lunes, enero 2

A estas alturas de la película, incluso los más críticos reconocen que la NBA sabe vender su producto como muy pocos negocios. En plena etapa navideña, ¿qué otro partido se podía ofrecer el día estrella de las vacaciones para satisfacción de las personas amantes del basket? No había discusión posible: la visita de los Golden State Warriors a los Cleveland Cavaliers. Stephen Curry frente a su paisano Lebron James. ¿O sería injusto resumirlo así? Porque, más allá de ambos cracks, vimos un vibrante choque (109-108 para los locales en The Q) donde los focos estuvieron muy repartidos. 



No era un encuentro más. Tal vez a Klay Thompson se le pasó alguna imagen de las pasadas Finales conforme iba convirtiendo triple tras triple. ¡Con qué facilidad hubiera cambiado algunos de los que estaba firmando por aquellos que no le entraron el séptimo día! Para los Cavs, el anillo de 2016 sigue siendo el más dulce de los premios. En el seno de los Warrios, cómo un año espectacular (73-9 y una épica victoria en el Oeste sobre los Thunder) se tornó en pesadilla, aquella visita era el recuerdo de aquel 3-1 que dejaron escapar, escurriéndose el título de la yema de los dedos. 



Hubo otro déjà vu de proporciones épicas. Al final del segundo cuarto, Andre Iguodala avanzaba en un contra-ataque para ampliar la ventaja de los visitantes. Él mismo mantenía fresca en la memoria aquella jugada clave en el Oracle donde James surgió de los cielos para taponar la que parecía una bandeja sencilla. Competidor nato, Iguodala había afirmado que era imposible amar el basket y no aplaudir esa acción, aunque hubiera sido a su costa. De forma inteligente, dobló la bola para Pachulia. Sin embargo, sobre la bocina apareció la mano salvadora del monarca de Cleveland para firmar otra acción psicológica. 


Fue un James excelso y que siempre estuvo en el sitio indicado. Tuvo toda la emotividad de los pasados Playoffs junto con una mayor calma. Era capaz de taponar a Pachulia y bromear con él amistosamente camino de los vestuarios. Se le bajó la prepotencia y eso siempre ayuda a disfrutar el jugadorazo que es. Incluso se abrazó con su enemigo íntimo Draymond Green. Cuando Lebron se encuentra en esa zona, Cleveland disfruta. Pero los Warriors tienen ahora otra flecha dorada en su carcaj. 



Durante más de tres cuartos, pareció que el marcador electrónico obedecería las instrucciones de Kevin Durant. A estas alturas de su carrera, KD tiene la pausa que distingue al anotador imparable del gran cañonero. Es capaz de esperar, posee ese instante de quedarse en estático cuando todos se está moviendo. La sutileza de su arsenal ofensivo quedó de manifiesto en un curso que puede marcar su carrera. Bajo el prisma de los puristas, abandonar los Thunder solamente se justificaría con un anillo bajo el brazo en junio. Queda claro que él va a hacer cuanto esté en su mano para obtener dicha recompensa. 



Por momentos, Golden State lo tuvo hecho. Los pupilos de Steve Kerr circulaban mejor el balón, encontraban a Thompson en el momento indicado. Sin embargo, los Cavs tienen una voluntad de hierro, esa salud a prueba de bombas que guerreros bajo tableros como Tristan Thompson, cuya capacidad para cuidarse y evitar lesiones empieza a asemejarse a la del legendario ACGreen. Los de Tyronn Lue se empeñaron en hacer la goma, no dejaron escapar a sus adversarios; cuando logras mantenerte en el alambre, siempre dispones de una última bala de plata para ganar. 


Y no hay mejor francotirador para esas lides en la NBA que Kyrie Irving. Conforme se acercaban las instancias decisivas, el dorsal 2 de Cleveland fue envalentonándose y agitando a la grada, demostrando que Lebron ya no tiene que hacerlo todo solo. Fue el instante idóneo, puesto que Curry al fin había encontrado la senda del triple. Curiosísimo que una estrella tan mayestática como el genio de la Bahí no haya tenido (todavía) una buena actuación en jornada navideña. Como fuere, señal de que es humano a fin de cuentas, porque, muchas veces, no lo parece.  



Justo cuando parecía que los Warriors iban a llevarse el triunfo más Santa Claus del curso, Irving volvió a inventarse una canasta increíble, una de esas que dejan perplejo a su defensor (en este caso, Klay Thompson). Quedaban tres segundos y la pizarra marcó al mejor hombre en pista, Kevin Durant, quien más que probablemente recibió falta de Richard Jefferson cuando perdió el equilibrio. Bocina final y muchas ganas de que las dos escuadras más en forma del campeonato vuelvan a cruzarse. 



La NBA estuvo correcta y sagaz. Reconoció el error arbitral y esa naturalidad es de agradecer, los colegiados se equivocan, igual que los periodistas a la hora de redactar la crónica, los jugadores en los tiros libres o los entrenadores adoptan una táctica poco apropiada alguna vez, siempre sin mala fe, pues todos quieren hacerlo bien. Nada hay que reprochar a un fallo humano. Sorprendió que Tyronn Lue no quisiera reconocer la acción y se perdiese en circunloquios. Arriesgada jugada ante los micrófonos la que ha hecho el, por otra parte, excelente técnico de los Cavs. Si a Cleveland se le escapa algún choque igualado por una decisión controvertida del silbato, sospecho que nadie querrá escuchar las protestas del míster, puesto que, como bien dijo, esas acciones suceden todas jornadas; a veces se pitan; otra, no. Como dijo Woody Allen en Match Point, el azar tiene mucho que ver con dónde cae la bolita.  



No podemos finalizar esta entrada sin desear un excelente 2017 a los lectores/as del blog. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: