El parque se está convirtiendo en el lógico lugar de peregrinaje para los pachangueros durante estas fechas. Lo que se pierde en firme queda resuelto gracias al buen ambiente y posibilidad de jugar una buena ración de partidos. El infernal calor cordobés había dado una tregua, pero la guerra sigue y hasta la altura de las ocho largos no se puede jugar con comodidad, y lo que es peor, con seguridad que no pones en grave peligro tu salud.
Oliver Rocho volvía tras algunas semanas, lo cual siempre es una gran noticia. Juan Manuel Luque Gomarín (Juanma) y otros fijos del parque como Kelvin y sus hermanos no faltaron a la cita. Se desarrolló un triangular muy rápido a siete puntos (valiendo 1 puntos las canastas de campos y 2 las exteriores). Hubo varios cambios de equipo y jugadores, por lo que fue muy complicado sacar estadísticas individuales.
En primer lugar destacar la afortunada actuación de Miguel Collado León (Easmo). Un excelente gancho a mano izquierda delante de Juanma, un tirito a tabla marca de la casa y un triple afortunada, fueron el impulso de un equipo que ya de por sí era excelente, con Pablo, Fernando y Alejandro (no Mr. X, sino un jugador muy alto, con un excelente disparo de tres puntos y tremendamente complicado de defender). El problema de este triunfal conjunto que ganó tres partidos seguidos con autoridad, fue creerse que todo serían días de vino y rosas.
El ninten-center es como es para lo bueno y para lo malo. El triplazo que nos metió a nosotros fue una insensatez bajo cualquier punto de vista, no había nada al rebote, estaba muy forzado... pero todo fueron choques de manos y buen rollo. En el siguiente partido contra Kelvin (poderosísimo bajo tableros) las cosas les fueron mucho peor. Y las culpas les fueron cargadas a Easmo. Ciertamente, el nintendero tuvo dos o tres errores impropios, pero la responsabilidad es compartida tanto en la victoria como la derrota. Tampoco fue muy recomendable su forma de reaccionar, negándose a jugar el último partido, conversando con el bueno de Antonio González Castillejo (quien estuvo jugando en las otras canastas con Kike, pero se espapó algunos partidos a lucir tiro exterior y palmeos insultantes sin saltar).
Particularmente, hablando del equipo que me tocó en suerte acabe muy contento. Jugar con Juanma siempre es un placer, se mueve bien, anota sus puntos, realiza maravillosos tapones que además acaban en nuestras manos, saca faltas... y todos son mejores a su alrededor, el pívot que le tocó lo disfrutó en sobremanera. Por último, estaba un viejo conocido del Saavedra, Pablo Nuevo, quien es un alero con vocación a jugar por dentro y una gran muñeca que lo hacen impredecible y muy complicado de guardar.
Me atrevería a pensar que en las victorias y las derrotas jugamos un basket lógico, muy tranquilo y pausado, con buenas combinaciones de pases. Otros rivales que nos robaron alguna victoria se encomendaron con lógica a las genialidades de tiradores tan competentes como Fernando, Rocho, Kelvin (con ese salto es casi imposible taponarlo si no eres Juanma) y un amplio etceterá. En nuestro casos todos la tuvimos, Juanma era la referencia, pero la referencia generosa, la que permitió que Pablo y yo nos fuéramos con dos canastas de la victoria porque la defensa rival siempre está concentrada y preocupada por él.
En definitiva, un muy buen rato con buenos amigos y disfrutando de un gran deporte.
2 comentarios:
Joder, me estáis haciendo quedar como un monstruo en las últimas crónicas.
Por la forma de contarlo, parece que sea culpa mía lo que pasó en el último partido que no jugúe, cuando la cosa es mucho más sencilla: me tocó jugar con un grupo ajeno a nosotros que obviamente prefería interactuar entre sí en vez de con un extraño (yo en este caso). El extraño asistió jugadas, dio pases, enchufó triples y básicamente, ayudó a ganar varios partidos seguidos. Tras el lógico desgaste, se comienzan a cometer errores y en medio de la adrenalina del juego, se tienen que cargar las culpas a alguien y obviamente se escoje al extraño, cuando como bien comentas, es un juego de equipo y todos cometen aciertos y errores.
Ergo, como conozco cómo acaban estos casos, y sé que es imposible razonar con una chupipandi que no van a echarse culpas entre ellos y que en medio del fragor del partido, estaban como todo jugador competitivo, picados y un estado imposible de razonar, preferí salirme del juego (después de acabar el partido, que no mola dejarlos tirados en plena jugada) para evitar provocar una pelea si entro en su rollo de culpas y broncas (lo cual prueba que pese a mi mal genio, normalmente evito estas situaciones hasta que ya se me provoca en exceso como vuestro rosal de hostias la semana anterior).
De modo que lo que ocurrió fue que simplemente acabé un partido, no me apetecía jugar más por la coyuntura que veía en mi equipo y me salí, como hace, no sé, cualquiera al que no le apetezca jugar más.
El que saliese porque había mal rollo en el equipo o no, es irrelevante, ya que siempre hay cambios y jugadores que entran y salen porque la gente viene y va a distintas horas, ergo no fue descortés ni provoqué una derrota ni nada: simplemente dejé de jugar como hace cualquiera cuando le sale del rabo. Y en este caso con más razón ya que evité una bronca de equipo (aunque no sé si luego seguirían discutiendo entre ellos ya que el que designaron como culpable no entró en su juego, pues me puse a conversar con Antonio y pasé del tema, luego no sé qué ocurrió más adelante).
Y en última instancia, insisto en que yo salí después de acabar un partido, no durante, en cuyo caso sí que se deja colgado con un jugador menos al equipo. Irse entre un partido y otro es algo que hace cualquiera y de toda la vida se ha solucionado con cambios de alinaciones con la gente que hay esperando a entrar a jugar en tan concurrido sitio.
Aclarado queda entonces la verdadera versión de lo que pasó. Disculpas por el error, en todo caso. Saludos.