Kg played his heart out
Incluso los más grandes se equivocan. Durante décadas, la revista Gigantes nos ha regalado algunos de los mejores reportajes en castellano sobre el fabuloso deporte de la canasta. Lo seguirán haciendo. Este mes, su portada destaca una entrevista con Sergio Rodríguez, el verso libre, un base único que ha sido icono de Estudiantes y el Real Madrid, aprovechando los titulares de su reciente fichaje por los Sixers. Nada que objetar a la portada, igual de válida de lo que podía haber sido la primera Supercopa del Herbalife... o la retirada de Kevin Garnett. Las noticias se acumulan y hay siempre cuatro o cinco cubiertas que serían totalmente lógicas. Pero llama la atención que se justificase la ausencia de KG, confirmando que hay jugadores que siempre tienen el cartel de sospechoso habitual.
Se retiraba un guerrero de las pistas, un tipo al que adorar si vestía tus colores y aborrecible para cualquier adversario. Algún antiguo editor recordaba que Garnett no salió más, pese a su popularidad, "porque no ganaba". Repasemos: medalla de oro olímpica, All Star perpetuo, campeón de la NBA 2008, subcampeón en 2010, MVP de la temporada regular 2003/04... no es mala hoja de servicios para un perdedor. Con todo, una advertencia al exitismo imperante. Bill Russell, que algo sabe de ganar, se lo dijo cuando le presentó la franquicia de los Celtics al flamante fichaje: "Si no ganas, pero veo que juegas y te esfuerzas de la manera que sabes, yo mismo te entregaré uno de mis anillos". No todo es el resultado, y si gente como Ricky Rubio afirman que ha sido un honor compartir vestuario con él, algo tendrá el agua cuando tanto la bendicen.
La otra crítica era más certera. KG nunca ha sido un tipo especialmente simpático para los medios. De joven, algunos periodistas, especialmente extranjeros, tuvieron que sufrir al joven prodigio de instituto henchido de soberbia. Uno de los males de nuestro siglo ha sido potenciar algo tan noble como el deporte hasta límites inhumanos, dándole un protagonismo desmedido. Consiente mucho a una persona y luego hacer la acusación de que se vuelve egoísta. De cualquier modo, un gesto de grandeza, incluso para aquellos que ofendió y que tenían legítima revancha, era reconocer que en su desempeño profesional, Kevin Garnett permaneció inmaculado. Aunque negase autógrafos en ocasiones y su trash talking traspase las fronteras del sentido común, nunca hubo una noche donde el mítico ala-pívot no se dejase el corazón en cada posesión.
Quizás debía de retirarse así. Sin grandes focos y titulares. Sabe que el tiempo le dará la razón en no pocos aspectos de su biografía NBA. Después de su fama de bravucón, había un jugador valiente. Tras el presuntuoso adolescente encumbrado que no valoraba a excelentes profesionales que volaban kilómetros para hacer una fotografía, evolucionó un jugador de vestuario al que hoy añoran en Minnesota. Se retira KG. Uno menos a quien odiar, porque él podía aguantarlo. Sus haters no saben qué es lo que han perdido cara a esta temporada, no podrán exorcizar sus demonios a través de él.
A lo largo de su exuberante y polémica carrera deportiva, solamente hay una verdad irrefutable en Kobe Bryant: él ha sido los Ángeles Lakers. Su último año ha sido made in Hollywood. Black Mamba se nos ablandó un poco. Los pabellones acostumbrados a abuchearle (y temerle) se han desvivido en aplausos y homenajes. Tras el joven narcicista y la pesadilla de 2004, ha quedado el jugador que muchas veces parecía querer convertir el basket en un deporte de uno contra cinco... pero nunca nadie estuvo tan cerca de convencernos de que sí, de que daba igual el resto, si estaba Kobe en pista, cualquier cosa podía pasar.
Garnett se retiró como un guerrero silencioso. Grandes generales como Lebron James le rindieron tributo por haber combatido con él. Kobe, por su lado, ha puesto en cierto sentido contra la espada y la pared a la franquicia que él con su descomunal talento ha ayudado como nadie a firmar cinco anillos más a su palmarés. Bryant se ha dado un festín de reyes mientras la histórica escuadra californiana ha naufragado como pocas veces.
En lo referente a su puesta en escena, su actuación ha sido inmejorable. "Lo que me ha hecho ser más listo es ver lo estúpido que era antes". Esa frase solamente puede ser pronunciada por alguien muy inteligente. Kobe ya no es el mismo que llegó a la NBA, caiga bien, mal o con asterisco, que diría Phil Jackson. LA será diferente de él.
Bryant ha sido la estrella que no se ha conformado con ser brillante. En su afán desmedido, osó intentar escalar el trono incontestable de Michael Jordan. Lo que resalta no es la pena de quedarse tan cerca de igualar sus seis anillos, sino la grandeza indiscutible del intento. El dorsal 8 y luego 24 quiso jugar contra dioses y, en no pocas ocasiones, no se apreció ninguna diferencia de calidad entre ambos.
Ese extraño talento
Tim Duncan es muy sabio. Cualquiera que le vea en el poste bajo podrá apreciar la economía de esfuerzos que este emblema de los San Antonio Spurs ha logrado. Y eso es lo más complejo en cualquier actividad. Conseguir hacerlo fácil. Mejor dicho, que parezca sencillo. El único problema del prodigio nacido en las Islas Vírgenes no es suyo, es de la percepción de un marketin que mira más el envoltorio que el regalo ofertado.
Duncan no grita tanto ni se mete en las orejas de sus rivales como Kevin Garnett. De cualquier modo, es igual de corajudo y constante bajo tableros que Big Ticket. No ha querido los oropeles con los que se ha honrado a Kobe, prefiriendo optar en su caso por una despedida algo fría, un comunicado tras finalizar la temporada. Con todo, el hueco que deja en la liga es igual de grande que el del Laker.
Ha dejado su casa ordenada en San Antonio. Incluso la llegada de Pau Gasol ha sido en el momento justo. Popovich, sargento de hierro por fuera y fino orfebre puertas para dentro de sus plantillas, hablaba de una relación muy especial, de lo complicado que va a ser para él no poder hablar con Timmy. Los IQ como el suyo no abundan en la NBA, en realidad, no lo hacen en ninguna parte. El alumno ejemplar que, teniendo mil novias en el deporte profesional, quiso acabar su carrera universitaria. El tipo fuerte y callado que añoraba Tony Soprano, alguien que parecía sacado de otra época.
Una vez dijo Duncan que no hablaba mucho porque, cuando lo hacía, no podía pensar. El resto sigue siendo simplemente ruido. Y, el jugador colosal, a quien Karl Malone bendijo como "una maravilla", sigue haciendo caso a esa privilegiada vocecita que escuchaba cuando decidía que opción tomar en pista. Casi siempre la correcta.
Se van tres reyes. Cada uno a su estilo. De igual forma, inolvidables.
FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
-http://www.espn.com/blog/boston/celtics/post/_/id/4674342/lebrons-future
-http://blacksportsonline.com/home/2015/12/kobes-retirement-video-will-make-his-fans-cry/
-http://www.usatoday.com/story/sports/nba/playoffs/2013/06/13/tim-duncan-championships-titles-finals-miami-heat-vs-san-antonio-spurs/2420577/
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