

Del odio al amor en ocasiones hay un paso, incluso en la península, pese a Gasol o Calderón (que también tuvo que soportar las provocaciones de este veterano All Star empeñado en encarar a rookies), sus seguidores han sido legión. Muchos aún le agradecen el duelo de talento y fuerza que brindó frente a Chris Webber, a siete partidos en las semifinales de la Conferencia Oeste, donde dio un auténtico recital. Dicha temporada, incluso Pau escribía que le veía más centrado que nunca, a nadie le extrañó que fuera el MVP de aquel año (2.004).
Nunca le ha resultado fácil perder a este ganador nato, quizás por eso en Minnesota le perdonasen aquella vez que salió a guantazos (literalmente) con Tim Duncan, su lengua sacada al aire o sus faltas en ocasiones expeditivas. Todo quedaba borrado por su emotividad en la cancha, su MVP en el All Star (en la misma temporada que se retiró Jordan, donde los comentaristas llegaron a decir "Kevin Garnett podría estar jugando toda la noche") o sus premios solidarios. En la otra cara estaba su trash talking (no hace tanto volvía loco a Lebron en un partido en el Garden) y su preopotencia (sobre todo en su juventud), que le hacía creerse el ómbligo del mundo. Pese a ello, todos los que le rechazaban soñaban con que fichase para su equipo, Kobe se lo quisó llevar a los Lakers, en Minnesota querían que se quedase (es el único jugador en la historia de la franquicia con medalla de oro olímpica) pero finalmente fueron los Orgullosos Verdes los que se llevaron el gato al agua.
Era un año al fin en dinámica ganadora (salvando la temporada 2.003/04), pero siguieron algunos viejos síntomas de niño mimado. No pudo dejarlo pasar cuando un rookie quisó hacerse el gracioso "Lo que tenemos en común Garnett y yo es la falta de anillo". En ese partido, cada canasta del lupino ala-pívot era cantada con sus participaciones en el All Star. Muchos aún piensan que debió dejarlo correr, que se picó en una disputa en la que tenía muy poco que ganar. La reputación de Garnett era tan sólida que debió dejarlo correr.

El siguiente año fue el de la envidia... el resto de la Liga con respeto a los Celtics. Solamente Kobe y Pau les seguían el ritmo endemoniado (27-2), pero incluso Gasol admitía "En resultados, porque en juego...", pero entonces, en Salt Lake City, todo cambió. Su lesión cambió todos los pronósticos. De temidos y respetados, los Celtics pasaron a ser un candidato notable más, siendo apalizados en ocasiones por los Cavaliers de Lebron James (muchos piensan que de haber estado Garnett en pista no se hubiera atrevido a ir tan lejos en sus danzas). Mientras, Phil Jackson daba con las teclas y Kobe lideraba a un merecidísimo anillo, el primero con Pau en los de púrpura y oro. En todos los sitios admiten el triunfo justo, menos en Boston, donde aún hoy escuece ver a Kevin con las rodilleas y cojeando al bajar a defender... el nuevo y mejorado Kevin McHale llegó tarde a su verdadero hogar.
Hoy este jugador bocazas y genial, por su mala cabeza, volverá a ver el partido en la grada, a sufrir como el que más por cada punto que les anoten (no hay mejor líder vocal y estratega en la pizarra para las ayudas defensivas) y a celebrar ( si finalmente sucede) el 2-0, porque Garnett respira baloncesto, más allá de los aires barriobajeros que le contaminan en no pocas ocasiones. Joaquim Noah, el joven jugador de los Bulls que tan buenas impresiones está causando, tras criticar a su rival Lebron James en primera ronda, ha calificado a nuestro protagonista de Dirty Player. Nunca ha dejado indiferente a nadie.
El viejo lobo está en su ocaso, pero sus colmillos aún pueden sorprender a más de uno.
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