de todo, la serena presencia de Arvydas Sabonis en su último año como profesional. El zar vivía ya por encima de cualquier nerviosismo desde su atalaya imponente de 2´20. Apenas le quedaba medio salto, aunque la seguía pasando mejor que el 90% de los bases de aquel tiempo y no existía nada en el juego interior que no conociera. Recientemente nombrado MVP de la competición, el gigante viajó con sus compañeros con la tranquilidad de que la presión en esta clase de encuentros siempre es para el local. 



Naturalmente, los anfitriones no eran unos cualquiera. Con su poderío económico característico, los amarillos habían formado el mejor equipo que, Phil Jackson dixit, el dinero podía comprar. La joya de la corona aquel año era Sarunas Jasikevicius, quien hizo las maletas de Barcelona para aspirar a conseguir su segunda Euroliga consecutiva. Ante sus paisanos, Saras hizo todo cuanto estuvo en su mano para despreocupar a su afición, liderando el alegre juego ofensivo de los suyos con 37 puntos, incluyendo un recital de triples. No obstante, los visitantes jamás se pusieron tensos. Eran pacientes y esperaban a Sabas en cada posesión, buscando que cogiera su posición; sin precipitación, el genial pívot asistía, reboteaba, mandaba y, sí era preciso, anotaba él. Haciendo la goma, quedaba claro que el Maccabi era favorito, pero que un desenlace apretado beneficiaría mucho a los lituanos. 


Uno de los grandes méritos para los verdes fue sostener a Anthony Parker, un maestro de las fintas y explosivo en ataque, quien estuvo maniatado a lo largo de todo el encuentro. Pequeños detalles que hicieron estallar todas las alarmas en el pabellón cuando Eduardo Cota dio un pase al corazón de la zona para que Sabonis firmase el empate a 46 con un sobrio mate. A partir de entonces, la tensión iría apoderándose de los favoritos, mientras que el zar y los suyos iban circulando el balón de una manera fluida y eficaz. 



La colosal figura del pívot croata Nikola Vujcic sobresalía en la piña amarilla que se hizo antes de salir para el último cuarto. Iban seis abajo y el sueño de toda una ciudad de tener a su equipo en "su" F4 expiraba. Eso sí, contaban con suplentes de lujo como David Bluthenthal, un verdadero microondas que salía enchufado desde el banco. Precisamente un palmeo suyo igualó de nuevo un encuentro que parecía realmente loco. Timinskas, uno de los más inspirados para los lituanos, terminaría siendo expulsado por faltas. Pero el Zalgiris mantenía el tipo ante un verdadero cerco. 



Un triple decisivo de Salenga y el acierto en los tiros libres por parte de los pupilos de Sireika hicieron acariciar la proeza. Parker, muy activo pese a sus malos porcentajes en lanzamientos de campo, logró forzar la expulsión de Sabonis, de largo el jugador que mejor había interpretado el encuentro. Eso sí, el gigante pudo ver cómo solamente aprovechaba uno de sus tiros libres. Iban 86-90 y estaba a punto de consumarse un "maracanazo" histórico. Les habían ganado en Kaunas y el club lituano podía presumir que en fase de grupos fueron primeros con CSKA de Moscú, Skipper de Bolonia y Montepaschi de Siena (a la poste, los otros tres finalistas del evento). Vujcic salvó un triple que no parecía destinado a tocar aro; se percibió como una canasta de testamento, aquella que sonaba a morir en la orilla. Parecía el epitafio de un ambicioso proyecto.


Saras hizo su quinta personal a Giedrius Gustas. Aprovechó que estaba cerca del banco rival para abrazarse con Sireika. El bello gesto de un genio admitiendo la derrota, deseando suerte al técnico con el que viajaría a Atenas para disputar los Juegos Olímpicos. Nadie podía imaginar que ninguno de aquellos dos tiros libres iría dentro. Quedaban décimas para que Gur Schelef lanzase un misil preciso desde su pista. En un mar de manos, la menuda figura de Derrick Sharp logró el balón más valioso, se dio media vuelta y lanzó a una mano un triple que no hubiera creído ni el fan más entusiasta de los amarillos. Hasta ese momento, Sharp era un jugador apreciado como revulsivo desde el banquillo y hombre de equipo; desde entonces, entró en el santoral de una de las escuadras históricas de la Euroliga. 



Beard, un guerrero toda la noche, pedía a los colegiados revisar aquel tiro milagroso para ver si era dentro de tiempo. Se había consumado lo impensable. La prórroga también exigió sacrificios. El propio héroe de la jornada tuvo que expulsarse para evitar una canasta fácil de los lituanos. Maceo Baston, aquel prodigio con muelles que tan feliz hizo a la Penya, se erigió en la gasolina extra para un Maccabi bajo mínimos, mientras el Zalgiris se aferraba a no caer ante aquel mazazo terrible. Un tapón de Baston y un mate de Vujcic llevaron al delirio a los locales. Al final, 107-97 en el electrónico de uno de los mejores choques de todos los tiempos en el TOP 16. 



Hubo lágrimas en la lluvia. Los de Tel Aviv recibieron una inyección de moral que les impulsaría a ganar dos Final Four de forma consecutiva y quedarse a unos minutos de la tercera, acariciando la leyenda de la Jugoplastika. Entre el jolgorio y los lamentos, dos lituanos con rango de leyenda se acercaron. Sarunas no pudo dedicar el triunfo al pívot más mítico de un país que respiraba basket, aunque sí tomó buena nota de sus enseñanzas. 



INFORMACIÓN DEL BLOG:



Tras otro curso buscando acercar, en la medida de nuestras posibilidades, el día a día de las canastas, el blog se tomará un período de vacaciones, volviendo la segunda quincena de agosto en su periodicidad habitual (es decir, con nuevas entradas cada lunes). Agradecer nuevamente la fidelidad de los lectores/as del mismo, la genial dedicación de Justo Martín Collado a todas las facetas logísticas del blog y el apoyo fundamental de amigos de "Never Shall Me Down" como José Quesada o Víctor Torres, siempre dispuestos a compartir, ayudar y debatir sobre una visión deportiva que no siempre es la más usual. Confiamos en seguir disfrutando del basket con vosotros por mucho tiempo. Feliz verano. 



BIBLIOGRAFÍA:



-GIL, A., Arvydas Sabonis: El zar lituano, Ediciones JC, Madrid, 2013.



-JASIKEVICIUS, S. y SCIBETTA, P., Sarunas Jasikevicius: Vincere non basta, Add Editore, Torino, 2015. 



ENLACES DE INTERÉS:



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FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-https://www.youtube.com/watch?v=3klqp-FoXXY



-http://www.euroleague.net/competition/awards/awards-2003-04



-https://www.youtube.com/watch?v=VBOZrTM-ax8