Dinastía
No creíamos que fuera posible en el basket actual, pero a la escuadra de Pablo Laso nunca se la puede subestimar. Ya no estaba Sergio Rodríguez, si bien Luka Doncic hizo la misma magia del canario cuando mandó pases perfectos para que machasen sus compañeros. El técnico madridista fue profeta en su tierra y pudo bañarse en una gloria que parece difícil otro equipo español supere en el futuro inmediato. La ACB es un deporte donde juegan cinco contra cinco y al final ganan los blancos, podría ser la conclusión más apresurada de un torneo del KO donde Sergio Llull hizo de todo y, lo que es más difícil, todo bien.
Pero no corramos durante el análisis. Cierto es que Gustavo Ayón es uno de los fichajes más inteligentes que se han hecho en los últimos años, y que Randolph no obedeció al capricho de una buena temporada en la Euroliga. Nada es casual en un colectivo merengue que, en esta ocasión, deslumbró en ataque pero hizo aguas en defensa. Ha sido uno de los títulos de la dinastía más apurados. Ninguno de sus tres partidos fue fácil. Casi podríamos hablar de agónicos. Eso sí, finalmente lograron emerger, especialmente cuando el Baskonia les puso contra el abismo en semifinales y no supo rematar la faena. Por un instante, la gran afición vitoriana debió de recordar aquel triple de Alberto Herreros. La historia se repitió.
La final fue otro cantar. El Valencia se disfrazó de su Némesis blanca, es decir, fue casi siempre a contra-remolque, haciendo la goma y pensando que llegaría su oportunidad. Rafa Martínez ejemplificó todas las virtudes de los taronjas. Un ejemplo para otros adversarios del casi invencible conjunto de Laso. Con menos recursos y muchísimo más corazón, creo que los valencianos son uno de los pocos rivales en el campeonato doméstico que el Real Madrid prefiere evitar. Dejan desgaste y hemos descubierto en un Dubljevic un jugador excelso de principio a fin desde que arrancó ese largo fin de semana. Por fortuna, eso no será consuelo para un conjunto ganador.
Vencedores o vencidos
Espero que ningún miembro del Valencia Basket se pueda sentir ofendido por la siguiente afirmación: daba gusto ver los gestos de sus jugadores tras la derrota. Nadie se acogió a tópicos, palmaditas en la espalda fáciles o rabietas. Lágrimas serenas y bien entendidas, miradas al suelo pero orgullo alto. El Madrid de Laso suele bailar a sus adversarios. Salen a pista a retratar las carencias defensivas del oponente con una facilidad pasmosa. El Valencia en ningún momento demostró debilidad. Pero no le sirvió para ganar. Dentro de unos días serán conscientes de lo que hicieron ante uno de los mejores de Europa, pero toda su nómina de aficionados debe ver en su tristeza bien entendida un síntoma de grandeza, falta absoluta de conformismo.
Con grandes instituciones como Unicaja o Barcelona vagando como fantasmas en una disciplina donde antes brillaban, el orgullo del equipo de Pedro Martínez Sánchez es un camino a seguir. El mismo sentimiento que debe tener un modesto que no lo fue en Vitoria. El Andorra tiene todos los argumentos del mundo para decir que durante cuarenta minutos fue mejor que un oponente asiduo a la Final Four. Joan Peñarroya planteó el único partido que les podía salir bien ante los de Laso y lo lograron. Varios errores arbitrales les perjudicaron.
No quieran estas líneas ser una acusación de conspiraciones masónicas, alter-egos de Villaratos, bolas calientes-frías y otros fantasmas psicológicos que solamente existen en las mentes de sus creadores. Simplemente, tres árbitros estuvieron muy mal como, a veces, lo están los técnicos en sus decisiones o los jugadores en la ejecución. El Andorra hizo todo lo que estuvo en su mano y el Madrid aprovechó una prórroga a la que no se debió de llegar. Sin duda, los colegiados debieron irse tan fastidiados como el profesional que falla el triple que pudo salvar a su equipo. Albicy, Shermadini, Navarro y cía merecieron mayor suerte de la que tuvieron. Igual que el Valencia, no vuelven de Vitoria considerándose vencidos.
El tormento y el éxtasis
Sergio Llull es un parque de atracciones que antaño jugaba con indefinición entre los puestos de base y escolta. Sin duda, ahora estamos asistiendo a los años dorados del balear, ve el aro como si fuera una gigantesca piscina y nunca regatea esfuerzos. Tiene cero complejos cuando su equipo está en peligro y lidera espiritualmente al grupo, con permiso de Felipe Reyes. Cuando Andrés Nocioni falló el triple que hacía esfumarse la victoria, la jugada siguió caprichosa hasta que e impulsivo decidió ser cauto. La inteligencia de Llull le hizo hacer una finta cuando el reloj expiraba. Superado el defensor, el genio lanzó una parábola que mandó a una prórroga que los merengues comenzaron ganando tras esa estocada.
Cuando la presión fue insostenible en una Copa igualada, el Madrid resultó intratable. Por si alguno de sus rivales en la Liga Endesa no se ha dado cuenta, el mensaje volvió a ser alto y claro: no se cansan de ganar. Eso de la auto-complacencia puede valer para otros, pero si alguien quiere bajar al rey de la montaña deberá saber que habrá mucho trabajo detrás. Nos hallamos ante una dinastía que gusta, engancha y encima tiene pegada.
El prometedor Baskonia de Sito Alonso debería pensar en esos tres minutos de la verdad cuando puso al campeón de todo ante el abismo. Allí, los de Laso volvieron a sacar casta y agallas en el momento de la verdad. Harían muy bien en recordar en aquella frase de Jack Nicholson al comienzo de Infiltrados: Nobody gives to you. You have to take it. El vigente campeón de Copa, guiado por Llull y la insultante juventud de Doncic, demostró que es una lección que ellos tienen muy bien aprendida.
http://www.superdeporte.es/valencia-basket/2017/02/19/real-madrid-valencia-basket-copa-baloncesto/326383.html
-http://deportes.elpais.com/deportes/2017/02/19/actualidad/1487510633_115403.html
-http://www.deia.com/2017/02/19/deportes/baloncesto/llull-fulmina-al-baskonia
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