domingo, enero 22
Juegos Olímpicos de Sidney. Los Estados Unidos, fieles con su gloriosa tradición en la modalidad de baloncesto, se cuelgan el oro tras una hermosa final donde Vince Carter deja una jugada para el recuerdo con un mate impresionante sobre uno de los pívots galos.
Los elegidos reciben la medalla de oro, un momento maravilloso que muy pocos deportistas pueden gozar. No obstante, Antonio McDyess, uno de los ala-pívots más apreciados del conjunto, que fue el héroe inesperado frente a la sorprendente Lituania cerrando un rebote decisivo en semifinales, tiene un momento de generosidad en un instante donde nadie le hubiera culpado por ser egoísta.
Pero no, McDyess se quita la preciada medalla de oro y se la cede a Larry Brown, uno de los asistentes, un técnico de prestigio internacional que ha accedido con tal de participar con su país en una cita tan grande, a rebajar su categoría. Larry, incrédulo, abraza emotivamente al jugador. Tiempo después, el coach podría devolverle el favor. De cualquier modo, en aquellos momentos, nadie pensaba que Dice, su mote, un jugador de calibre All Star, asiduo de las mejores jugadas por sus mates y titular indiscutible tanto en los Denver Nuggets como en los Phoenix Suns, iba a necesitar de nada, pues se le intuía una carrera espectacular.
No contaban, igual que él, con las rodillas. Antonio pasó de los titulares de las noticias deportivas al quirófano. Se dudó que su carrera pudiera seguir. También, en una situación extraña para una de las promesas más sólidas de la NBA en su puesto, se dudaba que ninguna franquicia pudiera apostar por él, debido a que se cuestionaba que pudiera volver a jugar al baloncesto a nivel profesional. Pero, a veces, el esfuerzo tiene su recompensa y volvió, gracias a los Detroit Pistons, vigentes campeones en la temporada 2004/05 y que contaban con Larry Brown como entrenador jefe. El círculo se cerraba.

Aquella temporada, Dice hizo terapia consigo mismo, ahora eran otros los cinco que salían de inicio, él tenía que aguardar con el chándal. Era una mentalización muy importante, estrellas de la categoría de Allen Iverson no pudieron superar ese pasar a un segundo plano. De estrella de Hollywood, McDyess abrazó con igual intensidad su rol como secundario de lujo, uno de ésos que en apenas tres diálogos roban focos a la pareja protagonista.
Los Pistons gozaron de tener a un antiguo All Star como sexto hombre, minutos de calidad defensiva, espléndido tiro en suspensión, rebotes, conocimiento del juego... Andrés Montes definió a McDyess como una máquina bien carburada para jugar al baloncesto a pesar de todas las dificultades. Sin él como gasolina extra, quizás Detroit no hubiera vuelto a llevarse el título de la Conferencia Este, ni tampoco haber presentado una batalla tan descomunal a los San Antonio Spurs durante siete juegos. En el tercero, Dice fue el héroe del Palace, apareciendo en el cuarto decisivo para dar el primer triunfo a los Bad Boys. En el séptimo, hizo números de titular. Los Pistons fueron subcampeones, pero McDyess decidió irse como un verdadero killer.
Durante aquellos años donde la Ciudad del Motor fue uno de los gallitos de la Conferencia Este, McDyess dejó imágenes para el recuerdo. Un mate de espaldas frente a los Miami Heat de Wade y Shaq, aunque su equipo cayó eliminado y él tuvo la mano derecha rota durante buena parte de la serie, dio la cara. También lo haría en la primera ronda frente a los Sixers en el 2008, cuando fue a Detroit a que le operasen, le pusieran una máscara al estilo RIP Hamilton y volvió a Filadelfia a tiempo de darle minutos de oxígeno a sus titulares. Los Pistons ganaron aquella serie, no pudieron hacerlo contra Boston en la Final de Conferencia, aunque Antonio se ganó el aplauso de Flip Saunders por su maravilloso cuarto partido, batiéndose con el mismísimo Kevin Garnett, frente a quien no se arrugó ni siquiera a puño limpio en el pasado. "Antonios se ha dado cuenta de que no se juegan Finales de Conferencia todos los años y hay que aprovecharlo".

Aunque Deroit se quedó cerca, no volvió a ganar el anillo con McDyess en sus filas. El veterano de lujo terminó saliendo de aquella cancha donde fue tan feliz y se re-encontró como profesional. Curiosamente, terminó sus días deportivos en la cancha donde estuvo tan cerca de ser campeón, El Álamo. Allí, Popovich y cía le demostraron que también le querían y apreciaban, siendo incluso en alguna ocasión titular.
Pese a no ser el equipazo del pasado, en la 2010/11, los viejos rockeros de San Antonio intentaron un último acelerón para coquetear con la grandeza, una gran racha de victorias y algún momento dulce para Antonio, como su mítico palmeo en el Staples para tumbar a los Lakers de Kobe y Pau. Un futuro Hall of Fame como Tim Duncan tuvo elogiosas palabras para él aquel día.
Junto con Peja, Never Shall Me Down, igual que ya han hecho previamente algunos analistas como Jorge Quiroga o algún otro buen bloguero amante de la canasta, quería rendir, aunque fuera con retraso, un tributo al viejo Dice, uno de esos secundarios de cinco estrellas, a quien ya no podemos disfrutar esta temporada por su retirada.

2 comentarios:

Easmo dijo...

Gran entrada, cubriendo muchos puntos míticos. Ay, ahora recordar esos inicios se hace raro...

El Viejo dijo...

Parece por momentos que hubieran pasado eones y lo recuerda sin embargo como si el partido te lo hubieran puesto ayer.

A mí también me pasa, amigo Easmo.